El virus del Nilo Occidental es un virus ARN que se transmite al humano por varios mecanismos (transfusión o trasplante, vía transplacentaria, lactancia materna y exposición accidental), aunque la vía más frecuente es la picadura por un mosquito infectado. La mayoría de las infecciones por el virus del Nilo Occidental en los seres humanos son asintomáticas (aproximadamente el 80%), y solo entre un 20% y un 40% desarrollan la enfermedad (denominada fiebre del Nilo Occidental [FNO]), con síntomas similares a la gripe y manifestaciones clínicas leves, como fiebre, mialgia, fatiga, malestar general, náuseas y vómitos1. Este cuadro se asocia también a una alta morbimortalidad, con manifestaciones clínicas como alteración progresiva del nivel de conciencia, shock séptico, parálisis o afectación grave troncoencefálica2.
En España, la FNO se considera endémica desde 2003, con brotes esporádicos en humanos que siguen un patrón de transmisión estacional, con la aparición de los primeros casos en verano y prorrogándose hasta el otoño, con pequeñas variaciones según el clima local3. Sin embargo, durante el verano de 2024 se ha dado el segundo mayor brote desde 2020, con más de 60infectados y 8fallecidos hasta la fecha, todos ellos infectados en municipios de Sevilla y provincias limítrofes. Estos datos parecen coincidir con las advertencias que subrayan que los planes y las estrategias de vigilancia y control integral de los vectores transmisores de la enfermedad actualmente no sirven para atajar ni prevenir la propagación de los mosquitos porque solo se ciñen a las zonas urbanas o localidades con casos previos detectados4. Entre estas medidas se encuentran las de carácter preventivo, con objetivos como evitar la creación de áreas de cría, eliminar y controlar las poblaciones de mosquitos, y las medidas de control directo sobre las especies nocivas con el objetivo de erradicar o, en su caso, reducir el número de individuos hasta el umbral de tolerancia apropiado5.
Los expertos demandan el tratamiento con un larvicida específico (Bacillus thuringiensis [Bt]) para evitar el nacimiento de las larvas y la propagación de estos insectos en los humedales que rodean el Guadalquivir3, único lugar de España donde no se realizan tareas preventivas debido a la falta de acuerdo de las administraciones en determinar quién asume ese tratamiento. Asimismo, desde la plataforma ciudadana de afectados se reclama un impulso a la investigación sobre la vacuna, aún en fase de investigación, y de la cual no se esperan resultados concluyentes en el próximo lustro6.
Sin duda, nos encontramos ante una situación de emergencia de salud pública que no parece alcanzar una solución firme y coordinada. La gravedad de las presentaciones clínicas y las elevadas secuelas, duraderas e incluso permanentes, conllevan un importante coste de oportunidad asociado a los programas de vigilancia y control, y al tratamiento de los pacientes. Es esencial desarrollar estrategias coordinadas que incluyan vigilancia entomológica constante, campañas informativas para la población sobre medidas preventivas, como el uso de repelentes y la protección contra picaduras, y la implementación de programas de control de vectores5. Asimismo, es crucial fortalecer los sistemas de salud para una detección temprana y un manejo adecuado de los casos, garantizando así una respuesta rápida y efectiva ante posibles brotes. Al trabajar en conjunto, las diferentes administraciones pueden contribuir a minimizar el impacto del virus del Nilo Occidental en la salud de la población española y evitar que se convierta en un problema recurrente cada verano, pudiéndose convertir en una emergencia nacional.
Es urgente iniciar un proceso colectivo de reflexión sobre por qué no se está controlando la endemia, y qué cambios serían necesarios para que el control del problema sea efectivo.
FinanciaciónNo se percibe financiación.
Consideraciones éticasEste trabajo no ofrece datos de pacientes ni implicó experimentos con sujetos humanos ni animales, y estuvo exento de aprobación por un comité de ética.