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Vol. 20. Núm. 8.
Páginas 454-455 (noviembre 1997)
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Evidencia científica versus estado actual de la cuestión
Scientific evidence versus the actual state of the question
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  F Miguel Garcíaa, M. Echevarríaa, E. Pozaa
a Centros de Salud Alameda (Madrid) y Huerta del Rey (Valladolid).
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Sres. Directores: Resulta curioso que en ciertos contextos el sintagma evidencia científica se sitúe en un nivel de certeza menor que el de las dos palabras que lo componen por separado. Evidencia significa «certeza clara y manifiesta y tan perceptible de una cosa que nadie puede racionalmente dudar de ella». Y el adjetivo científico intenta calificar a tal evidencia como más evidente si cabe, al haber sido obtenida por métodos garantizados como seguros. Sin embargo, en medicina no nos sorprende, y conceptualmente lo aceptamos a pesar del significado literal, que lo que denominamos evidencia científica pueda ser falso. Seguramente se debe a que conocemos el efímero alcance de lo científico, y también el margen de error intrínseco que conlleva. Resulta entonces que la unión de los dos términos, aunque intente el reforzamiento mutuo, acaba en una contradicción. Porque lo científico nunca será, por definición, evidente (cierto sin duda) y lo evidente no puede obtenerse a través del siempre sujeto a error método científico. No es sólo una cuestión semántica. El adjetivo científico se utiliza como coartada para afirmaciones y actuaciones evidentemente seguras cuya tal evidencia se resiente con la siguiente publicación.

Por eso resulta tan insatisfactorio el sonoro título de la sección «Evidencia científica en medicina familiar y comunitaria» que periódicamente se publica en su revista. El objetivo de la sección, totalmente loable y necesaria, es repasar el estado actual de conocimientos que nos hace inclinarnos por determinadas pautas de actuación frente a otras posibles. Trata de eliminar sesgos indeseables, pero no infrecuentes, en los fundamentos de nuestras intervenciones (falta de actualización, hábitos erróneos, influencia comercial, demanda de la población inducida por la industria). Pero en sustancia la sección ofrece, más que evidencias científicas, un repaso de los estudios disponibles y unas pautas de actuación conforme a ellos, pautas estas, como no puede ser de otra forma, expresadas en un lenguaje relativo. Por lo tanto el título «evidencia científica» no se adecua ni al contenido ni a los objetivos de la sección.

Además, en la literatura reciente existen al menos dos usos técnicos del término evidencia que pueden confundir al lector. Uno de ellos es el utilizado por el autodenominado «Grupo de Trabajo de Medicina Basada en la Evidencia»1. En sus palabras, la «medicina basada en la evidencia resalta la necesidad de ir más allá de la experiencia clínica y de los principios fisiológicos hacia evaluaciones rigurosas de las consecuencias de las acciones clínicas»2. No se trata aquí de realizar un comentario crítico a esta corriente que interpreta que sus ideas acerca de la medicina constituyen un nuevo paradigma1, aplicando con ligereza el concepto de Kuhn3. Tan sólo quiero decir que su desprecio explícito del papel de la experiencia clínica, de la fisiopatología y del sentido común en la práctica clínica en favor de un predominante papel de los ensayos clínicos controlados, indican una perspectiva alicorta de la realidad de la medicina. Las matizaciones a estos presupuestos fuertes únicamente consiguen sumir a este paradigma en una insustancial ambigüedad. Si la sección de AtenciÓn Primaria quiere distanciarse del restringido enfoque de esta corriente colocando a los ensayos clínicos controlados en su justo e importante lugar, haría bien en diferenciarse terminológicamente de ella.

Por otro lado, existe una teoría lógica y matemática de la evidencia que propone utilizar como alternativa a los valores de p y a los intervalos de confianza, a la razón de verosimilitud4. Esta razón matemática de verosimilitud está en la base de la inferencia bayesiana que, en polémica con los llamados epidemiólogos popperianos5 defensores de la deducción como único método lógico de inferencia científica, defiende la posibilidad de asignar probabilidades subjetivas o grados de creencia a las hipótesis de una manera lógica6. Para no terciar en la con frecuencia agria polémica acerca de lo que sea la evidencia científica y los métodos para lograrla, sería mejor esquivar este término.

Por lo menos, entonces, existen tres razones para evitar lo de «evidencia científica en medicina familiar y comunitaria». (Incluso se diría que la medicina familiar y comunitaria en su imparable ascenso y protagonismo ya dispone hasta de una evidencia científica propia y diferenciada...)

 

Bibliografía
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Evidence-based Medicine Working Group..
Evidence-based Medicine..
JAMA, 268(17) (1992), pp. 2420-2425
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JAMA, 270(17) (1993), pp. 2093-2095
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Goodman SN, Royal R..
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Am J Public Health, 78(12) (1988), pp. 1568-1574
[5]
Weed DL..
On the logic of causal inference..
Am J Epidemiology, 123(6) (1986), pp. 965-979
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Probability versus Popper: an elaboration of the insuficiences of current popperian approaches of epidemiologic analisys. En: Rothman KJ, ed. Causal inference. Chestnut Hill: Epidemiology Resources Inc., 1988; 95-104
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