Introducción
El ciclo vital familiar está definido por las diferentes fases existentes en la evolución de la familia, muy bien delimitadas en la cultura occidental1,2. La adolescencia se sitúa en la tercera etapa vital de la familia y puede ser fuente de tensiones por la gran complejidad relacional entre padres e hijos. El adolescente busca mayor autonomía y una identidad propia, iniciando su socialización mediante el grupo de amigos3,4. En este tránsito, la familia debe adaptar roles y normas para mantener la homeostasis familiar al tiempo que se adapta a los nuevos cambios. En este contexto, la familia tradicional nuclear parece ser la mejor preparada para enfrentarse a los cambios y realizar adaptaciones correctas5.
En este trabajo se pretende conocer la estructura familiar de los adolescentes y cómo perciben el funcionamiento de su familia, la relación entre ambas variables y su influencia en el apoyo social, el consumo de sustancias tóxicas y la sensación de malestar psíquico.
Métodos
El estudio se realizó en 2 institutos de educación secundaria (IES), uno en una zona urbana y otro en una zona semirrural, con un entorno socioeconómico medio y medio-bajo. Participaron todos los alumnos mediante un estudio descriptivo transversal en el que se empleó un cuestionario autoadministrado y anónimo. La encuesta se administró en una misma jornada escolar tras la formación previa de los profesores encargados.
Las variables recogidas en el cuestionario fueron la edad, el sexo, la composición de la familia (qué personas comparten el hogar) y el consumo de sustancias tóxicas: unidades de bebida estándar (UBE) por semana, consumo diario de cigarrillos y contacto con drogas no legales. La función familiar se valora mediante la aplicación del test de Apgar familiar6, que mide la impresión subjetiva del adolescente sobre la funcionalidad de su familia, así como su integración en ella. El apoyo social se valora mediante el cuestionario de apoyo social de Saranson (SSQ-6)7, que cuantifica 2 aspectos del soporte social: la disponibilidad (hay suficientes personas que puedan ayudarnos si fuera necesario, con un rango de 0 a 9) y la satisfacción (grado de satisfacción con la ayuda existente, con un rango de 0 a 6). Por último, se administra la escala de ansiedad y depresión de Goldberg8, que presenta unos altos índices de sensibilidad y especificidad y tiene capacidad para aportar información dimensional sobre la gravedad, por lo que está recomendada como instrumento de cribado epidemiológico.
Los datos fueron analizados mediante el programa informático Rsigma (Horus Hardware©) y se aplicó el test de Kolmogorov-Smirnov para comprobar la normalidad de los datos. Los datos se muestran como media ± error estándar de la media o de la proporción, y también como intervalos de confianza del 95%. Se propone un nivel de significación estadística para p < 0,05, y se aplican el test de la t de Student y ANOVA de una vía para la comparación de medias, y el test de la χ2 para la comparación de proporciones.
Esquema general del estudio. Estudio descriptivo, transversal, mediante encuesta autoadministrada.
Resultados
Del total de 405 alumnos se recogen 386 encuestas (el 97% del total), con 19 pérdidas por falta de asistencia o mala cumplimentación del cuestionario. La mayoría (67%) pertenece al IES urbano, con resultados comparables a los cuestionarios de la zona semirrural. La media de edad es de 14,3 ± 0,3 años (intervalo, 12-17 años), con un 51% varón y un 49% mujer. La estructura familiar más frecuente es la nuclear (88% ± 1,9) (tabla 1) y el 55 ± 2,5% de los adolescentes perciben una buena función familiar (tabla 2), con un valor medio del test de Apgar familiar de 7,3 ± 0,1. La disfunción familiar es, con más frecuencia, de grado leve (38 ± 2,5%) que de grado intenso (7 ± 1,3%) y presenta una distribución similar, independientemente del tipo de estructura familiar que tenga el adolescente (fig. 1). La estructura y la función familiar no se relacionan con la edad ni con el sexo (tablas 1 y 2).
