Introducción
Se han descrito 6 categorías de comportamientos de riesgo que contribuyen a las causas fundamentales de mortalidad y morbilidad: aquellos que provocan accidentes, consumo de tabaco, alcohol y drogas, comportamientos sexuales de riesgo que pueden ocasionar embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual (ETS)/sida, comportamientos dietéticos inadecuados e inactividad física1-9. Estos hábitos suelen establecerse durante la juventud y extenderse a la vida adulta.
La medida de varias categorías simultáneamente permite examinar las interrelaciones existentes entre los distintos comportamientos de riesgo y aumenta la eficiencia de la encuesta. Los trabajos que se centran en uno o dos de ellos pueden recoger más información acerca de esas conductas, pero no suministran la información necesaria para desarrollar intervenciones que podrían dirigirse a tratar, de forma globalizada, los comportamientos de riesgo practicados por la población. En nuestro país hay escasos estudios en los que se recojan y evalúen de forma simultánea datos sobre las principales prácticas de riesgo de los adolescentes10. Tampoco se ha estudiado la influencia que las características del lugar de residencia (ambiente sociocultural) puede ejercer en estas conductas. En el presente trabajo se seleccionaron dos poblaciones con notables diferencias socioculturales: una semirrural (Cabra de Córdoba) y una urbana (Las Palmas de Gran Canaria). El objetivo de este trabajo de investigación fue describir la relación entre sí y con el lugar de residencia de comportamientos de riesgo de adolescentes escolarizados de estas poblaciones.
Material y métodos
Se realizó un estudio descriptivo, transversal, mediante el empleo de un cuestionario autoadministrado. La población diana fueron los estudiantes matriculados en los dos institutos de Cabra de Córdoba (1.319) y el Instituto Isabel de España de Las Palmas de Gran Canaria (1.751).
El cuestionario constaba de los siguientes apartados: datos sociodemográficos, conductas de riesgo relacionadas con el tráfico, consumo de alcohol, tabaco y otras drogas, comportamientos sexuales de riesgo y sus consecuencias, actividad física y hábitos dietéticos. Fue diseñado adaptando el utilizado en jóvenes estadounidenses11; antes de la versión definitiva, se hizo una prueba piloto en 100 sujetos de características similares a los del estudio. Los criterios de selección fueron: asistencia el día de la encuesta y edad 15-21 años. El tamaño muestral se determinó según la fórmula propuesta por Fleiss para comparar dos proporciones12. Se calculó el tamaño necesario para cada ciudad, tomando el aula como unidad de muestreo (G 30 alumnos/aula). Se precisó de un tamaño mínimo de 350 alumnos de cada municipio (G 10%; α = 0,05; ß = 0,2). Previamente a la recogida de datos, se obtuvo la aprobación de los consejos escolares. Se realizaron una depuración de los datos y una descripción de las variables en función de la edad (dos categorías: 15-17 y 18-21 años), el sexo y el lugar de residencia. Con la regresión logística se estudió la asociación entre cada variable no sociodemográfica y las variables independientes edad, sexo y ciudad de residencia; se calculó la odds ratio (OR) con intervalo de confianza (IC) del 95% para las variables independientes en relación con cada variable dependiente estudiada. Finalmente se procedió al estudio global de la interdependencia de las variables entre sí mediante la técnica del análisis de correspondencias múltiple (ACM). Fueron utilizados los paquetes informáticos Epi-Info y SPSS.
Resultados
Se recogieron 745 cuestionarios, de los que se descartaron 7 por no figurar la edad o el sexo del encuestado, de modo que quedaron 738 cuestionarios incluidos (368 de Cabra y 370 de Las Palmas). Todos contestaron al menos el 90% de las preguntas. La edad media fue de 17,6 (IC del 95%, 17,5-17,8) y 16,4 años (IC del 95%, 16,2-16,5) en Cabra y Las Palmas, respectivamente. En las tablas 1-3 se indican las asociaciones existentes entre diferentes actitudes y comportamientos con las variables sociodemográficas, expresadas por las OR e IC del 95% (regresión logística).
Accidentes de tráfico
Un 34,4% de los encuestados (IC del 95%, 31,0-38,0) refiere haber resultado herido alguna vez como consecuencia de un accidente de tráfico (coche, moto o bicicleta). La mayoría (83,1%; IC del 95%, 80,1-85,7) usa habitualmente el cinturón de seguridad en carretera. El 36,6% (IC del 95%, 29,9-43,8) no suele utilizar el casco.
