Sr. Director: Desde hace 2 años algunos médicos residentes de últimos años de formación han realizado una rotación docente en un pequeño hospital y centros de salud de El Alto, ciudad situada en el altiplano andino boliviano, caracterizada por presentar uno de los mayores niveles de pobreza de Latinoamérica.
Fruto de esta experiencia, desde cierta distancia, uno puede mirar desde el tercer mundo y surge la reflexión...
«¡Esto es un desastre! Me dejan sola, y además sin medios, sin "papeles", con una patología desconocida para mí... Y cuando voy a buscar a mi tutor, ha desaparecido».
Ésta es la queja de «mi» residente en una de las rotaciones externas en un centro de salud público, seguida de la petición de suspender esta rotación y cambiarla por otra rotación mucho más «interesante», acompañada, formativa, más «segura», más «docente»...
Pero... ¿quién dijo que se aprende más de donde más se sabe...? ¿Quién dijo que se recibe más de donde más se tiene? Sin pretender reproducir los esquemas dominantes por estas tierras latinoamericanas donde se lanza al médico recién titulado a su año de provincias sin el más mínimo acompañamiento en zonas apartadas del campo, deberíamos plantearnos si los procesos de tutoría en España no están llegando a un cierto nivel de sobreprotección. ¡Nuestros residentes saben, saben mucho! Es realmente instructivo para nosotros aprender de ellos, y creo que también para todos los que tenemos un residente sentado al lado, en esa silla más incómoda que la nuestra y más cercana a la camilla de exploración. La falta de experiencia se compensa con la cercanía temporal de rotaciones específicas en áreas que después manejamos en la consulta diaria de atención primaria... Sin embargo, sorprende encontrar médicos con amplios conocimientos que nos dicen que es la primera vez que pasan consulta solos, que nunca han hecho esto o aquello...
La experiencia de la intemperie nos hace pasar frío, es verdad. Pero también nos hace buscar fuentes de calor. Es frecuente que descubramos en muchos aspectos de la vida que es en las «ausencias» donde surgen los deseos de algo más. El contacto cotidiano y la docencia en un sistema «bastante perfecto» como el nuestro (aun con sus imperfecciones), con medios, muy acompañado, siendo en lo fundamental muy positiva (la sabiduría de los tutores se transmite a los residentes), puede, también, inhibir iniciativas y propuestas.
Tendremos que buscar ese equilibrio madurador donde las potencialidades de nuestros residentes se puedan concretar en habilidades y actitudes sin abortarlas por una lejanía desinteresada, pero tampoco por una cercanía paternalista y asfixiante.