Sr. Director: Permítame felicitar a De Lorenzo-Cázeres Ascanio1 por su carta publicada en Atención Primaria, donde refleja su empatía por un colectivo que queda desamparado por la ley. Me refiero al colectivo de los «acosados en el trabajo» (trabajadores afectados de mobbing, hostigamiento, psicoterror, intimidación, harcelement, bossing, bullying, whistleblowers, ijime, etc.).
Yo querría añadir que desde las unidades de salud laboral de Cataluña, coordinadas por el Departament de Salut de la Generalitat y con funciones de apoyo a la asistencia primaria en el ámbito de la salud laboral, entre muchas otras actividades, observamos que cada año va en aumento la derivación de casos por ansiedad y/o depresión posiblemente relacionados con el trabajo. Concretamente, en la Unitat de Salut Laboral del Barcelonès Nord i Maresme los casos remitidos por compañeros médicos de familia por ansiedad y/o depresión relacionada posiblemente con el trabajo han sido un 48,1% del total de casos del pasado año. De estos casos, la media de edad (± desviación estándar) era de 40,2 ± 10,4 y un 62,2% eran mujeres. La mayoría de los trabajadores afectados tenían contrato fijo (86,5%) y un empleo en servicios (43,2%) o en manufactura (32,4%). Un 94,6% afirmaba que era acosado por un superior, o sea, que era víctima de mobbing tipo bossing.
Atendemos a personas con trastornos afectivos, a las que se les suman trastornos psicosomáticos, algunas de ellas con ideas de autólisis, que piden una vía de fuga del lugar de trabajo, o sea, una incapacidad temporal, lo que añade un problema económico. Finalmente, todo repercute en el plano familiar y social. ¡Y, para colmo, en el lugar de trabajo se les acusa de ser personas inestables con bajos rendimientos! Yo me pregunto: ¿qué resistencia tiene el ser humano al estar sometido a una situación vejatoria durante años?
No me atrevo a decir si este problema es emergente porque en la actualidad ocurre más o porque ahora se comunica más, o probablemente por ambos motivos, pero en Europa la tendencia es también creciente, con una estimación por parte de la Organización Mundial de la Salud de más de 12.000.000 afectados2.
Cabe recordar que si se dan situaciones de este tipo en algunas empresas es porque éstas lo permiten, ya sea por ambigüedad de roles, arbitrariedades, estilos de mando, confusión, cultura de equipo, amiguismo y muchos etcéteras. Pero, más allá de estos datos objetivos, considero que la mejor forma de transmitir el sufrimiento de estos trabajadores es a través de la carta, que con el permiso de su autora, transcribo a continuación. Se trata de una misiva en la que una de mis pacientes pedía consejo a una abogada que había escrito un artículo sobre el mobbing:
Acabo de leer su documento definitivo sobre mobbing y me ha parecido sorprendente. Llevo desde las 10 h de la mañana del día de hoy en la calle y son algo más de las 22 h y es lo primero coherente con lo que me encuentro. Le explicaré.
Estoy padeciendo un proceso de este tipo, digamos que llevo 4 años trabajando en unas condiciones de trabajo «anómalas» y las consecuencias han derivado en una enfermedad (depresión, ansiedad, trastornos del sueño, trastornos alimenticios, una hernia discal y, lo peor, desear morirme). Esta mañana he ido a la psiquiatra, me ha cambiado el tratamiento, un antidepresivo más fuerte, dosis más altas, paciencia y nueva visita para dentro de 4 semanas con ella y algo más de un mes con una psicóloga (todo esto por vía urgente). Luego me he reunido con una compañera, que también está afectada, y que tenía visita con el médico de la Unidad de Salud Laboral. Él nos recomienda la posibilidad de presentar una denuncia. Nos comenta que ha hablado con una doctora de otro centro de salud laboral de su zona capacitado para hacer investigaciones dentro de los centros de trabajo relacionados con un presunto caso de acoso. El médico me explica que ha comentado a la doctora que tiene 6 casos de mi centro de trabajo con el mismo problema (algunos de mis compañeros y yo) y que ve indicios suficientes para actuar al respecto. Respuesta de la doctora: «Ya lo sé, pero este centro de salud laboral ya no puede investigar estos casos».
Encontramos la dirección de una asociación contra el mobbing en Internet y allá que vamos; mala suerte, sólo hacen visitas los primeros y terceros jueves de cada mes. Hoy es miércoles. Llamamos a otra asociación contra el mobbing a la que habíamos acudido antes con la intención de concertar una cita con una abogada que les ayuda para que nos guíe en la redacción de la demanda, que tenemos la intención de presentar en la Inspección de Trabajo. Nadie contesta al teléfono, llamamos insistentemente, tampoco hay contestador y nadie lo coge. Sólo visitan los jueves; también casualidad, ¿no?
Hemos pedido una cita con un abogado de mi sindicato, indicando que necesitamos un especialista en mobbing. Nos presentamos en la consulta y como nos faltan 21 días para que haga 6 meses que estamos afiliadas (tiempo mínimo por normativa interna para asesoramiento gratuito) nos quieren cobrar 38 e . El marido de mi compañera lleva 24 años sindicado y enseña su carné. «No sirve, la consulta no es para usted.» Discutimos, después de un rato preguntamos si la persona que nos va a atender es un especialista en la materia. «No, sólo es un abogado laboralista.» «Entonces déjame hacer la consulta y si me va a poder ayudar te pago la visita.» «No, si no pagas no entras.» «Pues la consulta la hará él (marido de mi compañera)». «Vale, pero entrará solo.» Esperamos 25 min y se cruzan miradas de desprecio, no nos atienden, nos vamos. Bajamos a la cuarta planta, queremos darnos de baja, nos escuchan, no hacen nada, no hay administrativos para tramitarlo, no pienso volver, nos vamos. Ni siquiera nos han preguntado el nombre.
Hemos llamado a un bufete, que suponemos son especialistas en esto, iremos mañana, ¿será lo que esperamos? ¿Alguien que sepa lo que hay que hacer y cómo hacerlo? No lo sé, pero he decidido que nadie, jamás en la vida, me va a volver a humillar, valgo mucho más, y mis hijos (3 y 4 años) y los míos también. Voy a ir hasta el final, sea el que sea, pero con la cabeza bien alta. Soy una víctima y estoy harta de tener que justificarme ante todo el mundo (empresa, servicio médico de la empresa, comité de empresa y salud laboral, los médicos --que no dudan de mí y reconocen que estoy enferma pero, simplemente, no estaban allí para verlo, los médicos de la inspección, la Seguridad Social, mi propio sindicato, el resto de gente que trabaja en el mismo centro y que lo padece o no...). ¡Dios!, estoy agotada, pero viva y decidida.
Por favor, ¿conoces a algún abogado al que pueda acudir? Necesito al mejor, independiente, fuerte y que sepa lo que se trae entre manos.
Dicho esto, si la pregunta es: ¿debemos levantar la voz?, espero que la respuesta esté contestada.