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Vol. 19. Núm. 1.
Páginas 7-11 (enero - marzo 2012)
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La usura, nuestra historia y la segunda posguerra
Usury, our history and the second post-war
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Carlos-A. Mestres
Autor para correspondencia
secretaria@sectcv.es

Correspondencia: Editor-Jefe, Sociedad Española de Cirugía Torácica-Cardiovascular, Príncipe de Vergara, 211, 10 E, Izq., 28002 Madrid
Sociedad Española de Cirugía Torácica-Cardiovascular
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RAE: usura. (Del lat. us¿ura).

  • 1.

    f. Interés que se lleva por el dinero o el género en el contrato de mutuo o préstamo.

  • 2.

    f. Este mismo contrato.

  • 3.

    f. Interés excesivo en un préstamo.

  • 4.

    f. Ganancia, fruto, utilidad o aumento que se saca de algo, especialmente cuando es excesivo.

Es posible que el lector llegue a plantearse si el órgano oficial de una sociedad científica como la Sociedad Española de Cirugía Torácica-Cardiovascular (SECTCV) puede o debe incluir, en un momento u otro, artículos de opinión, editoriales o cualquier contribución que no se refiera a temas directamente relacionados con la cirugía cardiovascular y la cirugía torácica o materias afines. Ello puede generar debate en torno al papel que, en puridad, desempeña o desempeñaría una revista científica como Cirugía Cardiovascular o cualquier otra del sector médico. Sea cual fuere el resultado final de un supuesto debate, abierto por descontado al público de nuestra revista, sabemos que hay ejemplos muy importantes en la literatura médica que mezclan un contenido puramente científico con opiniones, artículos de fondo o notas informativas de contenido social. The New England Journal of Medicine, y con mayor intensidad The Lancet, son dos revistas de gran impacto que dedican parte de sus páginas a temas más o menos relacionados con la medicina, pero que hacen hincapié en situaciones o hechos que van más allá de la práctica profesional con o sin relación con la misma1–5. En estas mismas páginas hemos abordado en alguna ocasión temas de interés relacionados con nuestra pro-fesión y área temática en su vertiente pública6. En cualquier caso, debe quedar claro que las opiniones expresadas en las líneas de la Página del Editor son responsabilidad individual y no tienen necesariamente que ver con las actuaciones de la Junta Directiva societaria por la independencia que lleva implícita la dirección de la revista.

Esto viene a cuento de la situación actual por la que atraviesa el país, en un entorno regional como el europeo en que impera el miedo a lo que pasa y a lo que pasará, el miedo a que se confirme el desastre económico y social, ocasionado por fuerzas abstrusas, desconocidas para el ciudadano medio. Por ello, parece obligado re-ferirse, y no de modo marginal, al vendaval de hechos que desde hace algún tiempo, demasiado ya, sacuden a este desgraciado país, que parece y quizás lo sea, un juguete roto en manos de desalmados que en todos los ámbitos de actuación se han esforzado por llevarlo a un agujero sin aparente fondo y del que no se adivina la profundidad ni el tiempo en el que seguiremos en caída libre como hasta ahora. Ya lo anunciábamos hace un tiempo en una página similar7. La realidad es que si entonces hablábamos de un gran desastre, ahora no podemos ni siquiera aproximarnos a sus reales dimensiones. Las cantidades que se manejan en los medios de comunicación son abrumadoras. La sensación del ciudadano medio de este país, como el que suscribe, es una mezcla de impotencia, rabia, engaño y tristeza al ver que es una marioneta en manos no tan sólo de los políticos, elegidos por nosotros y que en nuestro entorno ya han demostrado su incompetencia e intereses individuales y partidistas, sino que está a merced de los que manejan el país desde fuera de la política y que, por descontado, no elige el ciudadano.

