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Vol. 19. Núm. 9.
Páginas 493-495 (mayo 1997)
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La reforma y el neoliberalismo
The reform and neoliberalism
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J. Gérvasa
a Equipo CESCA. Madrid.
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Sres. Directores: Esta es una «carta al director» al cuadrado, pues va dirigida a esa sección y se refiere a un editorial firmado por uno de los co-directores1. Por este carácter especial, espero que se me permita cierta amplitud en su extensión.

«La» reforma no es más que «una» reforma, la del Partido Socialista Obrero Español; es, pues, la reforma «psocialista». Fue una reforma política, con escaso o nulo contenido científico. Una reforma inmadurable, que todavía hoy, 12 años después de su promulgación, hay que considerar inacabada y no criticable, pues no ha llegado a su fin: es, todavía, un infante. Sorprende que cerca de aquí, en el Reino Unido, 5 años de reforma de la medicina general ya den para analizar la reforma y hacer nuevas propuestas; allí, por lo visto, se madura rápidamente2. Aquí los ciudadanos votan con los pies, y todos los que pueden evitan esta atención primaria reformada; son los 2 millones de funcionarios ­con MUFACE y similares­, los 6 millones que pagan cobertura privada y otros afortunados3. Respecto a los médicos recién licenciados, cuando pueden elegir en el MIR, escogen otras especialidades. Así pues, la reforma es no criticable, pero poco atractiva.

La reforma «psocialista» fue dinamitada por los reformadores: en su organización introdujeron bombas, similares a los virus informáticos, que se activan con el tiempo; el tiempo que demuestra que aquello fue un sueño peligroso4. Así, en todos los centros de salud reformados, en los que no se hacen actividades docentes a diario (ni una vez a la semana), es decir, en cientos, se ha activado una bomba y se ha dinamitado la teoría. Ítem más, en los que se llega tarde y se sale pronto sistemáticamente, otros centenares; más bomba y dinamita. Lo mismo en los centros en los que los profesionales faltan días enteros al trabajo y se sustituyen entre sí, sin solicitar ni vacaciones, ni permiso alguno (se conceden «morroscosos»): más dinamita. ¿Qué decir de las discusiones del personal auxiliar, por si tiene que llevar a cabo o no determinada labor?

El Estado de bienestar no se defiende con bellas declaraciones, sino con el trabajo eficiente y diario. Es decir, rechazando programas y protocolos que carecen de base científica y llevan al disparate de gastar 1.189 millones de pesetas por muerte evitada, como en el caso del protocolo de la Unidad Docente de Medicina Familiar y Comunitaria de Barcelona, para el tratamiento de la hiperlipemia5. Sobre todo, no aumentando la morbimortalidad de la población española, promoviendo, por ejemplo, el uso de antagonistas del calcio para el tratamiento del infarto y postinfarto, o de la hipertensión6,7, como se demuestra al analizar su consumo8. El colmo es incluir como actividad preventiva preguntar a las mujeres, anualmente, por la hemorragia posmenopáusica, lo que ni siquiera se analiza al evaluar la prevención del cáncer por autores de valía9. Estas y otras actividades son las que hacen a España menos competitiva, las que dificultan distribuir riqueza, que se despilfarra con programas y protocolos absurdos e ineficientes.

No, desde luego la reforma «psocialista» no se hizo con experimentación científica previa alguna. Sencillamente se ha sembrado España de centros de salud sin tolerar la menor disidencia10. Vale la pena que ahora se aproveche la pequeña oportunidad que deja algún área sin reformar para hacer experimentos controlados, que no tienen por qué ir por la línea catalana, desafortunada, de dar al lobo el cuidado de la ovejas (de conceder a los hospitales la organización de la atención primaria).

¿Es una locura, un ataque al Estado de bienestar, a los profesionales, promover la transformación de médicos asalariados en profesionales independientes?, ¿el promover el pago capitativo?3,10-15. Si es así, locos debieron ser los laboristas ingleses, socialistas, que después de la Segunda Guerra Mundial crearon el Servicio (que no Sistema) Nacional de Salud con médicos generales profesionales independientes que contratan con las autoridades sanitarias para cuidar de un «cupo» de pacientes y organizarse en pequeños grupos que contratan, a su vez, al personal auxiliar para trabajar en centros de propiedad privada, con cobro básico por capitación15. Y locos tienen que estar en Dinamarca y en los Países Bajos, donde existe la misma organización de la medicina general16. Desde luego, no hay método de pago exento de dificultades, como hemos revisado recientemente... a petición de una revista portuguesa (tablas 1-3)17, pero el pago capitativo es una buena opción, sin duda.

La teoría sobre los centros de salud y los equipos carece de base científica. Nadie puede creer que grupos de 25 profesionales de media18,19 sean un equipo, en contra de toda la evidencia20. Sólo hay que observar lo que sucede en la práctica4, para hacerse una idea del fracaso de la reforma, que no lo hace por las críticas sino por acientífica, inconsistente, dogmática y absurda. Ni siquiera ha logrado aliviar la presión sobre los servicios de urgencia hospitalarios21 o resolver el problema del rol de la enfermera22.

Las sociedades científicas se han librado, al cabo de los años, del yugo «psocialista», que las unció al carro de una opción política capaz de mentir respecto a la OTAN y de ser infiltrada por decenas de autoridades corruptas y, posiblemente, asesinas. Hay que pedir a esas sociedades que promuevan el debate de la búsqueda de la eficiencia, de la calidad, del prestigio profesional, y que se olviden del canto de sirena de aquellos que hoy han cambiado de chaqueta, se declaran «técnicos» y están dispuestos a sobrevivir infiltrados en el Partido Popular y en cualquier opción política que alcance el poder.

Por último, es fácil reducir todo a una cuestión personal, del firmante, como hemos oído decir. Falso. A mis 48 años, con un matrimonio feliz, 4 hijos, 2 nietos y una vida profesional plena, que comenzó con 22 Matrículas de Honor, Premio Extraordinario Fin de Carrera y defensa de una tesis doctoral cum laude, continúo con ilusión mis 23 años de médico general (los últimos cuatro en un centro de salud que supera en muchísimo a la media) y mis actividades científicas (más de 200 publicaciones en revistas nacionales e internacionales, incluyendo AtenciÓn Primaria, la coordinación de una experiencia bellísima de alerta bibliográfica23, el trabajo como miembro y representante de la semFYC en el Comité de Clasificación de la WONCA y el grado de profesor visitante en la mejor escuela de salud pública del mundo, probablemente, la Johns Hopkins). No es una cuestión personal. Sólo que me siento solidario de Unamuno y otros españoles del 98 al ver la España que podía haber sido y no es, al menos en el campo sanitario.

¿Es esto neoliberalismo?

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