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Vol. 20. Núm. 9.
Páginas 475-484 (noviembre 1997)
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Valoración funcional de personas mayores de 60 años que viven en una comunidad urbana. Proyecto ANCO
Functional assessment of the over-60s living in an urban community (ANCO project)
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J. Espejo Espejoa, V. Rubio Cuadradoa, I. Enciso Bergea, MV. Zunzunegui Pastorb, JM. Aranda Larac, J. Martínez de la Iglesiaa
a Centro de Salud Occidente. Córdoba.
b Escuela Andaluza de Salud Pública. Granada.
c Director del Distrito Sanitario Córdoba-Centro.
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Estadísticas

Objective. To establish the grade of functional deterioration in older people and analyse associated factors.

Design. Cross sectional study.

Setting. City of Córdoba.

Participants. The population over 60 years old on the Córdoba municipal roll (49,674) and living at home, from which a sample of 1,103 subjects was taken.

Interventions. The multidimensional OARS-MFAQ questionnaire was filled in. Calculation of the functional deterioration scores enabled five areas to be evaluated: physical health (PH), mental health (MH), economic resources (ER), social resources (SR) and capacity to perform daily activities (DA) autonomously.

Measurements and main results. Reply rate was 86.8%. The prevalence of serious/absolute deterioration in each of the areas was: 9.3% in SR, 8.5% in DA, 8.4% in ER, 6.9% in MH and 5.8% in PH.

Conclusions. Both the prevalence of functional deterioration in the population group under study and the demand for institutional care are similar to other studies performed in our country, but higher than in Anglosaxon countries.

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Introducción

La valoración funcional (VF) es un proceso diagnóstico multidimensional dirigido a detectar y cuantificar las incapacidades y problemas del anciano1, que pretende sintetizar la información en una o más conclusiones que resuman el «status» global del individuo, haciendo posible la comparación entre individuos y grupos, y la planificación de provisión de servicios dirigidos a la tercera edad1,2. Existe acuerdo3-6 en que las áreas fundamentales que deben ser consideradas para realizar una adecuada VF son 5: salud física (SF), salud mental (SM), recursos económicos (RE), recursos sociales (RS) y capacidad para realizar de forma autónoma las actividades de la vida diaria (AVD).

Los beneficios que se derivan de una adecuada VF son múltiples5,7 (aumenta la precisión diagnóstica, mejora las decisiones sobre los cuidados de larga duración, disminuye los ingresos en hospitales y residencias, favorece un menor uso de medicación, se mejora el estado funcional, aumenta la supervivencia y se reducen los costes sanitarios), pero a pesar de esto en el sur y este de Europa es infrecuente su uso8-10, y son muy escasos los trabajos publicados en nuestro país con esta metodología2,11,12.

Existen múltiples cuestionarios de VF. Entre los más utilizados en ancianos que viven en la comunidad13 están el MAI14, el CARE15 y el OARS16, por su adecuada validez y fiabilidad. El Older Americans Resources and Services Program - Multidimensional Functional Assessment Questionnaire (OARS-MFAQ)16,17 es considerado uno de los instrumentos más útiles para la VF de personas mayores de 60 años que vivan en la comunidad3,6,13,18,19, aunque por su extensión y complejidad no se recomienda para su utilización en la consulta habitual6. Los datos que proporciona indican qué área o áreas de funcionamiento están alteradas y, además, puede localizar aquellos aspectos específicos donde dicho funcionamiento no es adecuado. Los estudios transversales con este cuestionario permiten una evaluación de ámbito clínico y poblacional, que puede ayudar a establecer de forma más objetiva los servicios que deberían continuar, los que no y los que deberían ponerse en funcionamiento para poder atender adecuadamente las necesidades de cuidados de larga duración para personas mayores.

El objetivo de este trabajo es establecer, mediante la aplicación del mencionado cuestionario, la situación funcional en las 5 áreas (SM, SF, AVD, RS y RE) de la población mayor de una comunidad urbana española, así como el grado de discapacidad global, e identificar aquellos factores relacionados con la misma.