Estamos controlados, pues, por usureros, que son aquellos que practican la usura según la define la Real Academia Española, en especial en sus acepciones ter-cera y cuarta, o el Diccionario Panhispánico de Dudas (usura. ‘Interés abusivo en un préstamo’: «Ella comenzó a prestar, sin usura, pidiendo lo justo» (Elizondo Setenta [Méx. 1987]). En la lengua literaria se usa a veces con el sentido de ‘deterioro o desgaste’, calco semántico del francés usure: «Parecías haber escapado a la usura del tiempo» (VLlosa Loco [Perú 1993])8,9. Y el ciudadano medio en nuestro país sufre las consecuencias de esa usura. Los escándalos bancarios, las mentiras a que los políticos y los usureros de cualquier color y pelaje nos tienen acostumbrados, la falta de liquidez real, el impacto en extremo negativo sobre nuestra imagen de país y de estado, y un largo etcétera de actividades y actuaciones seudodelictivas hechas públicas a través de la televisión y otros medios, han conformado una realidad oscura, con el ciudadano de a pie condenado a pagar las facturas que han generado unos, los que nos mandan a petición propia según el proceso y procedimiento democrático y otros, los usureros, quienes esquilman a la población general y a quienes la población general acaba financiando. Ejemplos recientes hemos tenido en EE.UU., en Islandia, en Irlanda y ahora en nuestra propia España. Y no de poca magnitud. Simplemente de una magnitud que supera los límites de la obscenidad y del recochineo. A pesar de los avisos positivos que se nos envían incluso cuando queda claro que todo es mentira, la sensación del ciudadano es que estamos muy cerca de la situación que se vivió en Argentina hace ya más de una década. ¿Cuáles serían las consecuencias? El hecho común es la falta de asunción de responsabilidades y que los responsables nunca han pagado por ello. Y lo peor, como consecuencia de lo antedicho, no es que los ciudadanos hayan perdido la confianza en sus partidos o en sus políticos, lo peor es que ya no nos quedan ni las instituciones, lo cual es mucho más grave. Y en el ridículo están inmersos los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Evidencia, la hay.

La usura ha conllevado la degradación del sistema. Y si bien es cierto que todos debemos y deberíamos hacer examen de conciencia y reconocer dónde hemos fallado, qué podemos mejorar y dónde nos hemos excedido, queda claro a quién hay que echarle la culpa, a aquellos que manejaron los fondos públicos como si fuesen propios y a aquellos que por su continua práctica de la usura han contribuido al hundimiento económico y social del país. Nuestra historia, y sobre todo la reciente, confirma que hemos llegado a donde estamos por la falta de control y la negación de las responsabilidades, incluyendo a los organismos reguladores. En la ciencia y en el sector de la salud ya nos hemos acostumbrado a medidas muy duras de restricción, justificadas o no en mayor o menor grado o en ninguno. De cualquier forma, llegan tarde y mal. Cuando nos referíamos en su momento al varapalo de la prestigiosa revista Nature a la última ministra de Educación y Ciencia del ejecutivo socialista saliente10, nadie reparó en el impacto que en la imagen y en el futuro del país tiene la reducción del gasto en investigación y desarrollo. Y como cualquiera que abandona un cargo así, nosotros los ciudadanos seguimos pagando a esos responsables con carácter muchas veces vitalicio y, en general, injustificado. Uno dice humildemente esto ya que en el momento que abandonase mi propia empresa, por la razón que fuere, ésta no seguiría remunerándome a partir del día siguiente. La reducción en estas partidas justifica que los jóvenes preparados busquen escapar hacia horizontes con mejores perspectivas. El futuro confirmará que la fuga de cerebros y de mano de obra cualificada nos sumirá aún más en la miseria conceptual y práctica que el Estado no debiera permitir. Y si a ello le añadimos el 50% de paro en la población joven, no hace falta que discutamos más. Éstas no son estadísticas que se invente el firmante.

