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Vol. 3. Núm. 4.
(noviembre - diciembre 2021)
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Vol. 3. Núm. 4.
(noviembre - diciembre 2021)
Editorial
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Enfermería, pandemia y atención primaria
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Maria Alba Brugués i Brugués
Autor para correspondencia
presidencia@aificc.cat

Autor para correspondencia.
Associació d'Infermeria Familiar i Comunitària de Catalunya- AIFiCC, España
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A septiembre del 2021, la pandemia por SARS-CoV-2 en España ha supuesto casi 5 millones de infectados y más de 85 mil muertes. La irrupción de este tipo de virus, hace ya 18 meses, supuso un reto profundo para todo el sistema sanitario, también para la atención primaria.

Los equipos asistenciales de la atención primaria tuvimos que adaptarnos a una crisis sanitaria sin precedentes, reorganizando funciones asistenciales y espacios, aislando zonas, introduciendo de forma mayoritaria la atención telemática, etcétera. Aprendíamos a la vez que avanzaba la pandemia, con protocolos que cambiaban diariamente, pero con el objetivo siempre de preservar y salvar las vidas de nuestros pacientes.

No partíamos de un sistema sanitario fuerte, más bien deficitario, con falta de recursos humanos y materiales. El Consejo General de Colegios de Enfermeras de España calculó recientemente que solo en atención primaria nos faltarían unas 25.000 enfermeras en todo el Estado español. Ello, a pesar de ser una de las profesiones claves dentro del sistema sanitario. Las enfermeras representamos el 30% de los profesionales que hay en los Centros de Atención Primaria. Sin duda, este déficit, que ya arrastrábamos desde antes de la pandemia, se ha visto agravado durante la crisis sanitaria por la COVID-19.

Esta pandemia nos ha obligado a desplazar la atención de las personas con otras enfermedades, principalmente de las personas que padecen una enfermedad crónica o que requieren un seguimiento por parte de los profesionales sanitarios. También se han dejado de hacer muchas de las actividades de prevención y promoción de la salud. Este último año se han destinado gran parte de las agendas de los profesionales sanitarios a una única enfermedad y esto ha dificultado el acceso a la detección de otros diagnósticos. Una investigación realizada desde la atención primaria ya nos alertaba que en 2020 se diagnosticaron entre un 35 y un 40% menos de enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión arterial, enfermedad renal crónica, hipercolesterolemia, cánceres y enfermedad isquémica coronaria.

Parece que estamos saliendo de la quinta ola donde, por cierto, la vacunación ha tenido un papel clave evitando muchos más ingresos graves y muertes. De momento, debemos aprovechar de lo aprendido para adaptar mejor la atención primaria a las necesidades de una sociedad que está cambiando.

Debemos repensar las dotaciones de profesionales en función de las características de la población asignada, condiciones territoriales, y residencias, centros tutelados y educativos a cargo. No podemos olvidar que nuestra sociedad está cada vez más envejecida, con un importante incremento de personas que padecen enfermedades crónicas, y con una creciente necesidad de programas orientados al autocuidado y la autonomía en la toma de decisiones en términos de salud. Un ámbito de actuación donde las enfermeras de familia y comunitaria somos claves, y las ratios actuales no se ajustan a las necesidades reales y futuras. Pero, además, deberemos enfrentarnos a 2 nuevos e importantes retos: la salud mental y el COVID persistente.

El papel de la enfermera de primaria en la vacunación

En España, hay actualmente más del 75% de la población con la pauta completa y un 78% con una dosis. La administración de esta ingente cantidad de vacunas, 68,8 millones, ha sido posible gracias a la labor de las enfermeras de atención primaria. Una función que hemos realizado siempre, porque somos quienes vacunamos a la población, quienes conocemos mejor a nuestros pacientes; en definitiva, somos quienes damos las recomendaciones directas a las personas que atendemos y conocemos sobre la necesidad de vacunarse.

La pospandemia: salud mental y COVID persistente

Diferentes expertos en salud ya han anunciado que la pandemia ha producido un incremento del 30% de los trastornos emocionales en la población general, y estudios recientes del Hospital de San Juan de Dios apuntan a que estos incrementos son aproximadamente de un 50% en la población infantil y adolescente.

Las personas mayores también están sufriendo trastornos emocionales. Son el colectivo más frágil y el que ha sido más vulnerable ante la COVID-19 hasta su vacunación. Se les aisló en muchos casos de su entorno social y comunitario (casales, centros de día...) así como familiar. En ellos, la soledad ha hecho estragos.

La pandemia de la salud mental, un nuevo reto para la atención primaria, y necesitaremos, para tratarla, dimensionar el número de profesionales expertos en salud mental de acuerdo con la población; necesitaremos más enfermeras especialistas en salud mental y psicólogos en la atención primaria.

Y también, deberemos hacer frente al seguimiento y el tratamiento de los pacientes con COVID persistente. Diversos estudios señalan que alrededor del 10-20% de los pacientes que se han contagiado por coronavirus presentan síntomas de la infección más allá de las 4 semanas y una proporción menor durante meses. LaCOVID persistentees una enfermedad invalidante que puede llegar a mostrar hasta 50 síntomas diferentes: malestar, fatiga, fiebre, mareo, alteraciones del descanso, dolor en los músculos y las articulaciones, tos, sensación de falta de aire y el dolor en el pecho, caída capilar, erupciones y uñas débiles, dolor de cabeza, problemas para concentrarse, pérdida de gusto y olfato, cambios en el estado de ánimo y trastorno de sensibilidad en las extremidades, palpitaciones, arritmias, alteraciones de la tensión arterial, etcétera. Y a todos estos pacientes deberemos detectarlos y tratarlos desde nuestras consultas de la atención primaria.

Las enfermeras familiares y comunitarias: un papel clave

Las enfermeras familiares y comunitarias tenemos un papel clave y una responsabilidad profesional con la población: estar a su lado y acompañarla. Queremos un futuro más saludable, trabajando para priorizar las acciones de promoción de la salud desde la perspectiva comunitaria.

La pandemia vivida nos ha demostrado la importancia de tener un sistema de salud con una musculatura robusta, y una atención primaria de salud con capacidad resolutiva, con iniciativa, innovadora y con suficientes medios humanos y económicos para hacer lo que es tan importante: la prevención y la promoción de la salud para evitar enfermar.

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