Sr. Director: Las críticas recibidas directamente tras la publicación del editorial «El pediatra en el centro de salud como consultor del médico de familia»1 y los comentarios publicados me confirmaron los temores expresados en el primer párrafo del artículo, respecto a lo arriesgado y atrevido que pudiera resultar plantear una reflexión sobre este aspecto de la organización de nuestro sistema sanitario. En el mencionado editorial dejaba patente mi convencimiento de que la situación, por múltiples factores, es inamovible y mis dudas, a raíz de las diferentes estrategias de organización de los sistemas sanitarios, de que la ubicación idónea del pediatra, como especialista de formación básicamente hospitalaria, sea los centros de salud. Sin embargo, estas dudas no parecen siquiera plantearse en los comentarios que en este numero de Atención Primaria realiza el Dr. Buñuel, aportando las cifras descendentes de la mortalidad infantil en España durante los últimos años, como consecuencia implícita a la bondad de la organización de la atención asistencial a la infancia. Aunque he rehusado participar nuevamente en este debate, la argumentación tiene la misma consistencia a que se afirmara que la caída observada en la mortalidad infantil se debe al descenso continuado de la tasa de natalidad en España desde la década de los setenta, y al menor número de hijos por familia, como puede comprobarse en la página web del INE, lo que ha permitido una mejor atención por sus padres. Honestamente, no existen datos concluyentes sobre cuál es la manera óptima de garantizar la asistencia sanitaria a la población infantil, ni los tramos de edad que han de incluirse. Pero el objetivo último del editorial, como también se expresaba en él, no era crear polémicas y problemas con los pediatras, sino actuar de revulsivo en el colectivo de los médicos de familia y sensibilizar sobre otras parcelas de la atención sanitaria, habitualmente cubiertas por el médico de cabecera (bajas laborales, asistencia geriátrica, atención domiciliaria, unidades hospitalarias...) donde también se aprecia el intento de colonización del nivel especializado y que, de perpetuarse, acabará deteriorando no sólo el abanico de funciones del médico de cabecera, sino también la confianza que la población deposita en él3.