Consumo de alcohol
El 88,9% de los adolescentes (IC del 95%, 86,3-91,0) había consumido alcohol: el 69% (IC del 95%, 65,2-72,5) lo probó antes de cumplir 16 años y el 39,7% (IC del 95%, 36,0-43,5) lo consume regularmente (al menos una vez a la semana). Se observó que aquellos que se iniciaron antes de los 16 años tenían más riesgo de ser bebedores regulares que los que lo hicieron a edades superiores (OR, 4; IC del 95%, 2,6-6). El 62,2% (IC del 95%, 58,4-65,9) se ha emborrachado al menos en una ocasión y el 25,8% (IC del 95%, 22,6-29,4) más de 3 veces.
Consumo de tabaco
El 26,4% de los encuestados (IC del 95%, 23,2-29,7) se considera fumador habitual. De ellos, el 81,5% (IC del 95%, 75,5-86,4) es fumador regular (fuma al menos un cigarrillo por semana), el 64% (IC del 95%, 57,1-70,4) fuma a diario y el 30,3% (IC del 95%, 24,3-37,1) fuma más de 10 cigarrillos al día. Los hijos de fumadores tienen más riesgo (OR, 1,5; IC del 95%, 1,1-2,1) de ser fumadores que los hijos de no fumadores. No se apreciaron asociaciones significativas entre el consumo de tabaco y la edad, el sexo o el lugar de residencia.
Consumo de otras drogas
El 26,1% (IC del 95%, 22,9-29,5) ha consumido otras drogas, y un 8,1% (IC del 95%, 6,2-10,4) las toma al menos una vez al mes. El cannabis es la más consumida (25,8%; IC del 95%, 22,6-29,1). Al 49,7% (IC del 95%, 46,0-53,4) le han ofrecido drogas. Consideran que los más indicados para informarles sobre las drogas son los sanitarios (67,1%; IC del 95%, 63,5-70,5) y los ex toxicómanos (70,9%; IC del 95%, 67,4-74,2).
Comportamientos relacionados con la sexualidad
El 21,8% de los adolescentes encuestados (IC del 95%, 18,9-25,0) ha mantenido al menos una relación sexual completa (RSC), y el 14,9% de éstos (IC del 95%, 10,0-21,6) no suele usar método anticonceptivo alguno. La edad media de la primera RSC es menor en la gran ciudad (15,4 años; 15,1-15,7) que en el pueblo (16,8 años; 16,5-17,2). El 31,6% (IC del 95%, 28,3-35,1) tiene insuficiente información sobre temas sexuales. Les gustaría recibir mayor información sobre la prevención de ETS, los anticonceptivos más apropiados en jóvenes y cuestiones a considerar la primera vez que se hace el acto sexual. Opinan que los sanitarios (79,2%; IC del 95%, 76,1-82,1) serían quienes mejor podrían informarles, seguidos de la familia (44,4%; IC del 95%, 40,8-48,1). El 71,6% (IC del 95%, 68,1-74,8) piensa que los embarazos no deseados en adolescentes se deben a la no utilización de medios anticonceptivos, y un 41,4% (IC del 95%, 37,8-45,0), que se deben a la creencia de que la primera vez hay poco riesgo.
Conocimientos y actitudes en relación con el sida
El 87,4% (IC del 95%, 84,7-89,6) y el 81,7% (IC del 95%, 78,7-84,4) conoce que el virus puede contagiarse a través de relaciones homo o heterosexuales, respectivamente, y el 84% (IC del 95%, 81,1-86,5), que puede transmitirse vía materno-fetal. La mayoría de los encuestados estaría dispuesta a conversar (90,2%; IC del 95%, 87,8-92,2) o a trabajar (83,6%; IC del 95%, 80,7-86,1) con enfermos de sida, y al 42,2% (IC del 95%, 38,6-45,9) no le importaría convivir con ellos.
Sedentarismo y comportamientos dietéticos
El 72,5% de los adolescentes (IC del 95%, 69,1-75,7) afirma realizar ejercicio físico (EF) de forma habitual. El 49,9% (IC del 95%, 46,2-53,5) considera que su peso es adecuado, el 28,2% (IC del 95%, 25,0-31,6) que es elevado y el 22% (IC del 95%, 19,1-25,1) que es bajo. El 31,9% (IC del 95%, 28,5-35,5) está intentando perder peso.