FIGURA 1. Percepción de la funcionalidad en la familia del adolescente según el tipo de estructura familiar.
El apoyo social presenta unas medias similares, con independencia de la estructura familiar, con un grado de satisfacción de 4,6 ± 0,1 sobre 9 y un número de apoyos de 3,1 ± 0,1 sobre 6 (tabla 1). Hay una asociación positiva entre los valores obtenidos en los tests Apgar familiar y SSQ-6: los adolescentes que perciben una función familiar normal presentan mayor apoyo social (fig. 2 y tabla 2).
FIGURA 2. Relación entre los valores obtenidos en el cuestionario de apoyo social de Saranson (SSQ-6) según la funcionalidad de la familia del adolescente.
Un 44 ± 2,5% bebe alcohol, con una ingesta cuantitativa media de 6,8 ± 0,4 UBE por semana. Aproximadamente la quinta parte (24 ± 2,2%) fuma una media de 8,2 ± 0,9 cigarrillos diarios y un 12 ± 1,7% ha consumido drogas no legales. Hay pequeñas diferencias según la estructura familiar que no llegan a ser significativas (tabla 1). La función familiar sí influye en el consumo de sustancias tóxicas: en el grupo de adolescentes con disfunción familiar intensa hay un incremento significativo del consumo de alcohol, cualitativo (27 ± 6,4%; p < 0,01, test de la χ2) y cuantitativo (4,3 ± 0,9 UBE/semana más; p < 0,001 test de ANOVA), y del consumo de tabaco, cualitativo (32 ± 5,9%; p < 0,01, test de la χ2) y cuantitativo (diferencia de 4,3 ± 1,4 cigarrillos/día; p < 0,001, test de ANOVA) (tabla 2). El consumo de otras drogas no legales se incrementa de forma casi significativa en los adolescentes con disfunción familiar grave (13 ± 4,7%; p = 0,087, test de la χ2) (tabla 2).
Se observa que hasta un 92 ± 1,4% de adolescentes presenta síntomas indicativos de ansiedad en la escala de Golberg, que son más frecuentes entre las mujeres (95 ± 1,6%) que entre los varones (89 ± 2,2%; p < 0,05, test de la χ2). Tres cuartas partes de los encuestados muestran síntomas depresivos (74 ± 2,2%), que son más frecuentes en los adolescentes de más edad (media de edad con síntomas, 14,7 ± 0,5 años; sin síntomas, 13,6 ± 0,1 años; p < 0,05, test de la t de Student) y entre los que perciben un mal funcionamiento familiar (p < 0,01, test de la χ2) (tabla 2).
Discusión
La adolescencia es una etapa de cambios necesaria para que el joven se adapte a sus cambios corporales, adquiera una identidad propia e inicie su proceso de socialización9. El buen funcionamiento familiar posibilita la adaptación a estos cambios2 y se ha relacionado con la estructura de la familia: el tipo de familia nuclear sería la más preparada para afrontar los cambios en cada fase de su ciclo vital1,2,5, mientras que otros patrones familiares se asociarían con la aparición de diversos problemas durante la adolescencia5. Nuestros datos muestran, por el contrario, que la estructura familiar no influye en la percepción que tiene el adolescente sobre el grado de funcionalidad de su familia, así como tampoco en la sensación de apoyo social, en el consumo de tóxicos ni en la presencia de síntomas indicativos de malestar psíquico. Estos resultados nos obligarían a replantear conceptos tradicionales: por un lado, la familia nuclear no parece ser imprescindible para el establecimiento de unas relaciones familiares positivas y un desarrollo psicológico saludable en el adolescente2. Por otro lado, la dinámica familiar estaría matizada por los factores demográficos y los recursos existentes1 más que por la estructura familiar: familias no nucleares pueden presentar ciclos vitales alternativos que le confieran un funcionamiento normal10.