Población, material y método

Población y muestra

El proyecto ANCO, cuya metodología ha sido publicada anteriormente20 es un estudio transversal de prevalencia, realizado en población no institucionalizada (que reside en su domicilio) de 60 o más años de ambos sexos de la ciudad de Córdoba. Según el censo de 1991, este municipio contaba con 302.154 habitantes, de los cuales 49.674 eran mayores de 60 años (16,4%).

La selección se realizó por muestreo probabilístico sistemático, utilizando el listado nominal informatizado (en orden alfabético y por distritos municipales) del padrón municipal de 1993. El tamaño de la muestra fue de 1.103 individuos (p=0,50; e=0,03; *=0,05).

Previendo un porcentaje de contactos infructuosos de alrededor del 35%, según lo observado en estudios similares2,11, se obtuvo un listado de reserva con el objeto de sustituir a las personas que cumplieran alguno de los criterios de exclusión o que fueran no respondedores. El criterio utilizado para el reemplazamiento fue que el sujeto se eligiera al azar de entre los residentes en el mismo distrito. Se consideraron dos grandes grupos de criterios de exclusión: personas no localizadas (por errores censales o por no encontrar a nadie en el domicilio sin que se pudiera obtener información sobre su localización o acerca de su estado vital) y personas no elegibles (por cambio de domicilio fuera de la ciudad, defunción o haber ingresado en una residencia de tercera edad). Se consideraron como no respuesta las personas que rehusaron realizar la entrevista, aquellos con los que no fue posible el contacto después de 3 ocasiones de acudir al domicilio que figuraba en el padrón, no existiendo evidencias de que éste fuera erróneo o el sujeto hubiera fallecido, y por último los que durante todo el período de recogida de datos estuvieron hospitalizados.

Material y métodos

Se ha utilizado el cuestionario OARS-MFAQ16,17 en su versión adaptada y validada al castellano (MFAQ-VE)21,22, realizándose la entrevista en el domicilio del sujeto. La información que recoge este cuestionario procede de 3 fuentes: del sujeto, del familiar más cercano o cuidador habitual (informante) y del propio encuestador, tras haber realizado la entrevista. El cuestionario está estructurado en 2 partes diferenciadas (A y B).

La parte A, que valora la capacidad funcional en 5 áreas: SF, SM, AVD, RS y RE, se inicia con un cuestionario preliminar (test de Pfeiffer23), que es una prueba rápida de cribado de alteración cognitiva, que permitió decidir si el sujeto era capaz de contestar de forma válida el cuestionario. En los casos que presentaron un deterioro severo o alguna incapacidad física que impidiera una adecuada comunicación, se recogió la información de un informante que, además de responder las preguntas diseñadas específicamente para él, contestó todo el cuestionario, excepto las preguntas consideradas «subjetivas» que recogen sentimientos e impresiones del sujeto.

La parte B valora el uso y necesidad de servicios en los últimos 6 meses, no siendo analizada en el presente trabajo. Finalmente, hay 10 preguntas dirigidas al informante.

Para la valoración final de los resultados del cuestionario, se puede proceder de tres formas diferentes:

 

a) Aplicando la valoración automatizada de las 5 áreas, diseñada por los autores del OARS mediante un análisis factorial. De esta forma se puede clasificar a la población en 6 niveles de deterioro ­o puntuación de deterioro funcional (PDF)­ en cada una de las áreas. Estos 6 niveles (que se puntúan de 1 a 6 en función del menor o mayor deterioro) catalogan la situación del sujeto en: excelente, buena, deterioro ligero, deterioro moderado, deterioro grave y deterioro absoluto.

b) Mediante la valoración realizada por el encuestador al finalizar la entrevista, que le permite catalogar a cada sujeto y en cada área en las mismas PDF anteriormente comentadas.

c) Otra posibilidad es establecer el deterioro de forma global a través de la llamada puntuación acumulativa de deterioro (PAD), que es el resultado de la suma de todas las PDF, y que puede oscilar entre 5 (funcionamiento excelente global) y 29 (deterioro extremo en todas las áreas). Una puntuación de 17,5 en la PAD, se considera un adecuado punto de corte por ser un importante demarcador de riesgo o labilidad de la persona17.

