Introducción. El síndrome de las piernas inquietas (SPI) se define como la sensación desagradable en las extremidades inferiores que provoca la necesidad de mover las piernas y, por esto, se puede considerar como un trastorno del movimiento. La clínica se manifiesta al inicio del sueño y en reposo. Descrito por el neurólogo sueco Karl Ekbom en la década de 19401, se estima que afecta al 15% de la población.
Los criterios para realizar el diagnóstico de SPI propuestos por Walters et al2 son los siguientes: a) necesidad imperiosa de mover las piernas, generalmente asociado a parestesias; b) inquietud motora; c) síntomas agravados con el reposo y alivio parcial y temporal con el movimiento, y d) los síntomas empeoran al atardecer y durante la noche.
Caso clínico. Varón de 50 años con antecedentes de psoriasis cutánea, miringoplastia del oído izquierdo, apendicectomía, herniorrafia izquierda y cirugía por ulcus duodenal. Acudió a consulta por primera vez relatando un cuadro de parestesias en ambos miembros inferiores con distribución en calcetín, y dolor que describía como «calambres» nocturnos que le despertaban y mejoraban al levantarse de la cama y deambular. Estaba siendo tratado en su anterior centro de salud desde hacía varios meses con pentoxifilina, sin evidenciar mejoría. La exploración no puso de manifiesto cambios tróficos de la piel, no se observaron alteraciones de la temperatura local, y los ROT estaban conservados y simétricos, el test de Homans bilateral era negativo, los pulsos pedios y tibiales estaban conservados, la RCP flexor era bilateral, la sensibilidad estaba conservada y se apreciaba un leve dolor a la palpación de la masa gemelar. La analítica con hematología, VSG, coagulación, bioquímica elemental, iones y enzimas (aldolasa, CPK y LDH) fueron normales. Sin diagnóstico de presunción, el paciente fue remitido a consulta de medicina interna para su valoración.
Tras la realización del estudio por este servicio, y después de una exploración similar a la descrita, el estudio analítico no reveló hallazgos de interés. El ECG, la radiografía de tórax y el estudio electromiográfico estaban dentro de la normalidad. El paciente fue dado de alta con el siguiente juicio clínico: «se descarta una enfermedad en el momento actual». Tratamiento: «no precisa» y control por su médico de familia.
Tras acudir nuevamente a la consulta de atención primaria después de revaluar al paciente, se estableció el diagnóstico de SPI y se inició un ensayo terapéutico con nicardipino, 20 mg/24 h, manifestando el paciente una franca mejoría, con disminución de las molestias y mejora del trastorno del sueño asociado.
Discusión y conclusiones. El SPI tiene una prevalencia estimada entre el 2 y 15%, y es por esto uno de los posibles motivos de consulta en atención primaria. No obstante, creemos que este síndrome no se considera habitualmente como causa de estos síntomas inespecíficos que con cierta frecuencia se consultan en atención primaria. Esta falta de sospecha nos hizo consultar con el servicio de medicina interna de referencia que, como se ha descrito, no estableció diagnóstico alguno.
La «obligación» de dar respuesta al paciente y su problema hizo que nos planteásemos posibles diagnósticos y, como resultado de este ejercicio, se presenta la posibilidad del SPI, pues la clínica responde a los criterios establecidos para su diagnóstico y se han descartado otras posibles causas.
Los tratamientos farmacológicos de primera línea3 son las sustancias dopaminérgicas (pergolida, pramipexol, ropinirol, levodopa, carbidopa, etc.) a dosis bajas, administradas media hora antes de acostarse. También son útiles las benzodiacepinas cuando fallan los anteriores y el insomnio es importante.
A pesar de lo dicho anteriormente, se optó por utilizar el tratamiento con nicardipino, pues este fármaco fue recomendado por un especialista en neurología, previo a la posibilidad de utilizar los otros fármacos descritos. Tras pasar meses de tratamiento el paciente está estable, la clínica ha disminuido, se encuentra bien con el fármaco y prefiere continuar tomándolo antes de iniciar otra alternativa terapéutica.
No conocemos evidencias, publicaciones, ensayos, etc., que avalen el uso de nicardipino, pero el paciente refiere estar clínicamente mejor desde que está en tratamiento.