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Vol. 32. Núm. 5.
Páginas 315 (septiembre 2003)
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Guerra, evidencias, guías y nuestra semFYC
War, evidence and our semFYC
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F Miguel García  a
a Dirección Técnica de Farmacia. SACYL. Valladolid. España.
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Sr. Director: No nos hacía falta una guerra para comprobar que el lenguaje es un instrumento extraordinariamente útil para cambiar la realidad. En este arte, los promotores de la medicina basada en la evidencia (MBE) son verdaderamente ejemplares, pues han sabido apropiarse de lo mejor del lenguaje médico para su uso y disfrute. Y ahora aparece otra palabra: honestidad.

Estoy seguro de la buena voluntad de los autores del editorial semFYC: «Guía Terapéutica en Atención Primaria Basada en la Evidencia: una obra honesta y práctica»1. Pero ahí radica el problema, en la equiparación inocente de MBE con honestidad y, viceversa y sin decirlo, en la sospecha automática que hoy despierta una guía no MBE por parcial, sesgada o simplemente no rigurosa.

Quien ha tenido el gusto, o el deber, de leer artículos y guías autodeclaradas MBE no deja de sorprenderse de la abundancia, en muchos de estos textos, de medias verdades, valoraciones incompletas, juicios oblicuos, sobreinterpretaciones, cacareos y lugares comunes. Parece que en cuanto uno declara las fuentes y el procedimiento seguido para su búsqueda y selección, ya garantiza que ha leído técnicamente bien los artículos, los ha valorado con equilibrio y contraste de pareceres y los ha transferido a la práctica con tino y sentido común. No dudo de que así se haga. Pero la explicitud de la metodología no asegura ni la bondad ni el rigor de una revisión. Esto hay que repetirlo. Porque ahí yace un gran error y una gran coartada que la MBE, en tanto que institución, utiliza para ocultar su verdadera razón de ser, un holding y una práctica al sutil servicio de la industria.

Se dirá que al menos se garantiza lo mínimo, la transparencia. Otra trampa. Porque siempre se han citado las fuentes, siempre se ha revisado la bibliografía. Lo añadido por la MBE es la estandarización de esa tarea y del etiquetado de los artículos; por cierto, otra entelequia disfrazada de rigor ­hay que declarar de una vez por todas la perversión intrínseca de estas gradaciones de la evidencia­ que los autores del editorial hacen bien en poner en cuarentena.

Lo que ocurre es que esta «transparencia» metodológica se traslada automática e inconscientemente a la «transparencia» de lectura e interpretación. Pero tal transparencia es un mito: la lectura y la valoración siempre tienen un componente subjetivo. No es una herejía anticientífica. Basta comprobar cómo los autores resumen los resultados de un estudio. Y basta con recordar que en la inocencia acerca de la objetividad de la ciencia hace tiempo que el hombre moderno (menos los médicos, por lo que parece) perdió, al percatarse del insoslayable papel del sujeto y del instrumento en toda observación y, claro, en todo proceso interpretativo.

A lo que íbamos. El amor por el procedimiento de la MBE, su «honestidad» exhibida, esconde que «juicio, ordenación, valoración o inferencia» son precisamente los elementos que tienen que ver con la honestidad, pero casualmente pertenecen al territorio de lo intangible. Al final será la coherencia interna, la forma de argumentar y fundamentar, la coincidencia con nuestros esquemas y saberes previos (la «ciencia normal» de Kuhn), la competencia conocida del autor, etc. los rasgos que nos hagan «fiable» una revisión. O sea, como toda la vida. Pero peor, por la pretendida apariencia de objetividad.

De modo que no haría mal nuestra querida Sociedad en prescindir de neofetiches y ofrecer, como casi siempre, buenos materiales sin la necesidad de hacerlo obligatoriamente bajo el paraguas de «honestas y prácticas» banderas (barras y estrellas, ya nuestras ¡ay! evidenciales).

Bibliograf¿a
[1]
Guía Terapéutica en Atención Primaria Basada en la Evidencia: una obra honesta y práctica. Aten Primaria 2003;31:75-6.
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