Interrelación de las distintas variables (ACM)
En la figura 1 se aprecia la proyección de las distintas categorías de las variables seleccionadas sobre un plano determinado por los dos ejes más significativos (explican el 38% de la inercia). Se observó una agrupación de los hábitos considerados más saludables; en ese mismo cuadrante se proyectaron no haber mantenido RSC y practicar EF. En el otro extremo, se agruparon no practicar EF, mantener RSC y el consumo de tabaco, alcohol y drogas ilegales. Por otro lado, se encontró correspondencia entre no usar habitualmente el cinturón de seguridad y haber sufrido accidentes de tráfico; asimismo, ser bebedor regular se situó muy próximo a este sector. Finalmente, en el lado izquierdo se proyectaron los comportamientos menos deseables, y en el derecho, los más saludables.
Fig. 1 Representación de las variables seleccionadas para el análisis de correspondencias múltiple.
Discusión
Como consecuencia del diseño transversal no se puede realizar inferencias acerca de la causalidad: se establecen hipótesis de trabajo que deberán corroborarse en estudios longitudinales. La cantidad de variables recogidas limita su exploración aislada en profundidad; sin embargo, este enfoque permite interrelacionar una amplia variedad de aspectos del estilo de vida de los adolescentes.
Destaca el elevado número de adolescentes que han sufrido algún accidente. Las chicas, además de haber tenido menos accidentes, son más prudentes en las conductas de tráfico exploradas1,10. Como ya ha sido recogido10, se observó un discreto mayor respeto por las normas peatonales en la zona rural que en la urbana. Es alarmante la proporción de encuestados que sólo utilizan el casco ocasionalmente, similar a lo publicado1,13.
La experimentación con el alcohol y el tabaco es similar a la que se recoge en la bibliografía15. Cada vez son más los que comienzan a fumar y a beber cantidades importantes de alcohol a edades más tempranas, lo que se ha asociado con una mayor probabilidad de presentar hábitos de riesgo en la edad adulta16,17. Al igual que con las otras drogas18,19, sería mucho más eficaz centrar los esfuerzos en evitar la iniciación que intentar que los ya «enganchados» lo dejen. A diferencia de lo publicado14, no se obtuvo una asociación significativa entre el consumo de alcohol por los estudiantes y los padres, aunque sí en el caso del tabaco. No obstante, el consumo masivo de estas drogas por los adultos hace que sea socialmente aceptable.
Se observó que una elevada proporción había probado otras drogas, con una mayor oferta y, por tanto, consumo en la gran ciudad. La práctica totalidad de los consumidores de otras drogas han tomado cannabis1,10,18. Es esencial dar mensajes claros e inequívocos a los jóvenes sobre los efectos dañinos del consumo de esta sustancia20.
Aunque son considerados los más idóneos por los jóvenes, pocos médicos de familia y pediatras hablan de sexualidad con los adolescentes21, a pesar de la eficacia demostrada del asesoramiento en la prevención de las ETS22.
Un porcentaje considerable no suele utilizar métodos anticonceptivos, cifra similar a la descrita por otros autores españoles23, pero muy inferior a la de estudios norteamericanos24.
Es muy preocupante que alrededor del 20% desconociera que el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) puede contagiarse a través de relaciones heterosexuales, la segunda categoría de transmisión más frecuente en España6. Es imprescindible poner en marcha intervenciones efectivas25 antes de que las RSC hayan comenzado.
Muchas más mujeres que varones se consideran insatisfechas con su peso; esto parece ser una consecuencia directa de la tremenda presión social por alcanzar el ideal de belleza basado en la delgadez26,27.
Se aprecia una clara dicotomía entre los hábitos considerados más saludables y los menos saludables. La asociación entre tabaco, alcohol y otras drogas ha hecho plantear la existencia de un «síndrome de comportamientos de riesgo»28. También se ha documentado la asociación observada entre la escasa actividad física y el consumo de tabaco y marihuana29, así como entre las drogas (institucionalizadas o no) y comportamientos sexuales de riesgo18,30. La relación aquí constatada entre el consumo de drogas y los accidentes de tráfico es un hecho ampliamente conocido. Por otro lado, se ha descrito una relación entre sufrir accidentes a edades jóvenes y estar involucrado en otros comportamientos arriesgados31.
En conclusión, los programas de educación para la salud deben preceder al inicio de las conductas insanas, ser multifactoriales y dotados de la suficiente flexibilidad para adaptarse a las peculiaridades locales de cada comunidad.
Correspondencia: Jesús González Lama. C/ Dionisio Alcalá Galiano, 2, 3.º. 14940 Cabra (Córdoba). España. Correo electrónico: jegonla@wanadoo.es
Manuscrito aceptado para su publicación el 28-I-2002.