Tras la lectura del trabajo de Taravilla et al.1 en el que se describe la elaboración de un mapa de errores de medicación de ámbito extrahospitalario, queremos hacer varias observaciones. En primer lugar, nos gustaría felicitar a las autoras por la orientación práctica de su trabajo, que analiza modos de fallo en el proceso de utilización de medicamentos de su ámbito y propone medidas correctoras concretas.
El estudio sobre la seguridad de los pacientes en atención primaria de salud (APEAS) mostró una prevalencia de sucesos adversos del 18,63‰ (7,45‰ incidentes y 11,18‰ efectos adversos). La medicación fue factor causal del 48,2% de los efectos adversos (EA), no del total de sucesos adversos2 como indican las autoras. El porcentaje de EA por medicación en hospitalización es inferior (37,4% según el estudio ENEAS)3. El estudio APEAS también mostró el origen de los EA por medicamentos (centro de salud 85%, atención especializada 14,2% y farmacia 0,8%), su severidad (leves 64,3%, moderados 30%, graves 5,7%) y lo más importante, que el 59,1% son evitables (66,1% de los moderados y graves)2. En hospitalizados solo el 34,8% de los EA por medicación son evitables3. Para aproximarnos a la relevancia real de estas cifras, dado que en los centros de atención primaria del Sistema Nacional de Salud en el año 2009 fueron atendidos 28.438.666 usuarios (incluidas las consultas de medicina de familia y comunitaria, pediatría y enfermería)4, podemos inferir que 153.249 pacientes podrían haber sufrido un EA relacionado con la medicación ese año, de los que 90.557 hubieran sido evitables.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) comunicó en 2009 una clasificación internacional para la seguridad del paciente, en la que también se incluye una taxonomía para los incidentes por fármacos, por lo que su uso generalizado facilitaría la comparabilidad y análisis entre diferentes centros, áreas o países, dificultado por el uso de clasificaciones más locales5.
El mapa de errores de medicación elaborado en este trabajo nos parece de gran utilidad, por el gran número de notificaciones analizadas (3.412 solo en atención primaria y oficinas de farmacia), por la participación en el sistema voluntario de notificación de todos los profesionales implicados en el proceso de utilización de medicamentos (enfermería, farmacia, facultativos) y porque permite priorizar medidas correctoras basadas en el análisis de resultados reales. Cabe añadir la posibilidad de declaración de incidentes por parte de los propios pacientes, ya contemplada en los sistemas de notificación de algunas comunidades autónomas, como Andalucía.
Aunque las autoras apuntan a la probable infranotificación de errores con daño (4,8% del total), esto no afecta a la utilidad del sistema de notificación voluntario de incidentes. Existe una razón aproximada de un EA grave por cada 30 EA menores y por cada 300 incidentes sin daño6. Dado que los incidentes sin daño son mucho más frecuentes y tienen los mismos mecanismos causales que los EA, de su análisis se obtienen medidas que disminuirán tanto el riesgo de incidentes sin daño como el de EA por fármacos6.
En atención primaria los fármacos originan el 48,2% de los EA, siendo evitables el 59,1%2; esto hace necesaria la implicación de todos los profesionales a través de la notificación voluntaria de incidentes y de la implantación de las barreras de seguridad obtenidas de su análisis. Esta implicación debería ser más marcada en el caso de los facultativos, dado que realizan menos de la cuarta parte de las notificaciones (23,7%) y que la prescripción médica origina el 56,9% de los errores de medicación1.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.