Sres. Directores: Hemos leído con interés el editorial de García y Cordón1 sobre prescripción inducida (PI) y desearíamos aportar algunos de los datos del estudio que hemos realizado en nuestra área.
Durante mayo de 1998 se realizó un reclutamiento de las prescripciones realizadas por 23 médicos de distintos EAP del área, en 2 días asignados al azar a cada uno de ellos. De cada prescripción se valoró: número de envases, coste, grupo farmacológico (EPhMRA), inducción (valorado por el médico prescriptor conforme a los criterios especificados más adelante) y, en su caso, especialidad médica origen de la indicación. Se consideró PI aquella en la que existía constancia de que la «indicación» la había hecho el nivel especializado, diferenciando dos posibilidades: a) prescripción (inicial o de continuación) de un tratamiento, indicado por el nivel especializado, en aquellas patologías (agudas/subagudas) que no precisan un control posterior por este nivel, siempre que el tratamiento venga pautado en el informe correspondiente, y b) prescripción de un tratamiento para procesos cuyo control y seguimiento principal se está realizando en el nivel especializado, ya fuera como tratamiento inicial o de continuación. No se consideró PI en el caso de pacientes con tratamiento crónico, controlados en AP, aunque su primera indicación la hubiera establecido el nivel especializado.
La muestra revisada está compuesta por 2.971 prescripciones farmacológicas. Un 41,5% de los envases prescritos se consideró «inducido» por el nivel especializado (IC del 95%, 39,9-43,2%). Un 32% (13,3% del total) se consideró así conforme al criterio «a» y el 68% (28,2% del total) conforme al «b». El mayor volumen de PI corresponde a los grupos farmacológicos N-Sistema Nervioso (319) y A-Aparato Digestivo (194). Los subgrupos terapéuticos más comunes dentro de la PI fueron, por este orden, tranquilizantes (86 recetas), analgésicos-antipiréticos (63), broncodilatadores y antiasmáticos inhalados (48), AINE solos (41), antihistamínicos sistémicos (40) y antiulcerosos/omeprazol (38), representando entre todos ellos un 22,2% del total de PI. Las especialidades que originan mayor volumen de PI (fig. 1) son psiquiatría (16,3% del total) y cardiología (15,4%). En conjunto, la PI supuso un coste de 2.798.061 pts., un 50,2% del coste global.
Los resultados de nuestro estudio confirman la gran influencia que tiene el segundo nivel en la prescripción farmacológica que se realiza en nuestra área sanitaria. El porcentaje de PI que hemos encontrado (más del 40% de los envases) se encuentra por encima de la mayoría de las observaciones realizadas por otros autores2-6, que oscilan en el 25-43%. En nuestra opinión (y no pretendemos justificar ningún perfil de prescripción, como sugieren los editorialistas citados) las cifras hablan por sí solas: la responsabilidad de la prescripción farmacéutica ha de ser compartida y no tiene sentido dirigir «exclusivamente» a la atención primaria según nuestro estudio, responsable directo de menos del 60% de la prescripción todos los esfuerzos por racionalizar el uso de los medicamentos.