Cada día que pasa es más necesario encontrar soluciones política y técnicamente aceptables al problema de la recertificación periódica de los médicos y, más en concreto, de los médicos de familia. En este número de la Revista se publica un artículo especial en el que se exponen diversas reflexiones sobre la recertificación del conjunto de los médicos, marco general en el que debe situarse la de los especialistas en medicina de familia y comunitaria.
El problema es intrínsecamente complejo y lo es aún más por las dificultades que, en el caso de los médicos de familia españoles, supone la existencia de distintas asociaciones profesionales que agrupan a los médicos que trabajan en atención primaria. Creo que para poder hablar de soluciones viables al problema de la recertificación es preciso conseguir previamente avances muy significativos en el proceso de coordinación/unificación de dichas asociaciones. Hasta ese momento sólo será posible profundizar en los aspectos conceptuales y metodológicos de la recertificación a partir de estudios o experiencias de carácter piloto que permitan probar o validar, entre otros elementos, distintos instrumentos de evaluación nuevos o no utilizados previamente en nuestro país.
Estas limitaciones no deben ser argumento para desaconsejar este tipo de estudios, todo lo contrario, ya que necesitamos ir acumulando experiencia en el diseño, puesta en práctica y evaluación de los resultados de las más modernas técnicas de análisis de la competencia profesional y prepararnos así para cuando pueda generalizarse su aplicación.
Otro aspecto en el que debería irse progresando desde el momento actual es el de la generación de un estado de opinión colectiva favorable a la implantación de sistemas de recertificación de los médicos de familia que tengan como objetivo principal contribuir a la mejora de la situación de la competencia profesional y no el de perseguir a ultranza a los médicos con problemas en este campo.
A menudo olvidamos que los procesos de evaluación de la competencia y recertificación están estrechamente relacionados con las actividades de mejora continua de la calidad, con las que comparten instrumentos comunes tales como las auditorías de historias clínicas o la observación directa de la práctica profesional. Es preciso tener presente este hecho y potenciar el desarrollo de sistemas e instrumentos de recertificación que puedan aprovechar los datos generados en el ámbito del análisis de la calidad.
En nuestro país una condición previa para la implantación de un sistema de recertificación es el desarrollo de un modelo de carrera profesional de los médicos de familia, inexistente hasta la actualidad. Sería absurdo pretender instaurar la recertificación sin tener clarificada su trascendencia y repercusiones directas e indirectas sobre el progreso del médico.
Para conseguir una aceptación mayoritaria de la recertificación es imprescindible que el sistema sanitario y, dentro de él, las empresas empleadoras generen expectativas relevantes de mejora laboral y científica en el profesional y que las sitúen en relación directa con los resultados de los procesos de recertificación.
Es preciso garantizar unos niveles suficientes de accesibilidad de los médicos de familia a las actividades formativas que les permitirán adquirir los elementos competenciales que formarán el núcleo de los exigidos en la recertificación. Juntamente con esta garantía de accesibilidad deben coordinarse las prioridades de los programas de formación con las de las pruebas o criterios de evaluación utilizados para conceder la recertificación.
Creo que todos los sectores que se sienten implicados en la recertificación (Sociedades, Colegios, Administraciones...) deberían reflexionar en profundidad sobre la conveniencia de que todo el proceso fuese desarrollado y controlado por una Agencia de Evaluación de las Profesiones Sanitarias independiente. Es posible que una solución de este tipo pudiera contribuir a acelerar el proceso de implantación de la recertificación en España, eliminando o disminuyendo significativamente las suspicacias que podría levantar el hecho de que estuviera controlada principal o absolutamente por uno o más de los sectores mencionados. Por otro lado, con esta opción podría ser más fácil alcanzar un mayor grado de profesionalización de la evaluación, al contar la Agencia con la participación de los correspondientes expertos en la utilización de las técnicas evaluatorias. Evidentemente, esta alternativa restaría algún poder y protagonismo a los sectores implicados, aunque no por ello tendrían que dejar de influir en el proceso de recertificación, por ejemplo mediante su participación en un hipotético Consejo o Patronato que tuviera como misión esencial el diseño de las líneas estratégicas del sistema.
La recertificación de los médicos de familia, como la de los restantes especialistas, debe ser obligatoria. Es evidente que la obligatoriedad puede ser explícita (necesidad de cumplir unos criterios con una periodicidad determinada para poder continuar ejerciendo) o implícita (el cumplimiento de los criterios tiene unas repercusiones muy importantes de tipo económico, profesional y social para el médico). En el primer supuesto, además de poder evaluar fiablemente la situación promedio de la competencia del colectivo, podremos identificar los grupos de profesionales en situación de riesgo de bajo nivel de competencia e introducir las medidas para ayudarles a salir de esta circunstancia, antes de pensar en la puesta en marcha de acciones sancionadoras. En el segundo caso es mucho más difícil conseguir estos dos objetivos. Está claro que en las fases iniciales de implantación del sistema de recertificación pueden establecerse escalones de obligatoriedad implícita que originen repercusiones progresivamente mayores sobre el futuro del profesional, hasta llegar finalmente a la obligatoriedad explícita. Creo sinceramente que hemos de perder el miedo a hablar de recertificación obligatoria y que, en cambio, hemos de poner el énfasis en la generación de un clima de opinión favorable y de confianza en la transparencia, imparcialidad, espíritu constructivo y de ayuda del sistema y de los criterios de recertificación.
Ya he señalado previamente que la recertificación de los médicos de familia españoles no puede llevarse a cabo aisladamente y que es necesario situarla en una perspectiva coetánea respecto al desarrollo del sistema para las restantes especialidades. Nuestro mérito como colectivo debería consistir en mantenernos en la vanguardia conceptual y técnica del proceso de implantación del sistema y, al mismo tiempo, evitar dar pasos precipitados que nos pongan en riesgo de ser devorados por el fuego antes de tiempo.