 

En este trabajo nos hemos centrado en el análisis del primer y tercer métodos, ya que la validez de estos 2 sistemas ha sido comprobada, tanto en la versión original17 como en su adaptación al castellano20, presentando la ventaja de ser un enfoque más objetivo que el obtenido a partir de la valoración realizada por los encuestadores17. Los 6 niveles posibles de PDF se han agrupado en tres: a) situación excelente/buena (PDF=1 o 2); b) deterioro leve/moderado (PDF=3 o 4), y c) deterioro severo/absoluto (PDF=5 o 6). La PAD se ha agregado en 2 categorías: situación funcional sin deterioro general (PAD¾17,5) y con deterioro (PAD>17,5).

A través de las PDF, se ha establecido el porcentaje de población que precisaría estar ingresada en una residencia, siguiendo los mismos criterios considerados en la ciudad de Vigo2 (deterioro grave o absoluto en el área de RS y que, además, presenten deterioro grave o total en las áreas de SF y/o SM y/o AVD).

Finalmente, con el fin de identificar un perfil de riesgo en función de características sociodemográficas y de salud, la PAD se ha relacionado con variables tales como edad, sexo, nivel de escolarización, ingresos económicos mensuales de la unidad familiar y otras, que a continuación se especifican y definen:

Clase social: se utilizó la clasificación de clase social según ocupaciones, adaptada de la clasificación británica de la clase social24 considerando la profesión realizada durante la mayor parte de la vida laboral del encuestado. Se han agrupado las clases I y II por el escaso número de sujetos en cada uno de estos grupos. De esta forma la población quedó agregada en: clase I y II: directivos, técnicos superiores, altos funcionarios y profesiones liberales; clase III: cuadros y mandos intermedios, funcionarios y administrativos; clase IV: trabajadores manuales cualificados y semicualificados; clase V: trabajadores manuales no cualificados; clase VI: amas de casa, personas que nunca han trabajado y profesiones mal definidas.

Autopercepción del estado de salud (AES): se interrogó a la persona sobre cómo consideraba que era su salud globalmente en el momento de la entrevista (excelente, buena, regular o mala).

Déficit cognitivo: al inicio de la encuesta se cumplimentó el test de Pfeiffer, catalogando la situación cognitiva de la persona en función del número de errores obtenidos en el mencionado test en: sin alteraciones (0-2), alteración leve (3-4), alteración moderada (5-7) y alteración severa (8-10).

Presencia de enfermedad: se estableció cuando el sujeto refería presentar alguna enfermedad crónica sobre un listado de las 30 más comunes (hipertensión arterial, diabetes, bronquitis, artrosis, cardiopatía, etc.). Igualmente, se consideró que presentaba patología cuando, sin referirla el entrevistado, decía tomar medicación específica para: hipertensión arterial, diabetes, enfermedades reumáticas, enfermedades cardíacas y/o úlcera gastroduodenal.

Capacidad funcional: se analizó la capacidad funcional considerando dos tipos de actividades25: las dirigidas al cuidado personal (ACP)26 (comer, vestirse, peinarse o afeitarse, acostarse y levantarse de la cama, lavarse o ducharse) y las del mantenimiento del ambiente (AMA)27 (telefonear, ir a lugares en vehículos, comprar, cocinar, limpiar la casa, tomar medicamentos y administrar el dinero). Los entrevistados se clasificaron en 3 grupos: independientes (podían realizar de forma autónoma todas las actividades consideradas), dependiente parcial (precisaban ayuda para realizar una o más actividades) y dependiente total (no podía realizar una o más actividades aun con ayuda).

