El cambio físico y mental más significativo que presenta una persona tras haber sufrido una lesión neurológica es la disminución o perdida de su dependencia en las actividades de la vida diaria, lo que inmediatamente introduce a un miembro del equipo de salud poco reconocido, el cuidador, que es aquella persona encargada de las necesidades básicas y psicosociales del paciente de manera continua y permanente, influenciando y determinando conductas en el paciente y su núcleo familiar1. En Estados Unidos de Norteamérica se calcula que actualmente existen 36 millones de personas que cursan con algún grado de discapacidad, lo que corresponde al 14,5% de la población general2, adicional al cambio en la pirámide poblacional en donde se estima que en el continente americano existen 91 millones de personas mayores de 60 años, número que se incrementa con un tasa anual del 3 al 5%, ciclo vital en donde se concentra la gran prevalencia de enfermedades crónicas y, por ende, discapacidad. El cuidado de la salud de la persona con discapacidad corresponde en mayor medida a la familia y al sistema doméstico, esta actividad terapéutica que generalmente transcurre sin recibir una remuneración representativa, ya que es asumida generalmente por mujeres de la familia en un 80%3. La presencia de una persona con discapacidad altera generalmente la dinámica familiar, genera situaciones estresantes, depresión y ansiedad, altera el estado de ánimo del cuidador y su capacidad para atender, generando conductas agresivas hacia el paciente, e incluso alterar el tratamiento del mismo, este fenómeno es lo que se denomina sobrecarga del cuidador4.
En la Clínica Universidad de la Sabana se realizó un estudio descriptivo, analítico, de corte transversal, durante los meses de diciembre de 2010 a febrero de 2011, en los cuidadores informales de pacientes asistentes al programa interdisciplinario de rehabilitación; se entrevistaron un total de 70 cuidadores informales, se aplicó la entrevista autodiligenciable de sobrecarga Zarit, en el cual se encontró una prevalencia de sobrecarga del 27,1% (fig. 1), que en mayor porcentaje corresponde a mujeres, entre los 31 y 40 años, en donde su etapa productiva es mayor, lo que sustenta el coste económico de la sobrecarga, así como también se evidenció que los cuidadores que disponen de mayor tiempo al día para atender a sus familiares presentan mayor grado de sobrecarga siendo más de 13 h al día lo que representa mayor riesgo.
Otro de los factores encontrados en el presente estudio fue el menor porcentaje de sobrecarga en los cuidadores que contaban con la ayuda de un cuidador formal siendo esta de un 21,2%, lo que aporta gran importancia, ya que en nuestra población cautiva el 67% cuentan con esta persona, lo que explicaría también la variabilidad de prevalencia frente a otros estudios en donde solo el 5% cuentan con la colaboración de un cuidador formal.
En la Clínica Universidad de la Sabana contamos con un programa integral dirigido a pacientes con algún grado de discapacidad, el cual está conformado por médicos fisiatras, terapeutas físicos, psicólogos, trabajadores sociales y fonoaudiólogos brindándole a los pacientes y a sus familias una rehabilitación física y mental. Basados en los principios éticos y morales como médicos es nuestro deber realizar la detección precoz de la sobrecarga de los cuidadores, permitir la intervención oportuna del equipo de salud creando estrategias de fortalecimiento y apoyo en su proceso adaptativo, optimizando la salud del cuidador y del paciente, con el fin de prevenir el síndrome de sobrecarga del cuidador o realizar una detección temprana del mismo.