Introducción
La adolescencia es una etapa de cambios físicos y psicosociales en la que se adoptan conductas de riesgo dentro de una difícil búsqueda de equilibrio entre la dependencia familiar y la autonomía personal, necesaria para el crecimiento individual y social. La familia influye en los escasos contactos del adolescente con el sistema sanitario1 y también puede influir en algunas conductas de riesgo, como el consumo de sustancias tóxicas2-4. La atención sanitaria durante la adolescencia se debe reorientar hacia prácticas de prevención y promoción de la salud, aunque en el caso del tabaquismo es controvertido el valor de las actividades preventivas en adolescentes2,5. Para realizar este trabajo se plantearon los siguientes objetivos:
1. Analizar la prevalencia del tabaquismo entre los adolescentes y la dependencia que puede generar.
2. Relacionar el tabaquismo con factores familiares y sociales.
3. Valorar la motivación de los adolescentes para el cese del hábito tabáquico.
Pacientes y método
El estudio se realiza en un Instituto de Educación Secundaria (IES) de Jaén, situado en una zona urbana de clase socioeconómica y cultural media y media-baja. El tamaño muestral calculado es de 236 adolescentes (i = 0,05; * = 0,05; prevalencia de adolescentes fumadores, 20%)6. Se plantea un estudio descriptivo transversal mediante encuesta y se escoge a los participantes por muestreo aleatorio sistemático. El cuestionario es autoadministrado y anónimo, y se administra en una misma jornada escolar y con adiestramiento previo de los profesores.
Las variables recogidas en el cuestionario son: edad, sexo, hábito tabáquico del adolescente (se recogen el consumo diario de cigarrillos, la duración del consumo y su calidad, valorada como: no consumo, consumo esporádico o consumo diario) y consumo de tabaco entre los amigos. El análisis del grado de dependencia hacia la nicotina se realiza mediante el test de Fagerström7. La motivación para el cambio se estudia con el test de Richmond, y cada fase del abandono del consumo se detalla mediante el ciclo propuesto por Prochaska et al8.
Se pregunta también por el consumo de tabaco entre los familiares y sobre la estructura familiar. La función familiar se valora mediante la aplicación del test de Apgar familiar9, que mide la impresión subjetiva del adolescente sobre la funcionalidad de su familia, así como su integración en ella.
Los datos fueron analizados mediante el programa informático RSigma, aplicándose el test de Kolmogorov-Smirnov para comprobar la normalidad de los datos. Los datos se muestran como media y proporciones, con sus correspondientes intervalos de confianza (IC) del 95%. Se consideran estadísticamente significativos los valores de p < 0,05, aplicándose el test de la t de Student y ANOVA de una vía para la comparación de medias, y el test de la *2 para la comparación de proporciones. La asociación ente variables se valora mediante el test de correlación de Pearson.
Resultados
De un total de 476 alumnos se seleccionaron 238 adolescentes; hubo 6 pérdidas por falta de asistencia el día que se administró la encuesta, por lo que en total se recogieron 232 encuestas, todas válidas. La media de edad de los adolescentes es de 14,1 años, con un rango de 5 años (edades comprendidas entre los 12 y 17 años). En total, 136 alumnos son varones (58%) y 96 son mujeres (42%). Reconocen fumar 58 (IC del 95%, 17,1%-26,9%) y las tres cuartas partes de los fumadores son varones (p < 0,001, test de la *2) (tabla 1). Los no fumadores tienen como media un año de edad menos que los que fuman (tabla 1).
Los que fuman tienen otros amigos fumadores con más frecuencia que los que no fuman (tabla 1). Entre los adolescentes fumadores, los que tienen amigos que también fuman presentan, con diferencias casi significativas, un mayor consumo de tabaco durante un mayor período de tiempo (con amigos fumadores: 9,6 cigarrillos/día [IC del 95%, 7,6%-11,6%] durante 33,7 meses [IC del 95%, 14,8%-52,5%]; con amigos no fumadores: 3,3 cigarrillos/día [IC del 95%, 0,7%-5,8%] durante 12,3 meses [IC del 95%, 0,1%-25,2%]; p = 0,080, test de la t de Student).
