Sr. Director: El artículo de Sastre et al sobre enseñanza de la reanimación cardiopulmonar (RCP) básica en población general1 suscita algunos comentarios desde la perspectiva de un médico de familia implicado en la enseñanza de la RCP.
En primer lugar, es necesario elogiar a la Revista por publicar un trabajo sobre una materia que, en principio, parece ajena a la atención primaria. Sin embargo, se debe recordar que la práctica de la RCP entra dentro del contenido de la especialidad en Medicina de Familia y Comunitaria2 y en el perfil profesional del médico de familia3. Y que la enseñanza de la RCP básica se contempla ya como una tarea que el médico de atención primaria podría ofertar a la población que atiende4.
En segundo lugar, y por lo que hace referencia al texto publicado, es preciso aclarar algunos puntos:
La palpación del pulso no debe enseñarse a la población general, dada las dificultades que entraña su detección, incluso por parte de facultativos, y así se refleja en las últimas recomendaciones del European Resuscitation Council5 y otras organizaciones.
A efectos de RCP, se consideran adultos a los sujetos > 8 años, niños a los de edad comprendida entre 8 y 1 año y lactantes a los < 1 año; para cada uno de estos grupos, las técnicas de RCP tienen algunas variaciones. Por ello, llama la atención que los autores del trabajo, al estudiar en los participantes en los cursos la distribución de edad de sus descendientes, hayan considerado otros grupos que, en función de lo anterior, nada tienen que ver con la enseñanza de la RCP.
La enseñanza de la RCP básica a población general debe promover un cambio de conocimientos, habilidades y actitudes. Y este último elemento la generación de una actitud positiva hacia la RCP o, dicho de otro modo, la voluntad decidida de actuar en caso de una emergencia es fácilmente vulnerable cuando el alumno es evaluado, de modo que una evaluación negativa puede contravenir el «principio» defendido por Safar de que «la enseñanza de algo de RCP a todas las personas probablemente salve más vidas que la perfección obtenida por unos pocos»6, pues es fácil que el alumno «suspendido» decida no actuar en caso de emergencia. Queda, pues, la duda de qué hacen los autores del trabajo con el 12,8% (100-87,2%) de los participantes que no consiguieron una habilidad mínima en RCP.
Los resultados obtenidos son, en sí mismos, algo llamativos. Por un lado, ese ¡12,8%! de alumnos «no aptos» (19,2% en el caso de la práctica del lactante); los peores resultados en las prácticas del grupo de alumnos > 50 años, y unas medias en las evaluaciones prácticas que, ¡en todos las maniobras!, quedan por debajo de 4, lo que supone que la media de sujetos no realiza bien ninguna de las maniobras: no sólo «rápida y completamente bien» (puntuación de 5, en la escala que establecen los autores), sino que ni siquiera la ejecutan correctamente aunque «con menor rapidez o coordinación de lo deseable» (puntuación de 4). Con estas cifras, la conclusión de que «los cursos de RCP son un método útil de formación que consigue que los ciudadanos mejoren su capacidad para resolver situaciones de emergencia» parece un poco exagerada, aunque, desde luego, sea cierta.
La formación de ciudadanos en RCP básica es esencial para conseguir una implantación eficaz, efectiva y eficiente de la cadena de supervivencia6. Distintas entidades (sociedades científicas, organizaciones sanitarias, administración, etc.) trabajan desde hace tiempo en ello. El Programa ESVAP de la semFYC trata de implicar a los médicos de familia en esta tarea4. Otros grupos pretenden acercar estas técnicas a la población juvenil a través de sus profesores, que son previamente formados en RCP básica y, luego, entrenados como monitores de RCP básica, de forma que puedan incluir estas enseñanzas entre las que habitualmente ofrecen a los jóvenes en los centros educativos.
Todas estas iniciativas que pretenden implicar a los ciudadanos en la atención inicial de una emergencia, como la que presentan los autores del trabajo aludido, merecen todo el reconocimiento y, en lo que tienen de positivo, la más sincera felicitación y la máxima imitación.