Análisis estadístico

Para el análisis de los datos se calculó el intervalo de confianza para un 95% de seguridad (IC del 95%). Para la clasificación automatizada, con la que se obtuvo la PDF en cada área, se siguieron las directrices establecidas por los autores17,20,21. Se utilizó el test de la ji-cuadrado para el contraste de hipótesis entre variables cualitativas, y el índice de Kappa para la evaluación de la concordancia (entre el deterioro en la PDF observado por los encuestadores y el obtenido mediante el método automatizado). Se consideraron niveles de significación para p<0,05. Posteriormente, se realizó un análisis multivariante (regresión logística) en el que las variables independientes se introdujeron en 2 bloques, con la técnica de exclusión escalonada (back stepwise) con un valor p de exclusión de 0,10. De esta forma, se introdujeron en primer lugar las variables sociodemográficas. Posteriormente, dejando fijas aquellas variables sociodemográficas que resultaron ser significativas, se probaron las variables de salud y utilización de servicios sanitarios.

Resultados

Para alcanzar el tamaño de muestra predeterminado (1.103 personas), fue preciso intentar el contacto con 1.666 personas, de las cuales 396 cumplían alguno de los criterios de exclusión establecidos: no se localizaron 265 (15,9%) (78 por errores censales y 187 por no haber nadie en el domicilio) y no fueron elegibles 131 (7,9%) (87 por cambio de domicilio, 30 por defunción y 14 por haber ingresado en residencia de tercera edad). De las 1.270 personas restantes, no se pudo realizar la entrevista en 167 casos: 28 por ausencia del seleccionado tras 3 intentos de contacto, 126 por rechazo y 13 por hospitalización prolongada, obteniendo finalmente un tasa de respuesta del 86,8%. En el 5,7% de los casos la información se obtuvo del familiar o cuidador habitual del sujeto.

En la tabla 1 se pueden observar las características de la población censada de Córdoba y las de la muestra, no existiendo diferencias en los parámetros estudiados salvo en el nivel de instrucción.

De la población analizada, 208 personas (18,8%) presentaron un deterioro grave/absoluto en sólo un área, 62 (5,6%) en 2, 19 (1,7%) en 3 y 6 (0,5%) en 4; no hubo ningún caso con este grado de deterioro en las 5 áreas.

La prevalencia de deterioro grave-absoluto en cada una de las áreas fue de: 9,3% en RS, 8,5% en AVD, 8,4% en RE, 6,9% en SM y 5,8% en SF. Se detectó un incremento en el porcentaje de personas con deterioro grave/absoluto en las áreas de SM, SF y AVD, conforme aumenta la edad, mientras que en el área de RS el mayor porcentaje de personas con este nivel de discapacidad se situó a los 75-84 años y en el área de RE entre los 60-64 años (tabla 2). Al comparar las 5 áreas entre los mayores y menores de 75 años, se pudo observar un porcentaje significativamente superior de deterioro en todas las áreas en los de mayor edad (p<0,005), excepto en el área de SM, donde no hubo diferencias. Por otro lado, al comparar los encuestados menores de 65 años con los del grupo inmediatamente superior (65-74 años), los primeros presentaron porcentajes más elevados de deterioro grave/absoluto (p<0,005) en RE, mientras que los segundos tuvieron mayor deterioro en RS (p<0,05), no existiendo diferencias en las otras áreas. Las mujeres presentaron en todas las áreas una mayor prevalencia de deterioro grave/absoluto (tabla 3).

La concordancia (índice kappa) encontrada entre la PDF automatizada y la realizada por los encuestadores ha sido del 0,61 para las AVD, 0,46 para SF, 0,43 para RE y del 0,34 para SM y RS, obteniendo siempre el encuestador unas cifras de deterioro grave/absoluto (4,4, 3,0, 2,0, 2,3 y 3,2%, respectivamente) inferiores a las logradas con el método automatizado.

Se calculó la PAD en 1.092 casos, ya que en el resto no se pudo realizar una valoración adecuada del área de SM por deterioro importante del sujeto. El valor medio de la PAD en mayores de 60 años fue de 12,9 (DE, 3,8) y en mayores de 65 años de 13,3 (DE, 3,9). Se encontraron diferencias entre los mayores y menores de 75 años (PAD medio de 14,8 y 12,3, respectivamente) (p<0,0001), pero no entre los menores de 65 años y los de 65-74 años. El 12,7% (IC, 10,8-14,9) de la muestra se situó por encima del punto de corte establecido como deterioro significativo (PAD>17,5), alcanzando este porcentaje un 14,6% (IC, 12,3-17,3) en los mayores de 65 años. La prevalencia de PAD alterada es significativamente superior en mujeres, mayores de 75 años, personas no casadas, sin estudios, amas de casa o trabajadores no cualificados, con ingresos inferiores a 60.000 pts./mes, con peor autopercepción de su estado de salud, que refieren padecer alguna enfermedad crónica y con alteración cognitiva moderada o severa. Igualmente, las personas con alteración en la PAD consultaron con mayor frecuencia a su médico, estuvieron hospitalizados con más frecuencia y presentan una mayor incapacidad para realizar las AMA y ACP (tabla 4).

