No cabe duda de que la situación mundial de resistencias a los antimicrobianos es un hecho preocupante, y ha sido abordado por su interés y actualidad por conocidos especialistas en publicaciones de máximo prestigio1. Este hecho es más relevante en lo que se refiere a nuestro país, lo cual tiene una relación directa con el elevado consumo de antibióticos que tiene lugar en nuestro entorno según han demostrado diversos estudios, los cuales han probado que desde la introducción de los antibióticos y su uso masivo, se ha constatado a escala mundial un aumento importante de la prevalencia de las resistencias. Una valoración superficial lo atribuiría únicamente al consumo, pero esto no es del todo cierto. Evidentemente, la resistencia bacteriana a antibióticos es un hecho predecible y tal vez inevitable del uso de antibióticos, pero tanto en la aparición como en su posterior extensión influyen otros factores.
En relación con el artículo de Solé López J et al2 publicado en su Revista respecto a esta problemática, éste nos parece de indudable valor, aunque quisiéramos puntualizar los hechos que exponemos a continuación.
Como muy bien señalan los autores en la discusión, el estudio del consumo de antibióticos basado en datos de prescripción a través de recetas de la Seguridad Social tiene un valor limitado porque no incluye la libre adquisición en farmacias ni la prescripción en consultas privadas. También hay que sumar a estos hechos la administración de antibióticos a animales domésticos, que se estima en un 8% del consumo, a lo que deberíamos añadir los antibióticos que se usan como promotores del crecimiento de animales, que suponen una parte considerable de la producción, más del 40% en peso del total3.
En segundo lugar, tanto el título como el diseño del estudio mencionan la relación entre el consumo de antibióticos con la resistencia bacteriana, aunque al analizar los resultados no se han tenido en cuenta los datos de resistencia, objetivando tan sólo una estudio de tendencia del consumo de antibióticos (grupos J01C, J01DA, J01FA, J01M, J01E Y J01A) durante 2 períodos, entre los años 1993 y 1996 y entre los años 2000 y 2002.
Nuestro grupo de trabajo analizó el consumo de antibióticos de uso sistémico en la provincia de Valladolid durante el período 1996-20004 a través de datos de IMS, que analiza el consumo de fármacos en los países de nuestro entorno a partir de su salida desde el mayorista a las farmacias, lo que supone un mayor acercamiento a la realidad por paliar parte de los déficit antes mencionados. En dicho estudio se objetivó un aumento del consumo durante los primeros años con un descenso importante en el año 2000; por subgrupos terapéuticos objetivamos una disminución del grupo de las penicilinas y cefalosporinas en el período estudiado, pero con un aumento de los macrólidos y las quinolonas, lo que no concordaba con la evolución en el estudio de Solé López J et al2. Nuestros datos de los principales principios activos muestran las tendencias comentadas de sus respectivos subgrupos, entre las que destaca el importante incremento del consumo de claritromicina que también señalan Solé López J et al2.
Es innegable que hay una preocupación creciente por estudiar el consumo de antibióticos y su relación con la aparición de resistencias. Inicialmente la atención se dirigió al consumo en hospitales, pero cada vez más se extiende esta necesidad al consumo extrahospitalario, lo cual constituye un reto para el sistema de atención primaria de salud. Según Alós et al5, la posibilidad de medir el consumo de antimicrobianos en la población es un sistema apto para evaluar la aparición de resistencias y su utilización justificada o no. Tal y como apuntan Seppälä et al6, también puede ser una manera de evaluar la eficacia de las recomendaciones nacionales que se consideren oportunas. En este sentido, este grupo finlandés redujo el consumo nacional de macrólidos durante un número de años y cuantificó posteriormente sus consecuencias en la reducción de las resistencias a este subgrupo terapéutico para determinados microorganismos.
Nuestro interés se centra en el estudio aproximado al consumo real de antibióticos de uso sistémico. La relación entre este consumo y las resistencias bacterianas precisa de trabajos más amplios y con un diseño adecuado, de carácter prospectivo y acompañados de intervención en forma de recomendaciones como en el artículo previamente comentado de Seppälä et al para mejorar la situación actual de pérdida de eficacia con los tratamientos antibióticos.