Sr. Director: Hemos leído con interés la carta de Martínez Albuixech1 sobre las unidades de apoyo al enfermo oncológico y estamos de acuerdo en que deben existir. Sin embargo, consideramos que el apoyo psicológico a estos pacientes, al que hace referencia la autora de la carta, deben proporcionarlo todos los profesionales en contacto con el paciente oncológico, incluido el médico de atención primaria (AP), así como ofrecer apoyo especializado para los que así lo requieran. Además, discrepamos de la mayor parte del contenido de la carta: a) no se debe dejar de responder a las preguntas directas que plantea el enfermo sobre su enfermedad y pronóstico, pues puede crear desconfianza hacia el profesional. El conocimiento sobre la enfermedad, las posibilidades terapéuticas y el pronóstico mejora la adherencia al tratamiento y disminuye la ansiedad a lo desconocido2,3; b) estamos en desacuerdo con la afirmación de que «no se hace nada» con respecto al apoyo psicológico del paciente oncológico. Es una aseveración subjetiva y, aunque el apoyo psicológico que se ofrece es mejorable, se proporciona de forma habitual; c) discrepamos de la afirmación de que se aplican tratamientos quirúrgicos, de quimioterapia o radioterapia sin el consentimiento informado del paciente y/o familiar, ya que la información se da por escrito y se firma la aceptación del tratamiento; d) no creemos que se aliente al paciente con «palabras vacías». Se trata de una apreciación subjetiva más de Martínez Albuixech; e) respecto a la nula formación humanística de los médicos, le recordamos las asignaturas de psicología y psiquiatría que forman parte del currículum de pregrado, así como las técnicas de entrevista clínica y el manejo del paciente en situaciones difíciles, incluidos en los objetivos y proyecto curricular de la especialidad de medicina familiar y comunitaria. Por otro lado, existen otras posibilidades de aprendizaje como la autoformación y los grupos de trabajo específicos dentro de las sociedades científicas4, y f) la autora de la carta afirma que la derivación del paciente al ámbito hospitalario lo deja desprotegido del apoyo psicológico y que éste debería estar centrado en psicólogos, probablemente por desconocimiento de las características de la asistencia de estos pacientes en dicho nivel y de la existencia de grupos multidisciplinarios en su manejo. Nos parece también desproporcionada y subjetiva, una vez más, la afirmación: «... y que incluso comentarios inoportunos por parte de algunos pocos especialistas han ensombrecido su actitud ante la enfermedad».
Queremos hacer hincapié en la valoración integral que se debe realizar a cualquier paciente, pero sobre todo a los oncológicos por la sobrecarga emocional que comporta el diagnóstico. Consideramos que la AP cumple un papel muy importante a este nivel, asesorando al paciente en sus decisiones, apoyando el trabajo realizado por la atención especializada y, sobre todo, aportando la visión biopsicosocial del enfermar que preconiza la Organización Mundial de la Salud (OMS)5. El equipo de AP se encuentra en situación privilegiada para abordar estos problemas, puesto que conoce la situación social, familiar y psicológica del individuo, y no debe ser un mero observador de cómo transcurren los acontecimientos mientras el paciente está siendo valorado por su especialista; debe abordar el control de los síntomas, la intervención psicológica del paciente y su familia, valorar la nueva situación social ante el enfermar y establecer las relaciones profesionales con atención especializada cuando sea necesario.
Las afirmaciones sobre temas concretos realizadas por expertos en cartas al director deben estar refrendadas por referencias bibliográficas.