Sr. Director: Hay una percepción generalizada de que la utilización de los servicios de atención primaria es en muchos casos superior a lo necesario. Este exceso de utilización se ha atribuido a un número limitado de pacientes1, a los que se ha denominado como «hiperfrecuentadores».
No hay, sin embargo, un acuerdo sobre qué es lo que realmente representa la hiperfrecuentación. De hecho, al revisar diferentes publicaciones que han analizado este problema en atención primaria se observa la ausencia de una definición que describa realmente qué se entiende por hiperfrecuentación (tabla 1). En general, se plantea como un número de visitas superior a un determinado valor que se obtiene a partir de valores extremos en estadísticos de la distribución de visitas, como determinados percentiles o la desviación estándar. Esta propuesta presenta importantes limitaciones. La más importante es que no surge de un modelo conceptual sobre la utilización de servicios en atención primaria. Nuestra propuesta se plantea en el siguiente marco conceptual: la utilización excesiva es la que se produce por encima de la que se precisa para el perfil de riesgo de los pacientes, y que no se justifica en términos de beneficios o mejora de resultados de los pacientes. Es decir, la medida de la frecuentación debe tener en consideración las características específicas de cada paciente y el impacto o beneficio que obtiene de su relación con el sistema de salud. Esto implica individualizar la medida de la frecuentación en función de la situación clínica o necesidad que presenta cada paciente en concreto y debe ir más allá del mero ajuste por edad y sexo, e incluir todos los factores que pueden tener una incidencia en la utilización de servicios de salud2,3, como estado funcional, calidad de vida, enfermedades crónicas, sintomatología, nivel social o estructura familiar, entre otras4,5.
Determinar la hiperfrecuentación en función de un estadístico que mide la dispersión en una distribución (percentil o desviación estándar) tiene otras limitaciones. Una de ellas, que en función de las específicas características de la población que atienda cada centro de salud, el número concreto de visitas que define hiperfrecuentación cambia (tabla 1)1-12 y se modifica su prevalencia. Esta propuesta es, además, autoperpetuante: siempre, independientemente de cuál sea la frecuentación, va a haber hiperfrecuentadores, puesto que cualquier distribución va a tener una media o un percentil 75. Por otra parte, esta forma de definirla asume que los que realizan menos visitas automáticamente son los que reciben una atención apropiada. Además, tampoco tiene en cuenta un elemento con un peso indudablemente poderoso: el efecto inductor que las diferentes profesiones pueden tener en la frecuentación6,7. Así, está demostrado cómo los profesionales tienen diferentes criterios en cuanto a la frecuencia de las visitas de seguimiento de sus pacientes, lo que, obviamente, se traduce en que la frecuentación puede, de alguna manera, estar relacionada con la propia continuidad de cuidados8.
Por ello, además de plantear una propuesta conceptual y para evitar confusiones con el término que habitualmente se ha utilizado (hiperfrecuentación), aquí sugerimos un nuevo término: sobrefrecuentación. La sobrefrecuentación se definiría cuando se observa un número de visitas que se encuentra por encima del perfil de riesgo que le corresponde a un paciente concreto. Este replanteamiento de la frecuentación tiene también un valor añadido. Además de pacientes sobrefrecuentadores también sería posible definir profesionales, centros, distritos o áreas sobrefrecuentadores. Es decir, profesionales, centros, distritos o áreas que presentan un número de visitas que supera al perfil de riesgo de la población que tienen asignada.