Sr. Director: Quiero felicitar a Palop et al1 por su excelente revisión sobre la utilización de antibióticos en atención primaria, donde identifican claramente las causas del mal uso de los antibióticos. Debemos reconocer que, aunque sea una prioridad sanitaria, la Administración no ha respondido adecuadamente a las necesidades que tiene España para racionalizar el uso de antibióticos. A España se la conoce bien en el extranjero por su mala política respecto de los antibióticos2. Los esfuerzos realizados por algunas sociedades científicas editando guías, y por algunas autonomías haciendo participar a farmacólogos clínicos para mejorar la prescripción, son importantes y necesarios, pero claramente insuficientes. Sobre otros factores identificados por Palop et al también se debe incidir, y es la Administración la que debe tomar la iniciativa.
De acuerdo con Palop et al, el mayor consumo de antibióticos mal indicados se realiza en las infecciones respiratorias. La mayoría de estas infecciones son de etiología viral, autolimitadas y de resolución espontánea, y sólo requieren tratamiento sintomático3. Este es el aspecto prioritario donde se debe mejorar la prescripción. Para esto los médicos deben contar con el tiempo y los medios necesarios para establecer el diagnóstico y el tratamiento correctos de la enfermedad.
De acuerdo también con Palop et al, la aparición de resistencias se genera por la presión selectiva que realiza el antibiótico sobre el germen. Un ejemplo claro lo tenemos en el mal uso que se está realizando de las fluoroquinolonas, que están siguiendo el camino de trimetoprima-sulfametoxazol. Este excelente antibiótico se utilizó ampliamente para todo tipo de infecciones (urinarias, respiratorias, abdominales, etc.) hasta que su sobreutilización «quemó» el antibiótico. Hoy día tiene un uso restringido en unas pocas indicaciones. Recientemente se ha publicado un estudio comparativo de las resistencias bacterianas en infecciones urinarias en Europa4. España y Portugal destacan como países con elevadas resistencias a ciprofloxacino, superiores incluso a Grecia, un país socioeconómicamente inferior al nuestro. Esta tasa tan elevada de resistencias no es explicable sólo por el uso del ciprofloxacino en las infecciones urinarias.
En conclusión, es importante concienciarnos de que la política de antibióticos es un problema sanitario de primer orden, y en España una prioridad, y donde deben participar todos los agentes implicados incluida la Administración, articulando las acciones necesarias para que España deje de ser un país «diferente».