Sres. Directores: Hemos leído con interés el excelente artículo de Sarrión Ferré et al1 en el que analizan la utilidad de la medición de la presión intraocular (PIO) en pacientes diabéticos como prueba de cribado del glaucoma, validando el tonómetro de Schiörtz para tal fin en atención primaria. La prevalencia que obtienen de glaucoma en su población diabética fue del 11%, con un valor predictivo positivo en su detección del 35,5%.
Nosotros hemos publicado un estudio2 diseñado para conocer las tonometrías en pacientes con riesgo de glaucoma (hipertensos, diabéticos, miopes de alta graduación y pacientes con aumento previo de PIO y/o antecedentes familiares de glaucoma) y también el valor predictivo positivo de cifras tensionales >=19 mmHg, cifra correspondiente a la media más la suma de dos desviaciones estándar obtenida en las 100 primeras tonometrías aleatorias de nuestra población. Utilizamos el tonómetro de aplanación de Perkins y se derivaron al oftalmólogo, para confirmación de PIO y estudio de campimetría y fondo de ojo, todos los pacientes con cifras tensionales >=19 mmHg en uno o ambos ojos. Un total de 42 pacientes (de los 293 examinados), sin antecedentes previos de hipertensión ocular ni glaucoma conocidos, presentaron cifras tensionales en uno o ambos ojos >19 mmHg y se remitieron al oftalmólogo. Se confirmó la existencia de glaucoma (mediante exploración oftalmológica de fondo de ojo y campimetría) en 9 personas, todas ellas en el grupo de 45-64 años (8 mujeres y un varón). Esto significa que al menos el 3,1% de los pacientes examinados era portador de un glaucoma desconocido y que el valor predictivo positivo de glaucoma en tonometrías >=19 mmHg fue del 21,4%.
Ambos trabajos1,2 tienen la limitación de ignorar los posibles glaucomas de tensión baja en la población consultante, pues sólo se derivan al oftalmólogo aquellos que tienen aumento de PIO y, aunque es verdad que los signos de daño en el nervio óptico se acompañan generalmente de cifras intraoculares >21 mmHg, dichos signos pueden ocurrir con niveles de tensiones oculares más bajos, dando lugar al conocido glaucoma de tensión baja3-5.
La amplia variabilidad de la tensión ocular en relación con muchos factores, y el no ajustarse su distribución poblacional a una curva de Gauss, explican parcialmente por qué no hay unanimidad en recomendar la toma de la tensión ocular como medida preventiva a incorporar en la población general, ni tan siquiera en personas con riesgo de glaucoma.
Pero ambos trabajos1,2 sí que confirman (el de Sarrión Ferré con mediciones con tonómetro de Schiörtz realizadas por médicos y el nuestro con mediciones por un enfermero con tonómetro de Perkins) que implantar esta actividad en los centros de salud puede resultar positivo. Máxime teniendo en cuenta dos aspectos: por un lado, el número alto de pacientes con factores de riesgo de glaucoma que se atienden en los centros de salud (personas mayores de 65 años, pacientes hipertensos y diabéticos), y por otro, el número (nada despreciable en nuestro caso, que representó el 10% del total) de pacientes con PIO elevada en tratamiento con hipotensores oculares, a los que se les proporciona controles de su tensión ocular, de forma que puede ajustarse y comprobarse la utilidad del tratamiento médico desde el propio centro de salud y posiblemente se obtenga una mayor adherencia al tratamiento prescrito por el especialista.
La atención primaria debería, idealmente, ofrecer una gran capacidad resolutiva, de forma que los médicos generales resuelvan adecuadamente los problemas de salud que deben solucionar y no retengan en exceso los casos que deban remitir ni que éstos se remitan innecesariamente. Para el paciente es muy agradable que los problemas se resuelvan en el acto, sin remisiones y por el médico conocido, en un entorno cercano y humano6.
En este contexto la tonometría resultaría una actividad preventiva útil, fácilmente abordable, económicamente no onerosa y que podría asumirse desde los centros de salud.