Introducción. La leishmaniasis cutánea no es una enfermedad frecuente pero, como todas las enfermedades infecciosas, hay que tenerla presente para poder llegar a diagnosticarla. Las manifestaciones clínicas dependen de la virulencia de las distintas especies, provocando una reacción inflamatoria aguda y crónica con tendencia a cicatrizar, que en raras ocasiones evoluciona a leishmaniasis cutánea y/o visceral.
Caso clínico. Paciente de 34 años de edad, sin antecedentes médicos de interés, trabajador de la construcción (2 meses previos al ingreso estuvo construyendo una nave en el campo, en las Marismas del Rocío, donde dormía). El paciente acude a urgencias del hospital por presentar un cuadro de polimialgias y contracturas musculares intensas tras esfuerzo físico. La exploración clínica es normal. Se solicita análisis de sangre, electrocardiograma y radiografía de tórax, con resultados normales, excepto creatinina 2,7, urea 73, CK 630 (con CK-MB de 13). Tras iniciar fluidoterapia, el paciente mejora ostensiblemente, tanto clínica como analíticamente, presentando valores de urea de 47, creatinina de 1,20 y CK de 160, por lo que se procede al alta, con el diagnóstico de rabdomiólisis e insuficiencia renal prerrenal. A la semana acude a su
médico de atención primaria para comunicarle que no se encontraba bien; se explora exhaustivamente por órganos y aparatos, observándose una lesión maculopapulosa con costra negruzca en el antebrazo derecho (el paciente la presenta desde hace 20 días). Se le propone su extirpación mediante cirugía menor ambulatoria en el centro de salud, lo cual acepta, y se le practica una nueva analítica, cuyos resultados son normales, excepto CK 869 con CK-MB normal. La anatomía patológica de la lesión extirpada en el antebrazo dio como resultado una leishmaniasis cutánea.
Se deriva al servicio de medicina interna con dicho diagnóstico, se hace análisis donde la única alteración es CK 869. En la ecografía abdominal se observa una ligera hepatoesplenomegalia, por lo que se procede a instaurar tratamiento con antimoniales durante un mes. Posteriormente, se realiza un hemograma y una bioquímica de control, con resultados normales. El paciente desde entonces está totalmente asintomático.
Discusión y conclusiones. La forma clásica de la leishmaniasis cutánea es la denominada Botón de Oriente, que ocurre en las regiones tropicales y subtropicales de Asia menor, China, las zonas mediterráneas y la India. La leishmaniasis cutánea es producida más frecuentemente por el complejo de la Leishmania tropica, que está integrado por la Leishmania tropica major (zoonosis rural de roedores) y la Leishmania tropica minor (parásito del perro y del hombre en el medio urbano); los promastigotes son inoculados en la piel, y el parásito se convierte en amastigote y se multiplica en los macrófagos locales. Las manifestaciones clínicas dependen de los factores de virulencia de las distintas especies de leishmania, y se observa una respuesta inflamatoria aguda y crónica caracterizada por fagocitos mononucleares infectados y no infectados, linfocitos y células plasmáticas que confluyen y forman pápulas con tendencia a la ulceración y se acompañan de lesiones satélites en la cara y las extremidades, las cuales tienden a cicatrizar; suelen curar en uno o 2 años1-3,4.
En los primeros estadios, la mejor prueba diagnóstica es el frotis y el cultivo del material obtenido de la lesión; las pruebas serológicas más universalmente recomendadas son las que utilizan anticuerpos monoclonales para identificar leishmanias por RIA o inmunofluorescencia, la más sensible es serología por ELISA5. El tratamiento de elección lo constituyen los antimoniales, a la misma pauta de leishmaniasis visceral (15 mg/kg/día) con control electocardiográfico periódico y de las enzimas pancreáticas durante el tratamiento por la aparición de posibles efectos secundarios (cardiotoxicidad y pancreatitis aguda); si es resistente, se utiliza anfotericina B6.