Sr. Director: El motivo de esta carta surge tras leer la interesante revisión de Lobos et al1 sobre el tratamiento de la insuficiencia cardíaca crónica (ICC). En atención primaria, los recursos diagnósticos y terapéuticos de la ICC se encuentran limitados, lo que complica dicha tarea, y a ello se asocia la confusión creada por la diferente terminología utilizada para describir subgrupos de pacientes con ICC. Nuestro simple objetivo es intentar simplificar los conceptos actuales clínico-terapéuticos de la ICC en un cuadro (tabla 1). Sería necesario establecer con seguridad el diagnóstico sindrómico, que es fundamentalmente clínico, para lo cual existen unos criterios mayores y menores (Framingham), aceptados desde 1971 por todos los autores. En cuanto a la etiología, las causas más frecuentes son la hipertensión arterial y la cardiopatía isquémica, seguidas de las valvulopatías y miocardiopatías2. La historia clínica, junto con el electrocardiograma y una radiografía de tórax, ofrece un muy alto rendimiento en el diagnóstico de la ICC3. Para determinar el tipo de disfunción ventricular se ha de realizar un estudio ecocardiográfico. El estadio funcional hace referencia a la presencia o ausencia de síntomas (disnea y fatiga), lo que nos lleva a la clasificación funcional de la ICC establecida por la NYHA en 1964 en clases I, II, III y IV. El estadio hemodinámico se basa en la presencia o ausencia de signos: a) estado de la perfusión en reposo, en íntima relación con la presión arterial (caliente/frío), y b) evidencia o no de congestión en reposo (húmeda/seca). Esto nos conduce a la valoración hemodinámica a la cabecera del paciente en tipos A, B, L y C4. Es importante identificar los posibles factores desencadenantes (estrés, infecciones, arritmias, incorrecto tratamiento, actividad física excesiva, etc.) para su correcta eliminación o control5. Todo este camino diagnóstico iría encaminado a la instauración de un tratamiento adecuado a cada paciente, aunque no siempre se consiga un tratamiento etiológico como tal. A pesar de los avances y la disminución de la mortalidad, el tratamiento de la IC en la actualidad se basa más en el consenso que en los resultados de ensayos clínicos aleatorizados4, por lo que es necesario recordar que debe ser individualizado y que la excesiva simplificación puede llevar a estrategias de tratamiento inadecuadas. Proponemos en atención primaria la tabla que trata de integrar el tipo de disfunción ventricular, la clasificación funcional, la clasificación hemodinámica y el tratamiento a la cabecera del paciente, volviendo a recordar que algunos pacientes no pueden encasillarse en grupos definidos y que no siempre son coincidentes entre sí las diferentes clasificaciones expuestas.