La estructura familiar es independiente del consumo de tabaco (tabla 1). En las tres cuartas partes de los hogares familiares hay otro familiar que fuma: en el 40% de los casos se trata del padre (IC del 95%, 33,7%-46,3%), en el 19% de la madre (IC del 95%, 13,9%-24,1%), en el 9% de un hermano (IC del 95%, 5,5%-12,5%) y en el 2% de otro familiar (primos, abuelos, tíos) (IC del 95%, 0,2%-3,7%). Estos porcentajes se mantienen independientemente del hábito tabáquico. La mayoría de los fumadores (IC del 95%, 74,2%-95,8%) reconoce que sus padres no quieren que fumen y presentan una peor puntuación media en el test Apgar familiar frente a los que no fuman (tabla 1), con porcentajes más elevados de disfunción familiar leve y grave (p< 0,001, test de la *2) (tabla 1; fig. 1).
FIGURA 1. Resultados del test Apgar familiar en adolescentes según el consumo del tabaco (p < 0,001, test de la *2).
No hay diferencias según el sexo entre los fumadores para el tipo y la cantidad de consumo, ni tampoco para los resultados de los tests administrados (tabla 2). La media del consumo diario de tabaco es de 9,2 cigarrillos (IC del 95%, 7,4%-11,0%). El tiempo medio de consumo de tabaco es de 32,1 meses (IC del 95%, 14,7%-49,5%). La forma de consumo es mayoritariamente diaria (IC del 95%, 89,3%-100%) frente a unos pocos que fuman de forma esporádica (IC del 95%, 0%-14,5%). Los adolescentes que fuman diariamente fuman más cigarrillos al día (10,6 cigarrillos/día; IC del 95%, 8,4%-12,8%) que los fumadores esporádicos (4,2 cigarrillos/día; IC del 95%, 2,4%-5,9%; p < 0,0001, test de la t de Student). Sólo 7 presentaron un test de Fagerström positivo (IC del 95%, 3,7%-20,2%) y todos ellos eran consumidores diarios de tabaco. Hay una asociación positiva entre el número de cigarrillos/día y el valor semicuantitativo obtenido en el test de Fagerström (r = 0,75; p < 0,05, correlación de Pearson), de forma que un mayor consumo de cigarrillos implica un mayor número de respuestas positivas en el test.
Trece adolescentes (IC del 95%, 11,2%-32,8%) presentaron un test de Richmond positivo (tabla 2). Los adolescentes motivados para el cambio (22%) consumen entre 7 y 8 cigarrillos menos al día (IC del 95%, 4,6%-10,5%) que los que no piensan dejar de fumar (78%) (IC del 95%, 8,6%-14,1%), con una diferencia estadística casi significativa (p = 0,09, test de la t de Student). Entre los motivados para dejar de fumar, la mayoría (70%) (IC del 95%, 61,9%-78,4%) ha pensado dejar de fumar, pero no de forma inmediata (en fase de contemplación); la tercera parte restante de adolescentes motivados se divide casi por igual en la fase de preparación (17%) y en la fase de acción (13%).
Discusión
El adolescente que fuma consume poco tabaco al día (sobre medio paquete diario), pero con un inicio del consumo a una edad muy temprana (entre los 11 y 12 años) lo que hace que la duración media del consumo sea superior a 2 años. Tanto la prevalencia de adolescentes fumadores (22%) como la sospecha de dependencia de la nicotina (12%) en nuestro estudio son similares a los porcentajes hallados en otros estudios4,6,10-14, sin guardar relación con la edad y el sexo. La mayoría de los trabajos sobre tabaquismo y adolescentes revisados se basan en entrevistas o encuestas, por lo que pueden presentar un sesgo de información. Sin embargo, creemos que en nuestro trabajo no es significativo, dado que se han homogeneizado las respuestas de los adolescentes al ser un solo profesor el que administra las encuestas y al emplear tests previamente validados7,9. La confidencialidad y el anonimato de las encuestas nos ayudó a recoger datos fiables.
