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Vol. 28. Núm. 4.
Páginas 103-104 (julio - agosto 2012)
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Réplica a «Te recuerdo Amanda (y Antonio J.)»
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Amanda Jiménez Pineda, Antonio Jesús Blanco Carrasco
Autor para correspondencia
ABLANCO@clinic.ub.es

Autor para correspondencia.
Servicio de Endocrinología y Nutrición, Hospital Clínic, Barcelona, España
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Sr. Editor:

Tenemos en primer lugar que agradecerles al Dr. Soriguer y a la Dra. Ruiz de Adana su amable respuesta a nuestro editorial1. Igualmente lo hacemos a todas aquellas personas que de un modo u otro nos han hecho llegar sus impresiones, demostrando que en una revista como esta puede (y debería ser obligatorio) haber hueco para dialogar de algo más que de pura ciencia… Queremos igualmente pedir disculpas porque quizás el editorial, en aras de someterse a los límites establecidos, careció de los matices pertinentes. Aprovechamos esta carta para introducirlos en relación con los comentarios de nuestros compañeros malagueños. Tendríamos que haber explicado que aquellas discrepancias entre «lo que nos explicaron» y lo que vivimos es extensible a todas las facetas de la medicina moderna, lo cual nos obligaría a una nueva y sesuda reflexión sobre el devenir de la enseñanza pregrado. Ello se escapa de nuestros objetivos, pero no podemos dejar caer esta losa solo sobre nuestra «querida» endocrinología. Ni en este hecho ni en una virtual desaparición —o no— de la endocrinología radican nuestras principales preocupaciones. Estas sí que pasan por la sensación de vivir una creciente mercantilización de la medicina, que se somete al rigor analítico de la fría gestión, como si de un servicio más se tratase. La desaparición de la endocrinología en este contexto, mal que nos pese, solo sería un síntoma de nuestra enfermedad. A nuestro entender no son ni buenos tiempos para la lírica ni para los principios, entre los que deberíamos situar para nosotros el de servicio a la sociedad. Perdidos estos y en plena vorágine de frivolización, imaginamos a una especialidad como la nuestra (que no se caracteriza por ser fuente de titulares que inunden portadas de periódicos) a merced de los tiburones de la gestión. Y es que, a nuestro juicio, la gravedad de nuestro momento no viene determinada por los condicionantes macroeconómicos sino por la falta de diagnósticos certeros. Y ya sabemos qué le pasa al tratamiento cuando el diagnóstico yerra. Ni por un momento hemos creído que tengamos poco que aportar, bien al contrario, no hay duda de que en la sociedad actual hay un amplio espacio para la práctica de la endocrinología. No somos nosotros los que tenemos dudas acerca de la necesidad de esta nuestra especialidad. Es evidente que en una población sedentaria, envejecida y «engordada» el endocrinólogo es un médico necesario, como lo son especialistas en atención primaria, educadores en diabetes y dietistas, entre otros muchos. Pero a nuestro modo de ver, lo verdaderamente capital es la implantación de estrategias poblacionales y la creación de protocolos asistenciales basados en la evidencia, así como la dotación de los recursos necesarios para llevarlos a la práctica. La vocación individual no sustituye, ni debería, los recursos ni la gestión que se hace de ellos. La salvación de nuestro trabajo pasa por lo mismo que la del resto de nuestro entorno: por cambiar la visión individual, corporativista, la de competición durante tantos años pregonada, por otra global, que se centre en el bien común. En este sentido tendría todo su valor tanto aportar sobre el papel la mayor calidad a cada uno de los procesos asistenciales, como impregnar de humanidad y entusiasmo cada una de nuestras actuaciones a la cabecera del paciente. Y por tanto, tan inasumibles son la ausencia de involucración con la nutrición hospitalaria como la carencia de unidades monográficas o la falta de compromiso de tantos de los protagonistas actuales de la endocrinología de nuestro país. Como bien decís, no faltan estímulos ni trabajo. Sí echamos de menos la sensación de que todos rememos en una misma dirección. Así pues, hagamos endocrinología con la sonrisa ancha, pero no dejemos que siga cayendo la lluvia sobre nuestra sanidad.

Bibliografía
[1]
F. Soriguer, S. Ruiz de Adana.
Te recuerdo Amanda (y Antonio J.).
Av Diabetol, 28 (2012), pp. 102-103
Copyright © 2012. Sociedad Española de Diabetes
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