Introducción
El estado nutricional está considerado como uno de los indicadores básicos del estado de salud de una población y. obviamente, la evaluación del estado de nutrición forma parte esencial de los exámenes periódicos de los programas de control del niño sano1,2. Para ello se dispone de una serie de métodos antropométricos (peso y talla, pliegues cutáneos, perímetros, etc.), aparte de otras técnicas más sofisticadas (espectometría de infrarrojos, técnicas isotópicas y bioeléctricas, densitometría, etc.), que permiten valorar los cambios producidos en la masa total del organismo o en algunos de sus componentes3-6.
En los países industrializados las deficiencias nutricionales graves en la infancia y adolescencia prácticamente han desaparecido; sin embargo, en el curso de los últimos años se ha incrementado progresivamente la prevalencia de una serie de enfermedades debidas al exceso y/o desequilibrio nutricional relacionadas con una mayor ingesta alimentaria y un estilo de vida muy sedentario, lo que conlleva un grave riesgo para la salud7-14.
El objetivo del presente trabajo consiste en analizar la evolución en los últimos 6 años del estado nutricional de la población adolescente actual (10-14 años) de nuestra área asistencial, en orden a identificar grupos de riesgo y poder elaborar estrategias terapéuticas específicas.
Material y métodos
El marco muestral considerado lo formaban los 811 adolescentes de 10-14 años de edad (410 varones y 401 mujeres) de la Zona Básica de Salud de Estella. Para calcular el tamaño de la muestra se ha tomado la hipótesis más desfavorable (0,50), un nivel de confianza del 95% y una precisión del 0,05, siendo el tamaño óptimo de 261 casos.
Se obtuvo una muestra total de 360 casos: 176 varones (48,9%) y 184 mujeres (51,1%) mediante un muestreo sistemático y estratificado. Durante el curso escolar 1999-2000 (año 2000) se registraron peso, talla, índice de Quetelet (IQ) e índice de masa corporal porcentual o relativo (IMC%) de una de cada 3 historias clínicas de adolescentes de estas edades que acudieron a los exámenes de salud correspondientes a su edad dentro del marco de un programa institucionalizado de atención a la población infantil y adolescente2. Los exámenes periódicos de salud suelen hacerse coincidir con las fechas de los cumpleaños de los pacientes; por tanto, estos parámetros registrados se corresponden, salvo excepciones puntuales, con unas edades de 10, 11, 12, 13 y 14 años. Además, también se registraron peso, talla, IQ e IMC% de las revisiones efectuadas a estos pacientes en los 2, 4 y 6 años precedentes (años 1998, 1996 y 1994, respectivamente). Se excluyeron todos aquellos pacientes que presentaban alguna enfermedad aguda y/o crónica conocida que pudiera condicionar su estado nutricional, o estaban sometidos a tratamiento dietético por cualquier causa.
El IQ se ha calculado mediante la fórmula: Peso/Talla2
y para el cálculo de sus percentiles correspondientes a cada edad y sexo se han utilizado las tablas de valores normales de IMC de M. Hernández et al15. Según los percentiles del IQ, se ha considerado malnutrición cuando el percentil era inferior a 10; riesgo de malnutrición (subnutrición) entre los percentiles 10 y 25; normalidad entre los percentiles 25 y 75; sobrepeso entre los percentiles 75 y 90, y obesidad a partir de esta cifra.
El IMC% se ha calculado mediante la fórmula:
Los pesos y las tallas del percentil 50 (P50) se calcularon con las tablas de valores normales de M. Hernández et al15. Según el IMC%, se ha considerado malnutrición cuando era < 80; riesgo de malnutrición (subnutrición), 80-90; normalidad, 90-110; sobrepeso, 110-120, y obesidad,si el IMC% > 120.
Los resultados se expresan como medias y desviaciones estándares y como porcentajes e intervalos de confianza (IC del 95%). El análisis estadístico (t de Student, comparación de proporciones y regresión lineal) y la representación gráfica se realizaron mediante los programas informáticos SIGMAPLUS (Hardware, 97) y HARWARD-GRAPHICS 4.1, respectivamente.