En el análisis de regresión logística, en el primer paso, donde sólo se consideraron las variables sociodemográficas, únicamente se relacionan con la variable PAD>17,5 los ingresos inferiores a 60.000 pts./mes, la edad superior a 75 años y el ser mujer. Estas dos últimas variables pierden su significación cuando se controla con las variables de estado de salud, resultando la más estrechamente relacionada la alteración cognitiva moderada/severa (tabla 5).

Según los criterios considerados de necesidad de institucionalización, un 2,5% (IC, 1,7-3,7) de la muestra precisaría estar ingresada en una residencia, alcanzando este porcentaje el 2,9% (IC, 1,9-4,4) en los mayores de 65 años, siendo significativas las diferencias entre los mayores y menores de 75 años (4,3 frente a 1,8%; p<0,05), pero no entre los menores de 65 años y los del grupo de edad de 65-74 años (1,4 frente a 2,9%) Los casos que cumplieron criterios de institucionalización presentaron una PAD superior a 17,5, con una media de puntuación de 21 (DE, 1,6).

Discusión

En este trabajo se estima la proporción de personas mayores con deterioro funcional en 5 áreas, así como una puntuación general de deterioro. Ambas medidas permiten establecer la situación real y las necesidades de servicios e institucionalización de nuestra población, así como analizar cuáles pueden ser los factores implicados en las mismas.

En las encuestas de salud, la causa más habitual de no poder llevar a cabo la entrevista es el rechazo de la misma por parte de las personas elegibles. El hecho de que en este trabajo esto ocurriera con menor frecuencia de la habitual2,11,28, puede explicar la mejor tasa de respuesta obtenida respecto a estudios de características similares2,11,29. Por otro lado, hemos encontrado variaciones en las tasas de respuesta de los distintos encuestadores, oscilando éstas en el 78,4-95,2%, diferencias que se pueden achacar a la distribución por zonas de la población a encuestar que ha podido influir en una acumulación de población con características de no respondedores en algunos encuestadores, aunque no podemos descartar la influencia de la pericia personal de cada encuestador. No hubo diferencias en cuanto al sexo de los respondedores respecto a los no respondedores, no pudiendo establecer otro tipo de diferencias al no contar con la edad ni el nivel de instrucción en el listado del padrón facilitado por el ayuntamiento.

La muestra obtenida fue similar a la población de referencia en cuanto a su distribución por edad, sexo y estado civil. Únicamente se detectaron diferencias en el nivel de escolarización, que pueden ser atribuidas a las variaciones entre la población empadronada (de donde se extrajo la muestra) y la población del censo (datos de referencia), tal y como ya han referido otros autores11. De cualquier forma, las diferencias se diluyen al agrupar la población en 3 categorías: sin estudios, con estudios primarios (completos o incompletos) y con bachillerato o estudios superiores, encontrando entonces porcentajes similares, habiéndose justificado este hecho anteriormente20 .

Se optó por incluir a la población de 60-64 años, al considerar que es importante analizar la transición entre el período de actividad y jubilación, porque es a partir de esta edad cuando se deben establecer determinadas actuaciones preventivas dentro del marco de políticas sociosanitarias para la tercera edad30,31 y, por último, por existir muy pocos estudios en nuestro país que incluyan a este grupo de edad32, desconociéndose las diferencias que pueden existir con los grupos de edad inmediatamente superiores.

