Sres. Directores: En contestación a la carta de Barbero, quisiera decir que nada más lejos de mi intención monopolizar y hacer la educación sanitaria patrimonio de unos pocos, pues estoy de acuerdo con el autor en que son muchos los profesionales, sanitarios y no sanitarios, responsables de que llegue a buen puerto, y el esfuerzo exigido, como siempre, ha de ser multidisciplinario.
Sin embargo, por el comentario interpreto que su crítica es fruto de una lectura apasionada de mi artículo sin parar en detalles, siguiendo unos objetivos muy diferentes a los planteados por mí.
En primer lugar, quiero dejar claro que mi reproche se centró exclusivamente en un anuncio televisivo que con machacona insistencia irrumpe en nuestros hogares y que sin duda favorece la automedicación incontrolada de muchos usuarios, no pacientes, como bien dice el autor.
En segundo término, y cito textualmente, estoy a favor de una automedicación responsable que ha de ser dirigida de modo conveniente y creo sinceramente que la coordinación de este proceso debe ser, sin menospreciar a nadie, del médico de familia, aunque al autor no le guste este nombre, por motivos que desconozco.
Siendo coherentes y serios, quiero pensar que cuando un usuario o cliente hace uso de una especialidad farmacéutica de las anunciadas es porque tiene o cree tener un problema de salud, y esto hasta donde yo sé exigirá una detallada anamnesis, una minuciosa exploración física, acompañada a veces de pruebas complementarias para llegar a un diagnóstico acertado y así plantearse un tratamiento adecuado, que hoy por hoy y en este país ignoro dónde vive el autor es cosa del médico, ya sea privado, especialista, de empresa, de prisiones... o de familia; por eso, cuando el autor se vanagloria de que, en ocasiones, ante la consulta de algún paciente ha tenido que derivarlo sin dispensarle nada, me gustaría advertirle que ha hecho lo correcto; lo contrario hubiera sido una temeridad por su parte. ¿Qué favor le haría a un cliente aconsejándole un producto cuando desconoce su diagnóstico? No discuto que haya circunstancias puntuales en que se haga y esté bien orientado.
Discutir aquí el papel fundamental que desempeña el farmacéutico en materia de salud no tiene ningún sentido, pues creo que está suficientemente demostrado; ir más lejos es buscar perversiones donde no las hay. Sigo afirmando que considero el anuncio muy desafortunado, aunque el autor me tache de nuevo profeta, perro del hortelano o paternalista.
Quisiera concluir con una frase sacada de la sabiduría popular, que resume muy bien mi respuesta a Barbero: "¡zapatero a tus zapatos!"
