Sres. Directores: Recientemente se han publicado varios estudios1-3 que hacen referencia al cambio en los últimos años en la utilización de fármacos hipotensores, donde diuréticos y bloqueadores beta experimentan un descenso significativo a expensas principalmente de un incremento de inhibidores de la enzima conversiva de la angiotensina y antagonistas del calcio, lejos de las recomendaciones actuales del VI Joint National Committee de Hipertensión Arterial4. Además existe una importante controversia sobre si el incremento producido por los costes de los nuevos fármacos se ve compensado por un aumento en los beneficios sanitarios3 y en particular en la mejora de las cifras tensionales (CTA). En este sentido en el Centro de Asistencia Primaria de Valls nos planteamos realizar un estudio en el que analizamos la evolución de las CTA de los pacientes hipertensos (PHTA) entre los años 1990 y 1997 y el tipo de tratamiento antihipertensivo utilizado.
El estudio es de tipo retrospectivo longitudinal desde el 1 de enero de 1990 hasta el 31 de diciembre de 1997. La muestra de 89 PHTA se seleccionó mediante muestreo aleatorio simple del fichero de factores de riesgo de los tres contingentes de la unidad docente de medicina familiar y comunitaria en 1990 (n=360). Se recogieron las siguientes variables: edad, sexo, cálculo de la media de las tres últimas determinaciones de TA registradas en 1990 y en 1997, así como el tipo de tratamiento farmacológico seguido en cada período. Se excluyen del estudio aquellos pacientes cuya única medida terapéutica fuera la dieta. El análisis estadístico se hizo mediante la t de Student para datos pareados, considerando diferencias significativas p<0,05. De los 89 pacientes incluidos en el estudio se produjeron 12 pérdidas. Los 77 PHTA restantes presentaban una media de edad al inicio del estudio de 63,4 años (DE, 10,4), siendo un 34,2% varones y un 65,8% mujeres.
En la tabla 1 pueden observarse los diferentes tratamientos farmacológicos utilizados en relación con las cifras de TA media. La cifra de presión arterial sistólica media (PASm) pasó de 152,4 mmHg (DE, 19,3) en 1990 a 151,1 (DE, 15,3) en 1997 (diferencia no significativa), mientras que la cifra de presión arterial diastólica media (PADm) pasó de 90,3 mmHg (DE, 7,9) en 1990 a 86,1 (DE, 7,4) en 1997, diferencia significativa (p<0,001).
Cabe destacar que, mientras en 1990 cerca de un 70% tomaba diuréticos, incluyendo asociaciones, en 1997 sólo lo hacen aproximadamente un 40%; por otro lado, menos del 10% tomaba inhibidores de la enzima conversiva de la angiotensina en 1990, incrementándose a casi un 44% en 1997. Un cambio similar, aunque menos exagerado, experimentan los antagonistas del calcio, que de aproximadamente un 22% pasan a cerca del 31%, al contrario que los bloqueadores beta, que de un 16% disminuyen a cerca de un 4%.
Creemos que nuestro estudio, si bien no estima resultados finales (disminución de morbimortalidad), puede aportar datos útiles a la hora de valorar la actuación del médico de atención primaria, si observamos la evolución que han experimentado las CTA de nuestros pacientes a lo largo de esta década.
Globalmente los PHTA se encuentran mejor controlados en 1997 que en 1990, y si bien sólo se han obtenido diferencias significativas en las cifras de PAD, creemos que se puede valorar como positivo el hecho que las PAS no hayan empeorado con los años, algo que podría esperarse como consecuencia del envejecimiento de los pacientes de la cohorte.
Resulta difícil interpretar qué papel están desempeñando en estos resultados factores tales como la introducción de la reforma sanitaria en estos últimos años, que ha supuesto una mayor dedicación en el seguimiento y control de estos pacientes, el cumplimiento y el más amplio abanico terapéutico actual. Una de las causas de este hecho podría atribuirse muy probablemente a la presión por parte de la industria farmacéutica, que por otro lado ha contribuido a la existencia de un arsenal terapéutico más amplio, posibilitando seguramente que las CTA estén mejor controladas en 1997 que en 1990, resultados que por otro lado se encuentran en la línea de otros estudios que valoran si las nuevas tendencias terapéuticas actuales5,6 consiguen un adecuado control de las CTA y logran reducir la morbimortalidad debida a la HTA.
Finalmente, y ante los resultados obtenidos, creemos que debería abrirse un debate en torno a la pertinencia de las actuales recomendaciones del VI JNC de HTA, así como valorar en el futuro la realización de otro tipo de estudios o líneas de investigación que permitan apreciar con precisión el papel que desempeñan otros factores como el cumplimiento terapéutico, la tolerabilidad de los fármacos, el control y seguimiento, etc. en el buen control de la HTA.