Sres. Directores: Nos ha complacido mucho leer el artículo de Magaña Loarte et al1 sobre la factibilidad de infiltraciones en nuestro medio, demostrando lo que algunos ya intuíamos por nuestra experiencia personal, y que llevamos años aplicando, promocionando y enseñando a otros compañeros. Que las infiltraciones son desde hace 30 años un medio eficaz para la resolución de problemas reumáticos y traumáticos ya era conocido2; ahora cada vez más estudios lo demuestran en el medio de la atención primaria3,4.
Sin embargo, queremos hacer dos observaciones sobre las indicaciones de su uso.
1. Los autores realizaron 2 infiltraciones de «tendinitis» del ligamento lateral de la rodilla. Evidentemente, no existen tendinitis de esta estructura. Probablemente se refieran a esguinces del ligamento lateral, o quizás procesos inflamatorios de otras estructuras anejas, como la inserción distal del bíceps femoral o la cinta iliotibial. Es verdad que no es preciso llegar al diagnóstico anatómico exacto de la lesión para que el corticoide infiltrado surta su efecto antiinflamatorio, si se inocula en la zona de máximo dolor. Pero conviene recordar que la cara externa de la rodilla es una región especialmente delicada, ya que el ligamento lateral externo de la rodilla es un grueso cordón que, si es infiltrado en su interior, corre riesgo de que se formen cristales de corticoide y se produzca su rotura.
2. Nos sorprende que después de un año no hayan tenido ocasión de infiltrar ningún síndrome del túnel carpiano. Nosotros hemos de hacerlo a menudo, cuando fracasan las medidas ortopédicas y los antiinflamatorios orales5; ya que es una patología muy prevalente, la técnica es sencilla y los resultados son satisfactorios en el 60-70% de los casos6.
Animamos a los autores a que incorporen esta última técnica a su arsenal terapéutico si no lo han hecho aún, y evalúen también su factibilidad en atención primaria.