Hemos leído con agrado y especial atención la carta enviada por Sarría-Santamera A et al.1 con relación a nuestro artículo sobre la hiperfrecuentación (HF) en atención primaria (AP) y servicios de urgencias (SU) hospitalarias publicado en su revista2. En la misma se mezclan, en nuestro criterio, varios conceptos: el de la sobrecarga asistencial de los SU, el de la adecuación o no de la utilización de estos y el de los pacientes frecuentadores.
Es conocida la tendencia al aumento progresivo de la utilización de estos recursos asistenciales2. Según los datos del Barómetro Sanitario 20173 existe un ascenso en el uso de los SU por parte de la población española, llegando al 31,9% del total. A su vez, se puede comprobar en la literatura como los pacientes frecuentadores suponen un porcentaje de asistencias muy superior al de la población que representan, y este porcentaje va en aumento4, y continúa existiendo interés en conocer la adecuación en el uso tanto de los SU como de AP por parte de estos5.
El concepto de HF en el sistema sanitario es universal cualquiera que sea su modelo6. Aunque hay autores que propugnan definir la HF en función de los criterios como la superación de un determinado percentil o desviación estándar sobre lo que supone la media de visitas, o tomando como referencia más que el número de visitas el intervalo entre ellas7. La mayor parte de los autores continúan estableciendo un determinado número de visitas como elemento definitorio sin existir consenso en donde establecer el punto de corte8.
En el registro FIDUR se optó por centrarnos en un grupo de pacientes que se han definido como superfrecuentadores o HF, aquellos que consultan al menos en 10 ocasiones a lo largo de un año9. Nuestro estudio2 se ha centrado en la identificación del perfil del paciente que hiperfrecuenta los SU hospitalarios y además la AP, dejando claro que los resultados no permiten valorar la adecuación de las visitas ni del uso del sistema. Admitiendo todas las limitaciones ya comunicadas tanto en este estudio como en otro anterior sobre FIDUR10, hemos podido identificar a una población con mayor edad y complejidad que acude de forma regular y frecuente en ambos niveles asistenciales frente a una población más joven y de menor complejidad que frecuenta de manera irregular los SU y no hiperfrecuenta la AP. No hemos pretendido hablar de «sobreutilización» por encima de la que se precisa para el perfil de riesgo del paciente11 sino de la necesidad de optimizar un plan de seguimiento y mejora en la transición de cuidados de pacientes hiperfrecuentadores de mayor complejidad.
El objetivo último de la investigación en servicios de salud es estudiar las relaciones entre estructura, proceso y resultados de la atención sanitaria. Asumiendo con matices, en este contexto sometido a debate, en el primer caso un adecuado entorno político y normativo, existen demasiadas lagunas en este tema en lo referente a los aspectos de prestaciones, entorno y población, como para establecer estrategias seguras y definidas en lo tocante a procesos y, menos aún, a resultados12.