Sres. Directores: Muchas veces uno se pregunta ¿cuáles son en realidad las funciones de las sociedades científicas de AP?, y en concreto, ¿cuál es la misión de la junta permanente de la semFYC? Porque si como uno intuye se trata la de defender el nivel competencial de los médicos de primer nivel, y por ende los intereses de los médicos de cabecera, cae en el desánimo cuando observa impotente cómo otra sociedad, caso de la de pediatría, insta repetidas veces a la Administración a aumentar la edad pediátrica «hasta la mayoría de edad», sin que ninguna de las tres sociedades que aglutinan a los médicos de primer nivel manifieste su disconformidad1.
Porque, al margen de las diferentes concepciones sobre lo que debería ser el primer nivel, u otras derivadas de entender cuál es la mejor atención que se puede proporcionar a la infancia la especializada por especialistas hospitalarios (pediatras) o la generalista por médicos de familia , se dejan vislumbrar, como razón fundamental de tal iniciativa, los intereses laborales de aquellos que integran dicha sociedad científica. Sociedad, que dicho de paso, intenta por ello, y sin encontrar resistencia alguna, copar parcelas, estratos de edad, de la AP que son por definición competencia exclusiva del único profesional médico de este nivel: el médico general/de familia.
En este sentido, el aumento de la edad pediátrica está incrementando las plazas de pediatras en detrimento de aquellas que podrían corresponder a los recién salidos médicos de familia. A modo de ejemplo, en nuestra zona básica de salud (31.475 tarjetas sanitarias individuales) los 1.971 niños de hasta 7 años podrían ser atendidos perfectamente con un solo pediatra y además con toda comodidad si a los médicos generales se les permitiera (que no obligar) atender a este tramo de edad, que sería lo propio ; en cambio, si a éstos les sumamos los 2.386 niños que hay hasta 14 años, se incrementan a un tiempo en 2 plazas los especialistas de pediatría que se precisan en nuestro centro de salud que es lo que en realidad ha sucedido.
O, lo que es lo mismo, el trasvase, legal o no pues dicho estrato tendría que ser compartido, según la normativa vigente, entre pediatra o médico general2 de este tramo de edad condujo a la pérdida de al menos una plaza de médico general en nuestra ZBS (al amortizarse tras la jubilación) y al hecho, a mi entender aún más grave, de que ningún médico de nuestro centro de salud (excepción hecha de las unidades periféricas al mismo, donde me sitúo, que se resisten numantinamente) pueda atender a ningún niño hasta esa edad.
Con todo ello quiero señalar que, en mi opinión, las distintas sociedades científicas de AP, y en concreto aquella que aglutina a más del 50% de los médicos del primer nivel en nuestro país, están haciendo un flaco favor al médico del primer nivel. Un mal servicio, no sólo a la concepción de la medicina familiar, a su nivel competencial, caso de la atención integral de los más pequeños enmarcados en su estructura familiar, sino a aquellos a quien tienen el deber, la obligación, de defender: los médicos de familia.
Agradecería, leídas estas líneas, una nota aclaratoria sobre cuál es la postura de la semFYC al respecto, para así de una vez poder ir haciéndome/nos una composición de lugar sobre lo que nos deparará en un futuro inmediato la «medicina familiar» en nuestro país.