Resultados
En la tabla 1 se muestra la distribución estratificada de la población estudiada, sin que hubiera diferencias significativas entre los grupos de edad y sexo.
En la tabla 2 se muestra la evolución de los valores medios del IQ (kg/m2) y sus percentiles, así como del IMC%, entre los años 1994 y 2000, apreciándose un incremento progresivo y significativo de ambos indicadores durante el período de tiempo analizado.
En la tabla 3 se muestra la prevalencia de los diferentes estados nutricionales. según el IQ (percentiles) y el IMC%, correspondientes al año 2000, sin que se llegaran a objetivar diferencias estadísticamente significativas entre ambos indicadores. Existía una correlación positiva estadísticamente significativa (p < 0,05) entre los valores del IQ e IMC% (r = 0,964) durante todo el período de tiempo investigado.
En la figura 1 se analiza la evolución de los diferentes estados nutricionales, según el IMC%, entre los años 1994 y 2000, en la totalidad de la población estudiada. Se observa un incremento estadísticamente significativo (p < 0,05) de la obesidad (5,9% frente a 16,4%) y una disminución estadísticamente significativa (p < 0,05) de normalidad nutricional (66,9% frente a 52,2%). En la tabla 4 se muestra la evolución del IMC% desde el año 1994 hasta el año 2000, sin que se hayan detectado diferencias significativas entre ambos sexos.
FIGURA 1 :Evolución de los distintos estados nutricionales, según el IMC%, entre los años 1994 y 2000.
Al analizar el comportamiento evolutivo del IMC%, se observa que del grupo de subnutridos del año 1994 (12,8%), en el año 2000 un 70,7% mantenía su IMC% < 90, un 24,4% había alcanzado la normalidad nutricional y un 4,9% presentaba sobrepeso. Del grupo de normonutridos del año 1994 (66,9%), en el año 2000 un 70,6% mantenía su IMC% en 90-110, un 10,3% estaba subnutrido, el 15,4% presentaba sobrepeso y un 3,7% era obeso. Del grupo con sobrepeso (14,4%) del año 1994, en el año 2000 un 45,7% mantenía su IMC% en 110-120, el 47,8% era obeso y un 6,5% se había normalizado. Del grupo con obesidad (5,9%) del año 1994, en el año 2000 un 73,7% mantenía su IMC% > 120, el 15,8% tenía sobrepeso y un 10,5% se había normalizado.
Discusión
El IMC o IQ es uno de los indicadores antropométricos que mejor se correlaciona con la grasa corporal total y, en consecuencia, uno de los parámetros más utilizados en la evaluación del estado nutricional16-18; no obstante, el uso del IQ en la edad pediátrica presenta sus limitaciones, puesto que al variar con la edad y sexo obliga a recurrir a estándares de referencia específicos15,19. El IMC%, que se correlaciona de manera muy significativa con el IQ, expresa en porcentajes las desviaciones del peso teórico correspondientes a la altura para una determinada edad y sexo; es decir, manteniendo las cualidades del IQ como indicador nutricional, lo normaliza respecto al P50 de la población de estudio, permitiendo comparaciones directas entre diferentes edades y ambos sexos20-22. Desviaciones superiores e inferiores al 20% definirían la obesidad y la malnutrición, respectivamente, y con desviaciones superiores e inferiores al 10% se definirían los estadios intermedios o situaciones de riesgo, como serían el sobrepeso y la subnutrición, respectivamente. En el presente trabajo se ha preferido utilizar el IMC% como indicador antropométrico para la valoración del estado nutricional por su sencilla aplicación e interpretación en la consulta diaria, sin necesidad de recurrir a valores percentilados con sus variaciones según la edad y sexo, y por estar especialmente recomendado en los estudios epidemiológicos de valoración nutricional pediátricos23.
