Introducción
El problema que los médicos españoles llevamos padeciendo para encontrar un puesto de trabajo digno1 cuando acabamos la especialidad no es una situación nueva ni mucho menos pasajera. El exceso en la oferta de médicos y la falta de creación de puestos de trabajo y convocatoria de oposiciones para acceder a ellos hacen que la calidad y remuneración de los trabajos que se ofrecen sean no sólo ridículas, sino en algunos casos denigrantes. No es extraño oír hablar a algún médico que paga más por la «canguro» que cuida de sus hijos que lo que recibe por la guardia de atención continuada.
En países como el Reino Unido, Suecia, Portugal, entre otros, el problema es exactamente el contrario. Las restricciones a la hora de entrar en las universidades o el hecho de que el sueldo de un médico sea el mismo que el de una persona que realiza un trabajo manual han generado un déficit de profesionales que, en el Reino Unido, por ejemplo, roza cifras alarmantes en el momento actual, pero que promete empeorar con la jubilación próxima de los médicos que hace años vinieron de las colonias británicas a paliar una crisis que parece volver a resurgir con fuerza y sin esperanzas de ser resuelta en poco tiempo.
Parece ser que la solución al problema de estos países con escasez de médicos es ese país mediterráneo que tantas veces han visitado en sus vacaciones, cuya planificación a la hora de formar médicos ha sido exactamente la contraria no sabe qué hacer con todos los que le sobran y que considera una buena idea enviarlos al extranjero para descongestionar un poco la enorme oferta existente en el mercado2. La libre circulación de médicos en la Unión Europea favorece este hecho, aunque parece que puede verse afectada en un futuro por dos circunstancias: la descentralización de los sistemas sanitarios nacionales y la modificación de la directiva europea sobre reconocimiento de títulos profesionales3.
Trabajar como médicos en el extranjero
Tanto el gobierno sueco como el del Reino Unido hicieron sus cuentas y parece ser que les salía rentable ir a buscar médicos a España para intentar solventar su crisis4-9. El dinero que tenían que poner a cambio de un médico completamente formado, especialidad incluida, y con un currículo que muchos suecos e ingleses quisieran tener consistía en un viaje con todos los gastos pagados para conocer la zona, cursos de la lengua nativa para que el problema del idioma no fuera un obstáculo y toda clase de facilidades a la hora de traslados, trabajo para la pareja del que la tuviera y ayuda para los niños. En España, el programa suponía dar una salida al exceso de especialistas sin puesto de trabajo de una manera sencilla. Se vio la oferta como una solución a un problema, en lugar de como una puerta de investigación y desarrollo de un país que forma médicos con una calidad tal que son capaces de trabajar no sólo en el país de origen para el que se formaron, sino que se adaptan a las condiciones de vida de un país distinto, con un sistema distinto de salud y unas características sanitarias y demográficas diferentes que necesitan y son resueltas de forma distinta y con distintos medios que en España.
El programa en ambos países se ofertó en España y el resultado fue la respuesta, en realidad escasa, de unos cuantos médicos que decidieron salir del país, por duro que fuera, a cambio de una oportunidad para ejercer la profesión con un poco de dignidad.
Las ventajas y los inconvenientes
La realidad en ambos casos, con las diferencias que supone comparar el modo de vida de países diferentes, no ha sido demasiado distinta.
En ambos países los puestos que se han ofrecido han sido aquellos que nadie quería debido a la población marginal que había o a la ruralidad de la zona.
El reconocimiento de la especialidad en Suecia, por ejemplo, era un ejercicio tan arduo que parecía que lo que pretendían era que, aburrido por la burocracia, desistieras del empeño y trabajaras como un residente más, con lo que eso representa a la hora de recibir un sueldo digno y de obtener el reconocimiento profesional del tiempo trabajado si optas por la posibilidad de ejercer en otro lugar dentro del mismo país o en uno diferente. La libre circulación de profesionales y el reconocimiento de especialidades que en este momento existen en la Unión Europea eran viables, pero resultaban demasiado complicados para convertirse en realidad10,11.
En un país como Inglaterra, donde la interculturalidad es un proceso mucho menos reciente que en España, los Spanish GP (general practitioners) representaban para algunos la misma solución que hace algunos años fueron los médicos de India y Pakistán: «médicos para las zonas marginales a mitad de precio» (Congreso de la Wonca, junio de 2002, Londres)12. El problema de la desigualdad de oportunidades en este país es patente en cuanto al reconocimiento de las especialidades o al derecho a acceder a ellas: personas de países de fuera de la Unión Europea no pueden acceder a determinados puestos de consultant (grado máximo que un especialista puede adquirir en este país) por el simple hecho de que el país que figura en su pasaporte no cumple los requisitos que permiten acceder a los exámenes13.
