El permanente avance de la telefonía móvil en la vida diaria puede traducirse en beneficios para los investigadores, especialmente en el campo de la salud1,2. En 2010 ya existían más de 250 millones de smartphones en el mercado global de telefonía móvil y en 2025 se espera que 5.000 millones de personas tengan uno3. Con este exponencial crecimiento, la mayoría de sujetos que participan en investigaciones tienen un teléfono inteligente4 y utilizan de forma habitual programas de mensajería instantánea (Whatsapp®, Blackberry-Messenger®, etc.).
La investigación utilizando estos dispositivos es cada vez más frecuente5 y, desde un punto de vista investigador, estas tecnologías pueden ser excelentes aliados5 al mejorar la comunicación generada por los medios tradicionales1. Hay varios motivos para ello: la reducción de gastos derivados de las llamadas telefónicas, del SMS, así como del tiempo dedicado a la puesta en contacto con los sujetos; puede ser una herramienta de anonimato perfecta, asociando un código a un número de teléfono; se tiene constancia del momento en que el sujeto ha leído la información suministrada por el investigador y además permite una mayor cercanía entre el participante y el investigador.
Esta aplicación puede utilizarse como complemento a otras estrategias, pero resulta especialmente útil para estudios longitudinales y multicéntricos donde se necesite recordar cualquier información. Como es sabido, en muchas investigaciones una parte de la muestra que se pierde está asociada a la falta de comunicación o a simples olvidos. En nuestra experiencia, empleamos esta tecnología con el objetivo de reducir posibles pérdidas experimentales y mejorar la comunicación investigador-participante.
Para ello, se realizó un análisis de la metodología de investigación llevada a cabo en un estudio en el Servicio de Urgencias Externas del Hospital Universitario San Cecilio (Granada, España) en 2012 con 32 médicos residentes (datos no publicados) donde se solicitaba la toma de 6 muestras de saliva a lo largo de 2 días distintos. Para cada una de las 12 recogidas de datos, se les envió un recordatorio mediante un Whatsapp®, llegando a un total de 384 envíos. Esta comunicación supuso 17 cambios del día de experimentación y 16 consultas sobre el proceso que permitieron no tener bajas experimentales ni incidencias en la toma y recogida de las muestras.
La comunicación se realizó desde un terminal anónimo y que contaba con un verificador de entrega y lectura de los mensajes instantáneos enviados. Finalizada la investigación se borraron los datos. Estos fueron tratados conforme a la ley 15/1999 española.
Los presentes resultados señalan que podemos servirnos de los programas de mensajería instantánea para reducir las bajas experimentales y aumentar la calidad de las investigaciones reduciendo errores.