En nuestro estudio observamos que la percepción del apoyo familiar en el adolescente se relaciona con el apoyo social6,11. Los amigos son un referente en cuanto a las normas y los valores para el adolescente, pero si se siente aceptado y escuchado dentro de su hogar, su red social mejora y su proceso de socialización puede completarse más satisfactoriamente3,12. Un apoyo social inadecuado en los adolescentes se ha relacionado con conductas desadaptativas como la violencia13.
La función familiar y el apoyo social también se relacionan con el consumo de sustancias tóxicas entre los adolescentes14,15: en nuestro estudio hay un incremento significativo del consumo de alcohol y tabaco en adolescentes con disfunciones familiares intensas. Por último, aunque la mayoría de los adolescentes refiere buena salud física16,17, la presencia de síntomas indicativos de malestar psíquico es elevada18 y hay una asociación entre la disfunción familiar y los síntomas depresivos. En la población general, el malestar psíquico disminuye la calidad de vida y tiene una influencia negativa en el apoyo social, el contacto con la familia y el afrontamiento de acontecimientos vitales estresantes19. Podríamos establecer, por tanto, una relación entre mala función familiar, mal apoyo social, mala percepción sobre la salud y mayor estrés7,20,21. Otros estudios realizados en la misma zona mostraron que los adolescentes que consultan con mayor frecuencia al médico presentan más habitualmente disfunción familiar, malestar psíquico y/o consumo de sustancias tóxicas17.
Mientras que en la población general la disfunción familiar oscila entre el 16 y el 35%6,22,23, en nuestro estudio, casi el 50% de los adolescentes no está contento con el funcionamiento de su familia. Este hecho no coincide con la creencia de los padres de que tienen una comunicación satisfactoria con sus hijos adolescentes en más del 90% de las familias24. La adolescencia supone un momento de crisis vital, pero que puede ser útil para lograr una mayor cohesión familiar11,12. Dada la alta presencia de disfunción familiar entre adolescentes y su relación con otros factores psicosociales, los profesionales del ámbito sanitario y educativo se encuentran en una situación excepcional para ofrecer un asesoramiento individual mediante un asesoramiento anticipado3,10 e intentar mejorar la comunicación entre los miembros de la familia con el fin lograr un «arrastre experiencial» significativo con el que el adolescente se acomode a un entorno saludable11. En suma, se trata de promover un crecimiento sano y equilibrado del adolescente mediante una intervención multidisciplinaria que se base en el desarrollo de una buen apoyo familiar y social, así como en la mejora de la comunicación con sus progenitores.
Lo conocido sobre el tema
* La adolescencia es un momento de cambio en las normas y los roles familiares y es necesaria una adaptación por parte de todos los miembros.
* La estructura de la familia influye en su funcionalidad y la familia nuclear es la mejor preparada para afrontar cambios.
* Los amigos del adolescente cumplen un papel fundamental en su socialización.
Qué aporta este estudio
* La estructura no influye en el funcionamiento familiar que percibe el adolescente.
* El apoyo familiar es fundamental para que el adolescente consiga un soporte social satisfactorio.
* La disfunción familiar intensa en adolescentes se asocia con un mayor número de síntomas depresivos y un mayor consumo de alcohol, tabaco y posiblemente otras drogas.
English version available at www.atencionprimaria.com/191.839
A este artículo sigue un comentario editorial (pág. 66)
El contenido del trabajo ha sido presentado de forma parcial como comunicación libre al XV Congreso de la SAMFYC celebrado en Huelva (2-4 de junio de 2005) y ha obtenido el premio al mejor póster otorgado por el comité científico.
Correspondencia:
Dr. A. Pérez Milena.
Travesía de San Joaquín, 6, 3.º dcha. 23007 Jaén. España.
Correo electrónico: alpemi@gmail.com
Manuscrito recibido el 8 de noviembre de 2005. Manuscrito aceptado para su publicación el 15 de mayo de 2006.