Sr. Director: Hemos leído con gran interés el artículo publicado en su revista por Quesada et al1 sobre cómo mejorar el registro de mortalidad en atención primaria a través de la implantación de una hoja de epicrisis de defunción. Con este mismo objetivo, desde hace 3 años llevamos a cabo en nuestro centro un registro en el que consta la causa fundamental de la muerte, así como la fuente de información (oral o escrita), quién la notifica y el lugar en que sucede. Esta idea surgió de un estudio previo realizado en nuestro centro, antes de la creación de la hoja de registro, donde se observó que sólo constaba la causa de la muerte en un 26,6% de los casos, con un infrarregistro de las defunciones respecto a datos del registro civil del 56,3% y una tendencia que se mantenía a lo largo de los años2.
Como el estudio publicado, la calidad en la información obtenida mediante esta medida ha mejorado sobremanera. Actualmente tenemos registradas 299 defunciones (1999-2001) de las que destacamos: una tasa de mortalidad bruta de 6,60/1.000 habitantes y de 7,10/1.000 habitantes cuando se estandariza con la población de Cataluña; creemos que la diferencia con la tasa de mortalidad de Cataluña (10,13/1.000 habitantes)3 se debe a que no se notifican todas las defunciones. La edad media de la defunción es de 70,3 años, con una diferencia estadísticamente significativa entre mujeres y varones (74,7 años frente a 67,8 años); la distribución por sexos es del 36% en mujeres y un 64% en varones. Al igual que en Cataluña, las enfermedades del aparato circulatorio (34,4%) y las neoplasias (29,8%) constituyen las dos causas principales de muerte, seguidas de las enfermedades del aparato respiratorio (9,8%) (en Cataluña representan el 37,3, 26,9 y 9,0%, respectivamente). Comparando nuestro estudio con el de Quesada et al, la notificación de la defunción por familiares es de un 77 frente a un 35%; la causa se ha deducido a partir de información oral en un 67 y en un 17% por información escrita (informe médico) frente a un 12% (certificado de defunción); creemos, al igual que los autores, que el médico de cabecera en pocas ocasiones recibe un informe de la defunción. Las defunciones en ambos estudios se han producido mayoritariamente en el hospital (44 frente a 56%). Destacamos que un 78,7% de nuestros pacientes oncológicos han muerto en el hospital, lo que nos hace reflexionar sobre el grado de implementación de los programas de atención domiciliaria (ATDOM) y de la cultura a morir en casa. Pensamos que la implantación de una hoja de registro de mortalidad mejora la calidad de la información obtenida sobre las causas de muerte de nuestros pacientes. Esta información nos es útil para conocer las características de nuestra población y poder comparar con los datos de la bibliografía, así como adoptar y/o reforzar aquellas medidas preventivas que más se ajusten a nuestro ámbito de trabajo.
Aceptado en el Congrès de la Societat Catalana de Medicina Familiar y Comunitària. Tarragona, 2002.