Aunque el actual programa de formación en Medicina de Familia1 ofrezca al residente una rotación externa, esta oportunidad dista de ser práctica habitual. El objetivo de esta carta es contribuir a promover los intercambios profesionales a partir de una experiencia personal.
Mi rotación externa transcurrió en un centro urbano de atención primaria en Amberes (Bélgica), compuesto por dos médicos de familia y una residente. El sistema de salud belga se basa en el sistema Bismarck (Seguro de Salud) y el español en el sistema Beveridge (Sistema Nacional de Salud). Siendo ambos sistemas públicos, comparten principios generales. Sin embargo, la gestión de la atención primaria difiere sustancialmente, pues en Bélgica se organiza de manera privada, estableciendo acuerdos con el sistema público: son los profesionales los que gestionan su propio centro.
En Cataluña y Madrid hay centros autogestionados por entidades de base asociativa que tienen un funcionamiento similar, basado en tres pilares: financiación pública, provisión privada y control público de los resultados. Sus defensores encuentran ventajas tales como mayor autonomía e implicación del profesional, mejor salario y satisfacción global2.
En Bélgica, el paciente paga 21,50€ por acto médico en el momento y, posteriormente, recibe un reembolso parcial por parte del Seguro de Salud. El médico obtiene su sueldo de la diferencia entre los cobros de los pacientes y otros extras, y los gastos necesarios para hacer funcionar el centro. Esto no es solo una diferencia en la gestión de la sanidad, sino que confiere una conciencia de gasto tanto al usuario como al profesional.
En cuanto a la atención médica, los belgas gozan de libre elección de médico en el país. En este centro, el tiempo fijado por consulta era de veinte minutos, y además las médicos desempañaban simultáneamente las labores de enfermería y administrativa, con lo que la atención global al paciente resultaba muy efectiva.
Un adelanto importante con respecto a España es la tarjeta individual del paciente con su información clínica, que permite su atención sanitaria en distintos centros, y con la que los médicos españoles todavía soñamos. En este momento, el proyecto de Historia Clínica Digital en el Sistema Nacional de Salud se encuentra próximo a la fase de pilotaje que en diez comunidades autónomas3.
El sistema de formación belga en medicina de familia dura dos años, que siguen a un año teórico común a otras especialidades. La residencia se desarrolla en el centro de salud, sin contemplarse rotaciones hospitalarias ni en atención especializada. Cada residente tiene un tutor, con el que establece una relación similar a la nuestra. La responsabilidad del residente es mayor desde el principio, y sobre todo más constante respecto a España, donde es conocidamente oscilante según distintas rotaciones y servicios.
Como residente, me parece importante replantear cuestiones como el derecho y obligación del médico en formación a adquirir una responsabilidad progresiva tutelada y también la conveniencia de que nuestros resultados sean evaluados.
Personal y profesionalmente estas experiencias son muy valiosas, especialmente en el contexto de la Unión Europea, que desde 1993 facilita la libre circulación de médicos y el reconocimiento mutuo de títulos4,5.
Las comisiones de docencia deberían contemplar las rotaciones externas como una gran oportunidad para importar ideas en materia de formación. Además ahora, «en tiempos de Bolonia», unificar la forma de trabajo en Europa debería ser una prioridad en los planes de formación para lo que es muy enriquecedor conocer previamente la heterogeneidad y peculiaridades de los diferentes pueblos.
Karen Smets, Centro para la Prostitución de Amberes (Ghapro).
Myrjam Cramm, Joke Van Herck, Centro de Salud de Korte Nieuwstraat, Amberes.
Pierre van Damme, Instituto de Vacunología y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Amberes.