Leyendo el trabajo de Richard Roberts en Atención Primaria de junio de 20131 vienen a mi mente todas las sensaciones vividas en los últimos meses y que han dejado una profunda huella en mi interior, como médico y sobre todo como paciente. Aunque mi actividad actual se desarrolla en la atención especializada, concretamente en la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Clínico Universitario San Carlos de Madrid, mis recuerdos me llevan hasta el Centro de Salud «La Paz» de Badajoz, a finales de los años noventa, como residente de Medicina Familiar y Comunitaria.
Tiempos intensos y felices que me acercaron al paciente y a la enfermedad y a una Medicina Familiar y Comunitaria de altísima calidad de la mano de mis tutores, Timotea Garrote Florencio, Francisco Buitrago Ramírez y Juan José Dorado Martín. Ellos me enseñaron la auténtica Medicina y despertaron en mí, como buenos tutores, el sublime amor por el paciente.
A pesar de los años y de la vida que nos lleva por derroteros tan complejos, ya en la atención especializada, continúo leyendo todo lo relacionado con la atención primaria —mi auténtica vocación— favorecido por las nuevas tecnologías, y no pasé de largo el editorial del Dr. Roberts, presidente de la WONCA, en el que reflexionaba sobre su viaje al Congreso Anual de la semFYC en Bilbao y la patología sufrida, así como el exquisito trato recibido en el Basurto Ospitalea.
A finales de junio de 2013 me diagnosticaron un proceso neoplásico maligno grave y tuve que acudir por primera vez a mi Médico de Familia (¿estas cosas no le pasaban a los demás? ¡Si solo tengo 40 años!). Aleatoriamente, según el criterio del administrativo que no conocía mi profesión, fui asignado al cupo de la Dra. María Mercedes Rubio Sánchez-Tirado en el Centro de Salud «La Palma» en el centro de Madrid. Acudí a ella por primera vez en mi vida como paciente y directamente para solicitar la baja laboral una vez explicada, de forma torpe, mi patología. Me encontré con una Médico de Familia extraordinaria, sensible, seria y cercana, y sobre todo con un alto nivel profesional. Varias intervenciones quirúrgicas y un mes entero de ingreso hospitalario viviendo la enfermedad desde el otro lado de la mesa, y un día en el hospital me sorprendió la visita de mi Médico de Familia. Del médico a su paciente. La visita de mi Médico de Familia, de mi doctora, me reconfortó y me alivió.
Creía que en estos años la Medicina de Familia se había deshumanizado, sobre todo en las grandes ciudades, en las grandes urbes en las que nadie conoce a nadie. Sin embargo, con esta visita, supe que no estaba solo y que ella estaría a mi lado. A pesar de la presión asistencial, de las guardias, de las reclamaciones, de la burocratización, de los protocolos. De la gran ciudad. Ella estaría a mi lado siempre. Mi Médico. Compartiendo mi dolor y mi miedo.
Sirva esta Carta al Director de la revista Atención Primaria como reconocimiento, como paciente y como médico desde la atención especializada, a la labor de los Médicos de Familia.
A pesar de los actuales tiempos tan complejos, los pacientes os necesitamos tanto...