Sres. Directores: El diagnóstico de insuficiencia renal crónica (IRC) representa para el paciente un cambio importante en su ritmo de vida habitual, lo cual se agrava con la diálisis, que le va a suponer muchas horas de su tiempo a la semana. Esta situación, con frecuencia, produce un deterioro del desarrollo físico, psíquico y social del paciente1,2.
Aportamos nuestra experiencia inicial llevada a cabo durante 6 meses, en los cuales se han mantenido entrevistas con aquellas personas que han sufrido el ingreso en un programa de hemodiálisis. El objetivo primordial es promover la plena integración psicosocial del enfermo renal, y para ello se han realizado entrevistas de evaluación del estado del sujeto en el ámbito social (situación económico-laboral) y psicosomático (estabilidad emocional y física), sirviendo dichas entrevistas para cumplir otros propósitos, como son dar a conocer nuestra asociación con todos los servicios disponibles para el enfermo, proporcionar información sobre el proceso de la enfermedad y sus consecuencias, evaluar la situación personal del enfermo y prestar apoyo psicológico y ayuda en la gestión de diversos recursos.
El número total de personas atendidas bajo este programa ha sido de 21, de ellas varones un 81% y el 19%, mujeres, siendo el grupo de edad más frecuente 46-64 años (48%). Laboralmente, un tercio de los pacientes trabajaban hasta su entrada en diálisis.
El 75% refieren haber recibido poca o nula información sobre la enfermedad y la diálisis. El grado de malestar que les provoca el hecho de presentar esta enfermedad es enjuiciado como bastante en un 50% de los casos, y un tercio confiesa sentir miedo a encontrarse peor físicamente y otro tercio manifiesta sentirlo ante un posible trasplante. Presentan un alto índice de clínica, tanto física como psíquica, derivada de su enfermedad y su ingreso en hemodiálisis (fig. 1).
Las actividades que principalmente han dejado de realizar son el trabajo (profesional o de ama de casa) en un 67% y otras como realizar deporte, viajar o salir con los amigos en un 8%. Por otro lado, el 70% manifiesta estar en una situación económica mala (30%) o normal-mala (40%). Los gastos extra que les provoca la enfermedad se dirigen sobre todo a los medicamentos (50%) y a la alimentación (28%).
Las gestiones llevadas a cabo a raíz de las entrevistas han sido, entre otras, tramitación de la calificación de minusvalía a un 43% de las personas, solicitud de pensión de invalidez no contributiva (24%) y asesoramiento laboral o relativo a pensiones o inclusión en el reparto de alimentos de la Cruz Roja para personas necesitadas, ambos en un 14%.
La capacidad de adaptación de un individuo es función de los recursos biológicos y psicológicos que posee y de las exigencias del propio ambiente3,4; por ello, una persona presentará un comportamiento anormal cuando no se adapte al entorno, y de una forma más agudizada si padece una enfermedad crónica. Así, es fácil de explicar que la calidad de vida y la percepción de los efectos de la enfermedad no se asocian necesariamente con la capacidad funcional3; por ello es muy importante a la hora de iniciar la diálisis tener un adecuado acceso vascular, y una preparación social y psicológica adecuada4. Así, hay que tener en cuenta que el soporte social, y entre ellos el familiar, son fundamentales, habiéndose encontrado relación entre la presencia de soporte social y percepción de los efectos de la enfermedad y clínica depresiva5.
Otro aspecto importante es la conveniencia de mantener el puesto de trabajo, lo cual es difícil por el largo tiempo que deben invertir en la diálisis6. La inactividad profesional, cuando no es deseada, conduce a la aparición de clínica depresiva y psicológica, además de disminuir los ingresos económicos. Se ha visto que uno de los factores más fuertemente asociados al empleo postrasplante es la existencia de trabajo antes de la enfermedad, y el hecho de «reservar» el puesto de trabajo al paciente en diálisis favorece una mejor rehabilitación posterior6, pues el enfermo tiene un objetivo profesional claro en su horizonte.
Para aminorar estos problemas relacionados con la IRC y el ingreso en una unidad de hemodiálisis, se han ido creando equipos multidisciplinarios encaminados a lograr la plena integración del nuevo enfermo renal crónico7, llegando incluso a crearse organizaciones culturales de cuidados en las unidades de diálisis para favorecer también la integración de los pacientes dentro de la unidad de diálisis8.