Sres. Directores: El sueño es un hecho muy importante en nuestras vidas, basta recordar que pasamos durmiendo alrededor de un tercio de nuestra existencia. Definiremos el insomnio como una situación clínica en la que se aqueja una reducción involuntaria del tiempo total del sueño y/o una mala calidad de éste, que se acompaña por trastornos de los quehaceres de la vida diaria, con molestias tales como dificultad de concentración, fatiga o irritabilidad1. El insomnio es un síntoma bastante generalizado entre la población, que se asocia a gran variedad de cuadros clínicos y, por tanto, afecta con gran frecuencia a los pacientes que acuden a las consultas de atención primaria2,3.
Se realizó un estudio en la unidad de salud mental perteneciente al Centro de Salud de Fuentes Norte de la ciudad de Zaragoza, de forma retrospectiva, de una muestra representativa de la población consultante de septiembre de 1994 a septiembre de 1995 seleccionada de una forma aleatoria y sistemática con significado para la muestra general.
El estudio fue realizado en 166 pacientes, de los que 118 presentaban insomnio (71,08%) y 48 no lo tenían (28,91%). De los 118 pacientes con insomnio, 90 (76,27%) eran mujeres y 28 (23,72%) varones. La media de edad era de 45,33 años. La edad media de los que tenían insomnio era de 47,37, significativamente mayor (p<0,001) que la de los que no presentaban insomnio (40,33); la edad más alta se encontraba en pacientes con insomnio terminal (58,54%), siendo más baja en los de insomnio proximal (47,13%).
Los resultados fueron de un 39,9% con insomnio crónico y 60,90% con transitorio.
El motivo de derivación más frecuente, desde la consulta del médico generalista, fue de síndrome depresivo (44,57%), mientras que por ansiedad fueron derivados el 30,72%.
El insomnio terminal tuvo mayor importancia en el episodio depresivo y en el trastorno depresivo recurrente, mientras que el insomnio inicial se refleja de mayor interés en los trastornos de ansiedad y en los de adaptación.
Los fármacos más utilizados durante la primera visita y previos a ésta, en el total de la muestra, fueron los ansiolíticos, utilizados en el 56,70% (93 pacientes), mientras que los empleados en la última revisión fueron los antidepresivos (64,95%), con una disminución de los ansiolíticos de forma significativa (p<0,001).
Nuestra muestra no puede generalizarse a toda la población, ya que parte de un sesgo de selección, al ser población que presenta algún tipo de trastorno psiquiátrico; no obstante, es interesante comparar los resultados de prevalencia en la población general que la bibliografía sitúa en un 20-50%3,4, y en nuestra muestra de pacientes psiquiátricos atendidos en atención primaria observamos cifras del 71,08% de insomnio, lo que coincide con datos que situaban el insomnio en pacientes psiquiátricos en aproximadamente dos tercios5,6.
Tras ser tratados en la unidad de salud mental, se observaron mejorías en el insomnio, pero también un cambio en la farmacología empleada, disminuyéndose el uso general de fármacos, y en especial de hipnóticos y ansiolíticos, y dotando de mayor interés a los antidepresivos.