En España, el MFAQ-VE ha sido utilizado al menos en 4 estudios. En tres de ellos33-35 se aplicó una parte muy restringida de la encuesta, y en el cuarto2, el único en el que se realizó el cuestionario en su totalidad, no se realizó el análisis automatizado, sino que se consideró únicamente la valoración final del encuestador para establecer la PDF en cada una de las áreas. Por todo esto, se puede considerar que esta es la primera vez que se aplica este cuestionario y su evaluación de forma íntegra en España.

Hemos hallado una baja concordancia entre la PDF realizada por los encuestadores y la obtenida mediante el método automatizado, observándose siempre una menor puntuación en la valoración de los observadores, hecho que viene a confirmar la variabilidad, ya mencionada por los autores del cuestionario, que deriva de la valoración exclusiva de los encuestadores. Sin embargo, nuestros datos no difirieren excesivamente de los encontrados en Vigo2, donde las PDF se establecieron según el criterio de los encuestadores, probablemente porque éstos fueron médicos entrenados y por haberse realizado un estudio de fiabilidad interencuestadores. Estos dos aspectos disminuyen la variabilidad antes comentada, pero suponen un incremento en el coste de las evaluaciones, pudiendo obviarse si se extrae la información del análisis automatizado17.

Existe experiencia en el uso del cuestionario OARS-MFAQ36, habiéndose utilizado en diferentes estudios con metodologías y objetivos dispares37-41. Existen 3 series analizadas de población de Estados Unidos16,17, y tan sólo una en nuestro país2, que presenten datos comparables. En todas ellas se encontró que las áreas con mayor prevalencia de discapacidad grave/absoluta fueron las de AVD y SF, oscilando la misma en el 5-10% y el 5-9%, respectivamente (tabla 6). En nuestro caso, en el total de la muestra, el mayor porcentaje de deterioro se ha detectado en las áreas de RS y AVD (9,3 y 8,5%, respectivamente), siendo superior al 3 y 5% encontrado en la población de Virginia, también mayor de 60 años. En el resto de áreas también se mantiene una superior prevalencia de deterioro en nuestro estudio. Considerando sólo a los mayores de 65 años, las diferencias son menos acusadas, así, excepto para RS, no existen variaciones respecto a la población de Vigo2. Sin embargo, al comparar nuestros datos con los obtenidos en las poblaciones de Durhan y Cleveland16, únicamente se corresponden las prevalencias en las áreas de SF y AVD, al igual que ocurrió con la población de la citada ciudad. Es decir, que, en líneas generales, la población mayor estudiada en nuestro país, parece tener mayores tasas de deterioro grave/absoluto en la mayoría de las áreas. Estas variaciones globales podrían justificarse, por un lado, por diferencias socioculturales entre la población española y la norteamericana2, así como por el hecho de que el más fácil acceso a residencias en personas deterioradas o con menos recursos económicos en Estados Unidos y países de su entorno42,43 condicione que las personas con mayor grado de alteración en las distintas áreas no estén en la comunidad44.

Hay que mencionar el hecho de que en el área de RE los menores de 65 años son los que obtienen la mayor prevalencia de deterioro grave/absoluto. A pesar de que el porcentaje de población que refiere unos ingresos inferiores a 60.000 pesetas al mes es superior en los mayores de 65 años que en los menores de esta edad (43,2 frente a 29,9%; p<0,0001), el número medio de personas que viven de los mismos es inferior en los primeros que en los segundos (2,0 en mayores de 65 años frente a 3,0 en menores de esta edad; p<0,001), hecho que podría justificar la mayor tasa de alteración en el área de RE en los menores de 65 años.

