Sr. Director: Hemos leído con interés el artículo de reflexión sobre la fibromialgia, de Sedó y Ancochea1, publicado recientemente en su Revista. Creemos que los autores han realizado un encomiable trabajo de síntesis para conseguir transmitir los conceptos básicos que rodean a este enigmático síndrome, y por ello les felicitamos; aunque quisiéramos realizar una breve matización a sus conclusiones.
Hemos comprobado cómo últimamente un importante número de pacientes diagnosticados de fibromialgia son remitidos a nuestra consulta de psiquiatría, tanto desde atención primaria como desde otras especialidades (reumatología, traumatología o neurología). Esto no es de extrañar si consideramos, en primer lugar, que el insomnio y los trastornos del sueño son síntomas cardinales de la enfermedad, tanto por su asociación a otra sintomatología, especialmente el dolor, como a una posible alteración orgánica de los ritmos del sueño2. Para estos trastornos del sueño han demostrado tener eficacia los antidepresivos tricíclicos, la trazodona, la zopiclona y los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina2. Pero, además de los trastornos del ritmo del sueño, son altamente prevalentes otros trastornos psíquicos, tanto de la esfera afectiva como de ansiedad. En estudios multicéntricos aparecen síntomas de depresión mayor entre el 22 y el 68% de los pacientes afectados de fibromialgia, ataques de angustia y ansiedad hasta en el 16% y fobias simples entre el 12 y el 16% de los mismos3. Tampoco parece tan claro, como ocurre con las alteraciones del sueño, si estos trastornos psíquicos son secundarios a los síntomas predominantes de la fibromialgia4 o bien son síntomas primarios del propio síndrome de fibromialgia, independientes del resto de la sintomatología5.
En cualquier caso nosotros pensamos, coincidiendo con otros autores6, que dado que el origen y la patofisiología de la fibromialgia son todavía desconocidos, lo fundamental radicará en abordar la sintomatología psiquiátrica, puesto que ésta es potencialmente tratable.
Los autores plantean como conclusión a su reflexión que «conviene convencer al paciente de que el protagonismo de la posible mejoría radica mucho en él mismo y no tanto en los fármacos y ayudas procedentes del exterior». Creemos que este comentario, sin duda dirigido por los autores hacia una correcta elaboración de lo que denominamos conducta de enfermedad, puede inducir a depositar demasiada responsabilidad en un paciente, de por sí culpabilizado por la presentación de un síndrome poco claro y desconocido; unido a la propia culpabilidad asociada a los cuadros depresivos tan frecuentes en esta dolencia. Nosotros ya hemos incidido en la importancia de asumir el compromiso en el seguimiento de otros pacientes que padecen síndromes emparentados con la fibromialgia, como es el caso del síndrome de fatiga crónica7. Por ello consideramos oportuno matizar que, aunque el paciente desempeña un papel fundamental en el devenir de la enfermedad, no debemos caer en la tentación de hacerle máximo responsable de su propia evolución, puesto que esto podría aumentar su sentimiento de culpabilidad al no alcanzar una determinada mejoría sumiendo al paciente en una mayor incertidumbre e inestabilidad psíquica. Más bien pensamos que nosotros, los médicos (de familia, psiquiatras, reumatólogos, etc.), debemos asumir ese protagonismo como responsables del acompañamiento de estos enfermos en su largo padecer; al mismo tiempo que nos sumamos al resto de comentarios realizados por Sedó y Ancochea en su interesante reflexión sobre este tema1.