Sr. Director: Deseamos describir los argumentos que exponen en relación con la salud sexual tanto los varones como mujeres de dos sectores médicos del consejo popular Sueño de Santiago de Cuba, en el período de agosto-diciembre del 2006. Con este objetivo realizamos un estudio descriptivo transversal, con información secundaria en la policlínica de «Armando García Aspurú» de Santiago de Cuba (Cuba).
Participaron 134 pacientes (67 varones y 67 mujeres) seleccionados por muestreo aleatorio, que residían de forma permanente en los sectores médicos 22 y 25 del Consejo Popular Sueño (Santiago de Cuba) en el último semestre del año 2006.
El 64,92% (84 pacientes) tenía una escolaridad superior al preuniversitario; el 97,01% de los varones y el 88,05% de las mujeres son asalariados.
Las relaciones sexuales están determinadas en un 95,52% por los varones y sólo un 47,76% por las mujeres y éstas a la vez sólo sienten el placer en un 76,11%; al abordar los temas de sexualidad con profesionales del sexo opuesto sólo el 20,89% de los varones plantean que lo hacen, lo contrario que ocurre en las mujeres, quienes en el 94,02% lo aceptan. En relación con el maltrato, existe un predomino de la violencia verbal hacia la mujer con un 71,64%.
Desde la conferencia de la mujer celebrada en Beijing hace más de 10 años poco se ha podido avanzar1,2. La educación es una de las vías para superar las diferencias. La vida de una mujer que tiene acceso a la educación nada tiene que ver con la de aquellas mujeres que no han accedido a ella.
La formación educacional y la independencia económica de la mujer son dos factores que sin lugar a dudas han contribuido al desarrollo de la salud sexual3 en la pareja. Las costumbres heredadas, como las relaciones de pareja, la distribución de roles, la forma de crianza y la posición de la mujer en el hogar, son aspectos que le otorgan al varón autoridad para tomar decisiones relativas al sexo independientemente de los cambios que pueden producirse las generaciones actuales. La familia condiciona determinaciones acaecidas que se expresan en los modelos culturales actuales, que cuando son agresores generan problemas de salud.
La mujer es víctima, a nivel mundial, de situaciones discriminatorias con respecto al varón por estar sometida a condiciones impuestas por él o por ser considerada como un ser inferior4, el doble estándar respecto de la sexualidad limita a la mujer en su capacidad de decidir no tener relaciones sexuales o negociar con su pareja sobre el tema, lo que conlleva consecuencias adversas para la salud5. La mujer debe saber que es normal su participación activa en las relaciones sexuales6.
Las definiciones culturales de virilidad y masculinidad contribuyen a fomentar otro problema común para la salud de las mujeres: la violencia basada en el género comprende no sólo el abuso físico sino también el verbal (tabla 1) y el psicológico, lo que es un problema cada vez más preocupante para la atención primaria pues genera serias repercusiones sobre la salud que se extienden mucho más allá de los daños físicos inmediatos.
A menudo la salud sexual se deja a un lado por pensar que gozan de buena salud e instrucción sexual, y en realidad abordar la sexualidad resulta algo incómodo para los pacientes en la atención primaria.
Persiste la combinación de la autoridad masculina en el matrimonio con la destreza sexual, limitando la cultura de realización de la mujer a pesar de la igualdad individual de la pareja.