De la valoración nutricional correspondiente al año 2000 se desprende que un 33,9% de los adolescentes de nuestra área asistencial, de 10-14 años de edad, presentaría en mayor o menor grado un exceso de grasa corporal como sobrepeso (17,5%) o como obesidad (16,4%); un 13,9% presentaría una situación de subnutrición, con un peso deficitario respecto a la talla, y apenas la mitad de esta población adolescente (52,2%) podría considerarse estrictamente como normal desde un punto de vista nutricional. Si se analiza la situación nutricional que estos mismos jóvenes tenían en 1998, 1996 y 1994, cabe destacar cómo la prevalencia de la obesidad en nuestra población infantojuvenil se ha ido incrementando significativamente en estos últimos años: de una prevalencia del 5,9% en 1994, cuando sus edades eran de 4-8 años, se ha pasado a una prevalencia del 16,4% en el año 2000, cuando sus edades oscilan ya en 10-14 años. Estos datos coinciden en gran medida con los de los países desarrollados, donde la obesidad es el trastorno nutricional de mayor relevancia, y sitúan a la obesidad infantil y juvenil como un problema sanitario de gran trascendencia7,8,24, especialmente si se tiene en cuenta que la mayoría de los adolescentes obesos lo seguirán siendo en la edad adulta9,11,25.
Del análisis de la evolución nutricional de estos pacientes, cabe subrayar que de la totalidad de pacientes que en el año 1994, con edades de 4-8 años, se incluyeron en los grupos de subnutrición, normalidad y obesidad, al llegar al año 2000, ya con 10-14 años, un 70,7% de los subnutridos, el 70,6% de los normonutridos y un 73,7% de los obesos mantenían una situación nutricional similar; sin embargo, de la totalidad de pacientes que en 1994 se incluyeron en el grupo con sobrepeso, al llegar al año 2000, el 47,8% presentaba obesidad. De hecho, de la totalidad de adolescentes obesos en el año 2000, un 31,8% ya lo era 6 años antes, el 18,2% había tenido una valoración nutricional normal en aquel momento y un 50% procedía del grupo con sobrepeso del año 1994. Por tanto, podría considerarse que la situación nutricional de sobrepeso en la edad escolar supondría una situación de riesgo de obesidad para el adolescente, lo que exigiría su valoración clínica y seguimiento, ya que la prevención es uno de los principios generales del tratamiento de la obesidad26,27.
Aunque la obesidad es un trastorno metabólico multifactorial28,29, la rapidez con que se está produciendo el incremento de su prevalencia parece estar relacionada más bien con factores ambientales, tales como una mayor disponibilidad de nutrientes y, en consecuencia, una ingesta calórica excesiva, así como una disminución de la actividad física en niños y adolescentes12,13,30-32. Por tanto, los equipos de atención primaria y, más concretamente los pediatras, deberían incluir en su cartera de servicios, dentro de los Programas de Prevención y Promoción de la Salud, junto al control periódico del peso y la talla, una serie de medidas preventivas a aplicar desde el primer año de la vida. Convendría que los profesionales sanitarios conocieran los hábitos dietéticos de su entorno asistencial para poder intervenir y corregir, en su caso, situaciones de riesgo nutricional, involucrando a toda la familia en las modificaciones de hábitos incorrectos en la alimentación. Se debería fomentar una actividad física regular y apropiada para cada edad, y reforzar una serie de normas generales de conducta, tales como respetar los horarios de las comidas, evitar el sedentarismo y aumentar la actividad cotidiana, reducir las horas de televisión, etc. No cabe duda de que estas medidas, si bien exigen de los profesionales una actualización de los conocimientos y técnicas de alimentación y valoración nutricional, contribuirán a que nuestros pacientes adquieran unas capacidades físicas y mentales que les permitan desarrollar una vida social y emocionalmente satisfactoria.
Correspondencia: T. Durà. Centro de Salud de Estella. Paseo Inmaculada, 39. 31200 Estella (Navarra). Manuscrito aceptado para su publicación el 14-V-2001.