Sr. Director: En diciembre de 2003 estuvimos en el Congreso de la semFYC en Barcelona. Al comienzo de una de las mesas, el auditorio se inundó de una melodía polifónica que probablemente sería uno de esos teléfonos móviles tan cacareados en televisión que disponen de multimedia, envío de datos... Nos fastidió, pero no le dimos importancia; de hecho, a alguno nos recordó que debíamos poner el nuestro en modo silencioso. En pocos minutos sonó otra deliciosa melodía que por su brevedad debía ser el anuncio de un mensaje corto.
En nuestra ingenuidad pensamos que dos toques serían suficientes para que todos los compañeros recordasen lo molestos que son estos sonidos cuando no vienen de tu propio móvil. Pero durante toda la sesión (2 horas) pudimos oír no menos de 15 móviles (nos cansamos de contar).
Es cierto que nada ni nadie nos recordó que, por cortesía con el ponente y con los compañeros, debíamos desconectarlos (¿hace falta?). ¿Qué proponemos, apagarlos? Tenemos escalofríos sólo de pensar que alguien nos pueda llamar y no saberlo, pero todavía nos queda valor, coraje y CORTESÍA para ponerlo en modo vibrador o silencioso durante unas horas.
En algunos centros de salud las paredes están inundadas de carteles que solicitan al «paciente-usuario-cliente» que, por favor, apague su móvil, y sin embargo nosotros acudimos a cualquier lugar como si estas recomendaciones no fuesen con nosotros. ¿Acaso tenemos patente de corso?
Por favor, la prevención es un pilar en atención primaria, por lo que en ciertos sitios deberíamos volver a proponer aquello de «PÓNTELO, PÓNSELO» (el modo silencioso, por supuesto).