Un hecho que llama la atención es que, de todos los estudios comentados, el nuestro es el que obtiene la tasa más alta de deterioro en el área de RS. Estos datos parecen coincidir con los obtenidos en la población de Barcelona32, donde se encontró que alrededor del 10% de las personas mayores de 60 años no contaban con ningún apoyo social-emocional, incrementándose este déficit con la edad, al igual que en nuestra población. En la población mayor de 65 años de Leganés parece ocurrir algo similar, ya que un 11,2% vive solo, en el 29% de los casos no existe un confidente y el 55,1% no cuenta con ningún amigo45. Este hecho se contradice con la idea habitual de que en España, y más en Andalucía, la red social es muy amplia, y habría que plantearse si esto ya no es así, al menos en los núcleos urbanos, si los contactos sociales son inconsistentes o superficiales, o bien si las redes sociales se deterioran de forma importante con la edad. Un hecho a resaltar es la variación de los recursos sociales en relación a los grupos de edad. En menores de 64 años es donde se encuentra la mejor situación en esta área, para ir empeorando progresivamente hasta el grupo de edad de mayores de 84 años, en el que mejora nuevamente. Este hecho parece que se relaciona con la evolución de los lazos familiares durante el ciclo vital: primero los hijos se van de casa de los padres, posteriormente las parejas van enviudando, pasando a vivir solas durante unos años, y finalmente, cuando la situación física está muy deteriorada, la persona mayor vuelve a convivir con sus hijos u otros familiares cercanos.

En la población de Vigo2 las mujeres presentaron mayores tasas de deterioro total/absoluto en todas las áreas excepto en la de SF. En nuestro caso las diferencias se han encontrado en todas las áreas. Respecto a la edad, hemos observado que las características de las personas de 60-64 años no difieren excesivamente de las de 65-74 años en cuanto a la presencia de deterioro. La edad que parece marcar la inflexión es la de 75 años, ya que las personas de edades mayores presentan superiores prevalencias de deterioro en todas la áreas, excepto en SM, así como unas PAD significativamente más elevadas, y mayores porcentajes de necesidad de institucionalización.

Como se ha comentado anteriormente, la PAD provee de un rápido, aunque aproximado, modo de comparar y evaluar poblaciones17, proporcionando un indicador útil de la vulnerabilidad de las personas evaluadas, así como de su adecuada ubicación, ya que puntuaciones superiores a 17,5 indican un riesgo importante de institucionalización o incluso necesidad de la misma, si no se adoptan medidas dirigidas a modificar determinados factores de riesgo. Así se pudo comprobar en la población de Durhan, donde la PAD de la población que vivía en residencias alcanzaba una media de 20,7 y el 86% tenían puntuaciones superiores a 17,5, mientras que la media de la no institucionalizada era de tan sólo el 12,2 y únicamente un 14% presentaba puntuaciones superiores a la considerada como de deterioro (PAD>17,5)17, cifras similares a las encontradas en nuestra población.

Se ha podido establecer que el mayor deterioro global (PAD>17,5) se asocia de forma independiente con ingresos inferiores a 60.000 pts./mes, alteración del nivel cognitivo, presencia de alguna patología crónica, dependencia total o parcial para realizar las AMA y/o las ACP, mala o regular percepción del estado de salud y mayor utilización de las consultas de atención primaria.

El porcentaje de personas mayores de 65 años institucionalizadas en nuestra ciudad es de aproximadamente el 2,7%46, cifra no muy diferente de la existente en todo el país47. Los resultados de la encuesta, coincidiendo con los publicados anteriormente2, reflejan que un 2,5% de los mayores de 60 años (es decir, unas 1.241 personas en la ciudad de Córdoba) que actualmente residen en la comunidad están en tales condiciones que precisarían de forma perentoria su ingreso en algún tipo de institución.

A la vista de los resultados presentados, parece necesario hacer hincapié en la necesidad de establecer la situación de las personas mayores que viven en la comunidad, con el objeto de determinar cuáles son sus necesidades para que puedan seguir estando integradas en su medio de vida habitual, y en el caso de que esto no fuera posible, crear mecanismos ágiles e infraestructuras suficientes para institucionalizar a aquellos mayores más deteriorados. Parece que ha llegado el momento de que nuestra sociedad y el sistema sanitario cambien su forma de cuantificar el éxito, de tal forma que éste no se base ya en el aumento de la esperanza de vida, sino en el modo de cuidar a los ancianos aislados, enfermos o con necesidades de asistencia48.

Agradecimiento

Nuestro agradecimiento a Gerardo Grau por la ayuda prestada en la aplicación e interpretación del cuestionario OARS-MFAQ-VE.

 

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