Los autores del estudio compartimos y aplaudimos la reflexión efectuada por Pérez Milena et al.1 acerca de la importancia de la prevención y la promoción de la salud en la población adolescente. La adolescencia es una etapa madurativa clave en el proceso de desarrollo de las capacidades cognitivas, culminación del proceso de transformación del niño en adulto. Resulta fundamental para el desarrollo en esta etapa la adquisición de habilidades en la competencia social, la capacitación de las facultades individuales y la toma responsable de decisiones, mediante la participación activa de los padres en la autorregulación y la crianza de los hijos2.
Un mayor conocimiento del entorno motivacional del adolescente resulta el marco base para incorporar una red de acción independiente capaz de implementar maniobras preventivas eficaces3, dirigidas específicamente al desarrollo de nuestros jóvenes desde un abordaje multidisciplinario4. Sin una intervención activa y específica en esta etapa crítica de la vida estaríamos, y estamos, renunciando a nuestro objetivo principal como médicos, mejorar la salud de la población.
Como médicos especialistas en medicina de familia y comunitaria deberíamos encontrarnos a caballo entre la rica y diversa cotidianeidad de la práctica asistencial y el concepto abstracto de medicina comunitaria, más cercano a la salud pública que a nuestra actividad en la consulta. Es esta vertiente comunitaria de la especialidad la clave del cambio de los grandes problemas de salud que arrastra nuestra sociedad, tan arraigados culturalmente que incluso la sociedad confunde en ocasiones la práctica de malos hábitos con cuestiones identitarias, preservados eficazmente por los fuertes intereses económicos que les subyacen.
Resulta complicado desde el sector sanitario llevar a cabo actividades preventivas cuando la política de recortes llevada a cabo por las administraciones gubernamentales no propicia el clima idóneo para el desarrollo de estas iniciativas. Mientras la revisión de las actividades sanitarias se realice con lupa y tijera, poco se podrá trabajar por la mejora en cualquier área de acción, en un sistema sanitario que se encuentra atado de pies y manos. Es cierto que la excepcionalidad de la crisis económica actual condiciona gravemente la situación, pero el hecho de que se ponga el énfasis de los recortes presupuestarios en las áreas de educación y sanidad revela la miopía grave con la que se visualiza la planificación de nuestro futuro.
Uno de los preceptos básicos de la bioética es el principio de justicia, piedra angular de la práctica médica, así como lo son la autonomía del paciente y los principios de beneficencia y no maleficencia. Por justicia debemos preservar una distribución adecuada de los recursos, asegurando la equidad en su reparto, asegurando así que los intereses de la comunidad son preservados y que el ejercicio de la medicina se dirige hacia los resultados deseados, la mejora de la salud. Por desgracia, este precepto ético no parece ser universal, ya que la justicia de los recortes sanitarios llevados a cabo por las administraciones es bastante dudosa y amenaza no tan sólo las tareas preventivas que luchamos por impulsar, sino también la propia universalidad de la sanidad. Corren tiempos difíciles pero, por desgracia, el futuro se antoja sombrío.