Sres. Directores: Hemos leído con atención el interesante artículo de J.E. Magaña et al, publicado en el número 1 del volumen 23 de la revista que dirigen, y nos parece oportuno realizar una serie de matizaciones. Efectivamente, estamos completamente de acuerdo en que la terapia con infiltraciones debe ser asumida, al menos en primera instancia, por el médico de atención primaria. Al fin y al cabo, tan sólo se trata de una técnica instrumental, con sus indicaciones concretas, sus contraindicaciones y no exenta de efectos adversos potenciales; pero, como toda técnica, realizable sin grandes riesgos tras un entrenamiento adecuado. Nuestro grupo lleva realizando infiltraciones en nuestro medio (rural y urbano) desde 1990, y tan sólo hemos tenido 2 casos de atrofia cutánea tras infiltración de tendinitis de De Quervain1,2, que por otra parte se resolvieron espontáneamente antes de 6 meses1. El resto fueron efectos adversos menores (flare postinyección y dolor transitorio en el lugar de inyección como más frecuentes).
En nuestra opinión, coincidiendo con una gran mayoría de autores3-5, no es imprescindible la realización de dicha técnica de manera completamente aséptica; es suficiente con un lavado adecuado de manos (no necesariamente quirúrgico), así como mantener las precauciones necesarias en cuanto a no dirigir la aguja con el dedo enguantado (cuestión ésta también discutible: la necesidad del uso de guantes), no hablar directamente sobre la aguja distinta para realizar la infiltración. Es cierto que la aparición de una artritis séptica es un riesgo potencial, pero que se presenta en una de cada 14.00050.000 infiltraciones6: en la bibliografía por nosotros revisada, no se considera imprescindible el uso de una técnica aséptica para realizar una infiltración3-7.
Por otro lado, la cuestión de cuánto tiempo debemos esperar antes de reinfiltrar o de cuántas infiltraciones se «pueden» aplicar en un mismo proceso son temas no resueltos. Existen opiniones muy diversas sobre esta cuestión2,4,5. En principio, parece prudente no infiltrar una articulación de carga (rodilla) más de 3 veces en un año, así como no superar el número de 3 infiltraciones en partes blandas por proceso, y no repetir esta serie más de 3 veces en un año. Nosotros esperamos, como norma, 2 semanas antes de reinfiltrar. Qué duda cabe que las infiltraciones constituyen un arma terapéutica de extraordinaria utilidad, pero que debe ir siempre acompañada de otros tratamientos (fisioterapia, reposo, termoterapia, etc.). De hecho, si infiltramos la vaina de un tendón sobrecargado, pero no observamos un adecuado reposo o un adecuado proceso de reeducación de los procesos biomecánicos que han llevado a la sobredosificación del tendón, el cuadro clínico reaparecerá tarde o temprano.
Efectivamente, a pesar de que existen trabajos publicados sobre infiltraciones con anestésicos exclusivamente, con suero fisiológico, estamos completamente de acuerdo con los autores en que son necesarios más trabajos que comparen la eficacia y efectividad de infiltrar con esteroides frente a placebo, AINE orales o incluso frente a anestésicos sin esteroides. Algunos autores defienden que el efecto de la infiltración se debe más a su acción mecánica (rotura de adherencias, distensión) que al efecto del esteroide; aunque quizás lo más interesante sea la valoración del tiempo que el paciente permanece asintomático y si ello es debido a la infiltración, al reposo, a la termoterapia, a la fisioterapia o a varios de estos factores a la vez.
De cualquier manera, estamos completamente de acuerdo con los autores en cuanto a que la terapia con infiltraciones debe ser asumida por los profesionales de atención primaria.