Hace 38 años, Lalonde indicó la incoherencia existente entre los determinantes de la salud y el gasto económico, sin embargo, actualmente sigue primando la atracción por las nuevas tecnologías en detrimento del colectivo más eficiente y principal vínculo con la población, la Atención Primaria de Salud (APS).
Tras analizar la evolución de la APS, he llegado a la conclusión de que se ha errado a nivel político-gestor; haciéndose caso omiso a las distintas recomendaciones de la OMS («si los países quieren […] proporcionar atención de calidad, han de orientarse hacia la APS») y otros expertos. Obviándose las conclusiones derivadas de la Declaración de Alma-Ata1 y legislaciones como el RD 3303/782, donde se reconoció la relevancia del médico de familia (MF) como «figura fundamental del Sistema Sanitario».
Como consecuencia del hospitalocentrismo, del desprestigio hacia la APS y del desinterés político por la inclusión de la Medicina Familiar y Comunitaria (MFyC) en las facultades españolas; se ha trasladado al estudiante la idea de que el desarrollo de una medicina basada en habilidades técnicas, o de un manejo de reducidas patologías, es el único abordaje válido (olvidando además las necesidades de una sociedad con un perfil crónico-pluripatológico).
Como estudiante de medicina en continua formación y evolución, y posible futuro MF, reconozco que me seduce muchísimo la visión holística de la MFyC, más que especializarme en un órgano, aparato, sistema o técnica quirúrgica. Tratando al individuo en su integridad y no a enfermedades aisladas (no son muchas las especialidades que puedan presumir de ello). La MFyC puede ofrecerme distintas ventajas (respecto a otras especialidades) al poder satisfacer las demandas de consulta de una población muy heterogénea, además de desarrollar una labor sostenible y accesible a toda la sociedad (a pesar del copago y demás restricciones recientes), actuando como filtro del SNS. Siendo lo que más valoro, la idea de extender la labor asistencial a las familia y a la comunidad, algo que me resulta profundamente enriquecedor.
Pero para poder valorar la función del MF, entiendo necesario que el alumno conecte con la MFyC y con la APS, debiendo considerarse la introducción de MFyC en los planes de estudios3 una prioridad de política sanitario-educativa. A los estudiantes no nos atrae lo desconocido (difícilmente se eligirá una especialidad con la que no se ha contactado). Así lo han entendido la mayoría de países europeos acatando las recomendaciones del EEES, pero pese a esta «europalización» (concepto al que se acogen en numerosas ocasiones nuestros dirigentes para justificar sus decisiones), los políticos españoles han mostrado poco interés al respecto (hasta la Orden ECI/332/20084).
Sin embargo, a pesar del «desgane» político, veo importantes avances en este aspecto, y atendiendo a un estudio estatal5, de las 22 facultades participantes (actualmente existen en España 39), evidenciaremos resultados esperanzadores («el 95,5% de las facultades ofrecen un rotatorio de MFyC», «16 facultades cuentan con una asignatura sobre MFyC»). Pese a esta mayor representación de en las facultades, MFyC sigue siendo una de las especialidades menos demandadas en el MIR (MIR 2010-11: «al concluir la primera sesión, quedaron vacantes 325, perteneciendo 267 de ellas a la MFyC»6).
Entiendo que las políticas sanitario-educativas no han «sabido» (siendo benevolentes) inculcarnos a los estudiantes el valor que representan la APS y MFyC en nuestra sociedad. No obstante, puede que los estudiantes tengamos cierta responsabilidad, al dejarnos (algunos) influir por los valores de una sociedad (que parece estar en quiebra moral) preocupada por el atractivo social y las perspectivas económicas, entendiéndose que una mayor especialización es directamente proporcional al prestigio socio-laboral.
Desde aquí, quisiera manifestar mi admiración al colectivo de APS, especialmente a los/las MF.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de intereses.