Con respecto a todas las facilidades prometidas, resulta que quedan en agua de borrajas: el dinero desaparece en los bolsillos de los organizadores, y los correos electrónicos, las direcciones de correo y los teléfonos nunca permiten dar con la persona adecuada para solucionar los problemas que aparecen, y que no son pocos: dificultades en el reconocimiento de títulos, necesidad de una persona del país que te conozca para que en el banco te permitan abrir una cuenta corriente, el empleo prometido a la pareja, la ayuda para que tus hijos puedan entrar en un determinado colegio, el dinero que se suponía te reembolsaban por la mudanza y muchos otros que van surgiendo a medida que te introduces en la vida cotidiana de un país en el que la forma de hacer las cosas y los trámites burocráticos funcionan de manera distinta de aquel del que venimos, unas veces para bien, pero otras también para mal.
Finalmente, cuando uno se va porque el trabajo que se le proporciona tiene unas condiciones que no sólo no se adecuan a sus habilidades profesionales, sino que además no está reconocido socialmente y el sueldo es risible, ¿se plantea uno volver? ¿Existen posibilidades reales «de un regreso»? (tabla 1).
¿Por qué plantearlo como una «vía de descongestión» cuando somos «una alternativa de calidad»?
Es indudable que las cosas no son fáciles cuando uno tiene que marchar a otro país. En estos momentos la emigración es un tema de discusión álgido en España y las condiciones de los emigrantes que a nuestro país están llegando no son precisamente las más adecuadas. Nosotros, como país miembro de la Unión Europea, tenemos la ventaja de la libre movilidad y el reconocimiento de los títulos se nos garantiza por ello, pero a veces la situación es tan triste y desesperante como la del emigrante que procede de fuera de estas fronteras. Independientemente de que uno marche por su cuenta o «protegido» con un programa europeo y un convenio firmado tanto por el país que «presta» los médicos como por «el que los solicita», los problemas no desaparecen: los títulos no son reconocidos salvo tras un largo peregrinar de ventanilla en ventanilla. Las dificultades del idioma están siempre patentes y la calidad de los puestos de trabajo que se ofertan se encuentra siempre por debajo de la media en cuanto a remuneración y calidad de trabajo se refiere. A todo esto, siempre hay que añadir que cuando uno forma parte de «un programa» siempre hay intereses políticos por medio y, aunque en ocasiones los trámites burocráticos son menos lentos de lo habitual, la rémora que produce el título que te regala el programa para facilitarte el papeleo se vuelve en tu contra cuando quieres ser tratado del mismo modo que tus colegas autóctonos, porque ser como eres, una «ficha política», genera recelos y siempre tropezarás con aquellos que estaban a favor del programa y se intentarán aprovechar «del saldo» que representas; y no hay que olvidar a los que están en contra y te pondrán los obstáculos necesarios para hacerte más difícil el trabajo del día a día porque «eres un inmigrante» y, como tal, tienes menos categoría hasta que seas capaz de demostrar lo contrario.
Tal vez los puntos negativos son los que más se resaltan pero, como elemento positivo, siempre se puede decir que el empleo que se proporciona en el exterior «es más digno» que el que a uno le ofrecían en su propio país, una vez que uno consigue demostrar que está tan cualificado o más que el resto de los médicos del país.
En cualquier caso, como médico español que visitó primero Suecia y ahora trabaja en Inglaterra, considero que sería una buena idea que «alguien» fuera capaz de sentarse con los organizadores de estos programas y «vendernos» a buen precio, como especialistas bien formados que somos, y no creer que estos programas son la solución a la sobreoferta de trabajo que hay en España y una vía de descongestión y solución a un problema, en lugar de una puerta abierta para sentirnos orgullosos de la calidad de los profesionales que tenemos (tabla 2).
Correspondencia: Teresa Sánchez-Sagrado. Flat 8, 45A Canning Street. L8 7TA. Liverpool. UK. Correo electrónico: teresaj72@hotmail.com
Manuscrito recibido el 21 de febrero de 2003.
Manuscrito aceptado para su publicación el 5 de marzo de 2003.