Sres. Directores: He leído con interés el original «Educación para la salud en el climaterio: un consenso sobre sus contenidos»1, y deseo hacer algunas consideraciones a las autoras.
El trabajo está dirigido a elaborar un marco conceptual que permita definir los conocimientos que, según las autoras, deben tener las mujeres para «enfrentar con éxito la etapa climatérica». El objetivo último que justifica la investigación es planificar una intervención para actuar frente al climaterio. En mi opinión, una intervención planificada para enfrentar un problema de salud o grupo de riesgo, lo que en Andalucía define los programas de salud, se justifica cuando hay una necesidad de abordar medidas de prevención de eficacia demostrada que mejoren el nivel de salud, con objetivos dirigidos a grupos de población y actividades de captación activa. Ninguna de estas condiciones se cumplen, a mi juicio, con las mujeres climatéricas.
Según la evidencia más reciente, sólo los sofocos, la disminución de espesor del epitelio vaginal y la osteoporosis se relacionan con un descenso de los valores de estrógenos2. No existe ninguna medida preventiva para abordar los dos primeros síntomas, que además se presentan de forma muy variable entre las diferentes poblaciones en función de su cultura y de las actitudes que tienen las mujeres ante la menopausia3-5. Respecto a la osteoporosis, sigue sin estar claro cuál es la duración óptima del tratamiento con estrógenos, e incluso si el descenso de la pérdida de masa ósea se traduce en una disminución de la frecuencia de fracturas6. Además, el cribado con densitometría ósea sólo se recomienda en mujeres con un riesgo elevado de osteoporosis, pero no de forma sistemática con criterios exclusivamente de edad7.
Parece que lo adecuado es responder a las mujeres que demanden atención por la presencia de alguno de estos síntomas o la existencia de un riesgo elevado de osteoporosis, individualizando su manejo clínico, de la misma forma que se hace con cualquier otro motivo de consulta.
Por otro lado, las actividades de promoción dirigidas a fomentar la autonomía y el control de la propia salud, como muy bien plantea el trabajo, son a mi entender necesarias en todas las etapas de la vida. Cualquier persona se beneficia, igual que una mujer de 45-55 años, de unos hábitos saludables en su alimentación, su actividad física o su consumo de tóxicos; por tanto, no parece que este grupo de población presente una vulnerabilidad especial desde ese punto de vista, o un déficit de conocimientos más alarmante que otros grupos de edad y sexo.
En mi opinión, seguir hablando del climaterio como etapa de riesgo para las mujeres supone medicalizar progresivamente la misma, expropiando a las mujeres su saber y poniendo su salud en manos de los profesionales.