Los factores familiares influyen en el consumo de tabaco del adolescente2-4,13: nuestros resultados muestran que la percepción de la función familiar en el adolescente que fuma es peor, con una mayor presencia de casos con disfunción familiar, tanto leve como grave, frente a los no fumadores, aunque sin relación con el tipo de estructura familiar. La adolescencia es una etapa que supone gran número de cambios en el ciclo vital familiar15. El consumo de tabaco en el adolescente se presenta como una imitación precoz de los ritos asociados con la vida adulta16, pero también podría indicarnos una inadaptación más prolongada o más intensa a los cambios del ciclo vital, tanto del adolescente como de su familia.
Un dato muy importante es que más de la mitad de los padres son fumadores17, lo que constituye una mala referencia para la salud de sus hijos. Pese a que la mayoría de los adolescentes reconoce que sus padres no quieren que fumen, es muy posible que no se acompañe de una motivación eficaz (como el cese del consumo por parte de los mismos padres). En otro trabajo18 se ha comprobado que podría haber un mayor porcentaje de dependencia entre adolescentes de padres fumadores y, aunque la dependencia del tabaco en el adolescente es escasa, no se debe olvidar que el ciclo de dependencia del tabaco comienza con la iniciación al tabaquismo en la adolescencia5,16.
El grupo de iguales, los amigos, son un referente social para la búsqueda de la autonomía15. El alcohol y el tabaco suponen un tipo de relación cultural y socialmente aceptada e incluso necesaria para formar parte del grupo13,15. En el estudio se constata que el adolescente que tiene amigos fumadores presenta un mayor riesgo de fumar, más cantidad de tabaco al día y durante más tiempo. El entorno social, por tanto, induce o favorece el consumo de sustancias tóxicas3,11,13.
La efectividad del consejo antitabaco en adolescentes es aún mal conocida, dado que los estudios disponibles ofrecen problemas de tipo metodológico y tamaños de muestra pequeños5,19. Además, la intervención antitabaco en adolescentes es poco frecuente en atención primaria6. Sin embargo, hay que recordar que la prevención del tabaquismo tiene un nivel de evidencia A20 y los adolescentes, como fumadores poco dependientes físicamente, se verían muy beneficiados con una intervención breve y oportunista, tanto en la consulta como en el ámbito escolar. Si los beneficios obtenidos en la población general rondan un 5% de resultados positivos con un consejo mínimo20, en nuestro estudio hasta un 22% de los adolescentes se reconoce motivado para dejar de fumar. Según diversos estudios, más de la mitad de los adolescentes fumadores ha intentado dejar de fumar en alguna ocasión y hasta en un tercio de los casos lo ha realizado con éxito17,21, la mayoría de ellos fumadores ocasionales en los que aún no hay adicción22.
Según nuestros resultados, uno de cada 4 adolescentes fumadores estaría motivado para el cambio, y esta motivación sería mayor en los adolescentes con un consumo esporádico y/o con bajo número de cigarrillos al día (10 o menos)23. Por ello, planteamos como una estrategia válida el consejo antitabaco en adolescentes dirigido a disminuir el consumo, como paso intermedio al cese completo del consumo18.
Dado que el 90% de los fumadores lo son antes de cumplir 20 años20, creemos que la intervención antitabaco en adolescentes es siempre obligada11,16. Además, la relación establecida entre el tabaco y el consumo de alcohol y otras drogas24,25, una peor dinámica familiar4, la falta de apoyo social y el fracaso escolar3 deben hacernos ver el tabaquismo como un problema biopsicosocial cuyo abordaje requiere un acercamiento multidisciplinario que nos permita profundizar en la compleja personalidad del adolescente1,2,4,25.
Agradecimientos
A Sofie Demets, por su colaboración en la redacción del texto.