Sr. Director: Recientemente el Ministerio de Sanidad ha hecho público el mapa de la actividad científica en ciencias de la salud que se desarrolla en España1. Nos muestra la producción científica por comunidades, por hospitales, etc. También la escasa presencia de la atención primaria (AP) en ese mapa.
Sobre la investigación en AP se ha repetido que ahora se investiga más que antes, pero sigue siendo característico: a) que de los recursos que se destinan a la investigación sólo una ínfima parte van a parar a los profesionales de AP, a proyectos que se desarrollan en la AP, o a investigación que sea aplicable a la AP, es decir pasan de largo de la AP, y b) consecuencia o causa de lo anterior, el producto de la investigación en AP está lejos del de otros niveles asistenciales, e incluso diría de la propia AP.
La investigación en AP ha cambiado, pero sobre todo lo ha hecho en cantidad. Se investiga mucho más, pero no tanto mucho mejor.
Un editorial del Butlletí de l'Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i Balears2 describía las dos investigaciones que actualmente conviven en el mundo sanitario. Una, la «investigación profesional», cada vez más regulada e institucionalizada y que se diferencia cada vez más de la actividad clínica. La otra, la «investigación extendida», es la que practican cada día muchos profesionales de la salud y que forma parte de su propio ejercicio.
Creo que el cambio experimentado en la investigación en AP se ha producido principalmente en esta extensión. Claro que no todos tienen incorporada esta actitud investigadora a su práctica cotidiana, pero sí que hoy día son cada vez más los profesionales que aceptan como un valor mantener una actitud investigadora (acercar el método científico a la práctica diaria, incorporar los avances que se van produciendo, y preguntarse sobre la efectividad de algunos cuidados basados en la tradición y la rutina).
Diría que las estructuras de soporte a la investigación creadas en primaria o las propias unidades docentes de medicina de familia y comunitaria han tenido un impacto importante en esta investigación, en el incremento de la cantidad (cerca de 1.000 comunicaciones son enviadas anualmente a los congresos nacionales de la semFYC), pero menor a la hora de aumentar la posición del producto de esta investigación. Y es que la contribución científica de la investigación de nuestra AP, medida por los mismos indicadores que el conjunto, sigue siendo marginal.
La reciente convocatoria de redes y centros del Instituto de Salud Carlos III ha provocado un movimiento sin precedentes de profesionales, equipos y responsables de centros de investigación para quedar bien situado. Y el trabajo que hemos tenido los profesionales de AP para salir en la foto (sin que ésta se afee, claro). Aquí no había sentimentalismo proteccionista para considerar e integrar la AP y eras recibido, como todos, con una pregunta fría y seca: ¿qué factor de impacto aportas? Y qué difícil era encontrar en esa enorme lista de revistas (alguna de nombre inimaginable) las que habíamos publicado para sumar unos pocos decimales.
Es conocido que el «factor de impacto», como instrumento que mide la contribución científica, no favorece la clínica, y aún menos la AP, pero el argumento que lo respalda es demoledor: esto es lo que hay. Es lo que se emplea y, por tanto, sin alternativas si queremos competir en convocatorias abiertas.
¿Cómo cambiar la situación? Pregunta previa: ¿ha de existir esta investigación («la profesional») en AP? No creo que tengamos que ser diferentes del conjunto de ciencias precisamente en esto, pero golpea las bases de algunos principios históricos.
Es descorazonador comprobar la vigencia de las propuestas que han ido abordando el tema en los editoriales de hace una década en esta revista3-5. Destaco uno: la necesidad de líneas estables. Coletillas que de tanto repetir van perdiendo sentido y comienza a ser poco atractivo hurgar en ellos después de tanto tiempo de convivencia.
Que muchos investiguen un poco nos ha permitido avanzar en muchos aspectos. Tenemos una investigación extendida como era difícil de imaginar al inicio de nuestra especialidad. Pero el gran cambio de la otra investigación sólo será posible con la mayor dedicación de unos pocos. Médicos de familia que quieren y pueden invertir dentro del horario laboral o fuera de éste más tiempo y esfuerzos a la investigación. La parte complicada es evidentemente cómo encajarlo en nuestra AP actual, pero seguramente es necesario un debate previo sobre si la AP debe entrar o no en esta competencia y que todos asumamos los cambios que conllevaría. Pues la propuesta pasa por diferenciar a los profesionales, y por tanto con posibles efectos indeseables que una política de este tipo tendría para los (otros) profesionales.
Sin despreciar esa otra investigación extendida, sin dejar de potenciarla, ni en el ámbito individual, ni mucho menos en el ámbito colectivo, estamos ante una elección. Pero en estos momentos creo que potenciar la investigación en AP, más que aumentar la extensión o porcentaje de sus profesionales dedicados a esta tarea, pasa por incrementar mucho la de unos pocos. Saldrá ganando la AP. Saldremos ganando todos.