Sr. Director: La lectura de la carta de contestación a mis opiniones acerca de una demanda de mayor atención a los aspectos emocionales de los pacientes oncológicos me ha suscitado sentimientos encontrados.
Así, lamento que, pese al interés con el que dicen haber leído mi carta, me hayan malinterpretado en casi todo. Resulta que exigen que también desde los equipos de atención primaria se atiendan las necesidades psicológicas de los pacientes oncológicos, punto este del que de forma clara se parte en mi carta inicial, demandando justamente que tal atención se lleve también a cabo en el resto de las fases del tratamiento. Asimismo, aunque efectivamente no he acompañado de referencias bibliográficas mis afirmaciones, no lo he hecho porque se trataba claramente de opiniones personales, como no traté de ocultar, y por eso mismo remití el texto a la sección de Cartas al Director y no a la de Cartas de Investigación. Si bien he de añadir que tal «subjetividad» deriva de años de conversaciones con compañeros y, sobre todo, de enfrentarme día a día con personas (no meramente usuarios) que, sentadas al otro lado de la mesa, se desahogan contándome sus experiencias, mientras yo busco las palabras que sin faltar a la verdad (cuánta formación humanística, pese a los contenidos curriculares que mencionan en su carta, falta si nos creemos que la verdad es algo absoluto) puedan ayudar a que su estado global de salud mejore o, por lo menos, a que no empeore más, ni más rápido de lo inevitable. Por otra parte, claro que no se debe dejar de contestar a las preguntas directas que formula el enfermo sobre su enfermedad y pronóstico (de nuevo dicen que digo lo que no he dicho), pero primero se deberá estar seguro del pronóstico (¿cómo decirle a alguien que le quedan dos meses de vida, cuando la experiencia demuestra que en algunos casos se convierten en años? Desde la estadística claro que se puede decir; desde la consideración de una persona con nombre y apellidos tal vez no esté tan claro); en segundo lugar, ¿qué hacer cuando la pregunta del paciente no es directa, sino todo lo contrario?, ¿qué hacer cuando el paciente te pide a gritos que le mientas? De nuevo surge la cuestión de la relatividad de la verdad.
Claro que el consentimiento informado se otorga por escrito y se firma, en ningún momento he negado tal cosa en mi carta, pese a que así lo afirman los autores de la réplica; pero de ahí a que el paciente sepa (entendimiento) realmente lo que ha firmado (voluntad) hay un largo camino que en muchos casos se queda sin recorrer. No necesito referencias bibliográficas para afirmar esto, me basta con la experiencia diaria de las preguntas que en la consulta se me formulan.
El que los sentimientos que me ha producido la lectura de la carta de Melchor Penella et al hayan sido encontrados se debe a que con la misma, aunque se pretendiera justo lo contrario, no se hace sino poner de manifiesto la necesidad de atender a las demandas que ya pedí en mi carta. Si desde el equipo de trabajo que parecen formar los doctores que me han contestado se está desarrollando una labor que cubre ya mis demandas, les agradecería que de forma constructiva publicaran un original dándonoslo a conocer al conjunto de la comunidad médica.