La usura ha llevado, como ocurrió en la Rusia de B.N. Yeltsin a principios de la década de 1990, a niveles de desigualdad económica y social que no recordábamos en este país. La tasa de desempleo del 25%, el aumento geométrico de los servicios por parte de organizaciones caritativas no gubernamentales, el aumento imparable de los «sin techo», la reducción a marchas forzadas del motor del país, la clase media y su pequeña y mediana empresa, la amenaza de que el colapso del sistema financiero se trague los ahorros de toda la vida del ciudadano medio y una política de fronteras que ha llevado a incrementos brutales de la población no productiva en un país que no puede regalar nada, son algunos de los ingredientes de una receta que no conducirá a ninguna estrella Michelin. Mientras tanto, somos el hazmerreír del Financial Times, del Wall Street Journal y The Economist, por poner algunos ejemplos de medios influyentes. No hemos llegado a la violencia en la calle en cualquiera de sus formas porque una proporción significativa de nuestra economía es negra (por suerte); si no fuese así, posiblemente andaríamos en guerra. La única realidad es que aquella manifestación extemporánea de un antiguo presidente del Gobierno que antes de acceder a las responsabilidades del cargo, allí por 1982, dijo gritando que «…hemos de compartir el mendrugo…» se ha hecho realidad. También él tuvo una muy importante responsabilidad en la génesis del problema, a pesar de los años transcurridos, y también se negaría a este autor la veracidad de las palabras a pesar de estar registradas en vídeo. Por otra parte, los aspirantes actuales a la medalla de la salvación del país que nos manejan, no por méritos propios sino por demérito ajeno, también han contribuido y contribuyen a la desesperanza por su forma de mentir y manejar la crisis.

La extensión del daño al sistema sanitario español, referente internacional en la sanidad pública, lo percibimos todos en nuestra práctica diaria. No hace falta discutir más un tema tan candente y que ya ha tenido impacto en algunas comunidades. El profesional lo percibe, el destinatario del servicio lo percibe y la comunidad inter-nacional también5. Las consecuencias últimas en cuanto a calidad y resultados tarde o temprano acabarán siendo públicas por mucho que sigamos pensando que tenemos lo mejor, y lo primero que se afectará, además de la calidad, será la docencia y la transferencia del conoci-miento. En definitiva, el panorama actual tiene todas las características de una segunda posguerra. Los que naci-mos de familias que la vivieron sabemos de la desastrosa situación que tuvieron que afrontar nuestros padres después de la Guerra Civil, conocemos los tremendos esfuerzos que tuvieron que hacer para educar a sus hijos y las penalidades y privaciones que pasaron para que nosotros creciéramos y tuviésemos un futuro mejor. La situación es similar por todo lo expuesto en las líneas anteriores. La diferencia, la gran diferencia, es que nues-tra «posguerra» no ha tenido guerra, está causada por la usura, la negligencia y los intereses individuales y de partido, de todos los partidos.

El mendrugo del expresidente recuerda las carencias de una época de la historia de España definidas con diáfana claridad y pluma magistral en una de las maravillas de la literatura española. Las palabras del Licenciado Cabra a sus pupilos en La Vida del Buscón llamado Don Pablos, de Gómez de Quevedo y Villegas11, madrileño ilustre, cuando viendo cómo luchaban por un nabo y un garbanzo solitario caído de una escudilla que contenía un caldo de dudosa calidad y procedencia les decía: «… Coman, que me huelgo de verlos comer…», parece que se hacen de nuevo realidad varios siglos después. Es decir, que, si no se remedia, acabare-mos como el Licenciado Cabra, archipobres y protomiseria11. Triste realidad es. Y si lo que se afecta, por encima de todo, es la sanidad pública y la educación, más triste será.

Usury, our history and the second post-war

The reader may ask if the official organ of a scientific society like the Sociedad Española de Cirugía Torácica-Cardiovascular (SECTCV) should include at a given moment, opinion articles, editorials or any contribution not directly related with cardiovascular and thoracic surgery or related matters. This may generate debate around the pure role that scientific journals like Cirugía Cardiovascular should play. Whichever the result of an eventual debate, of course open to our readers, we know that there are very important examples in the medical literature than mix a pure scientific contents with opinions, original articles or brief notes of social impact. The New England Journal of Medicine and The Lancet are two high-impact journals that dedicate part of their issues to topics more or less related to medicine but that emphasize on facts or conditions beyond the strict professional practice1–5. In these pages we have already sometimes approached topics of interest related with our profession and area of interest within its public reach6. In any case, it must be made clear that the opinions in shown in the Editor's Page are the individual responsibility of the writer and are not necessarily related to the Society Council's decisions or opinions due to the independence of the journal's leadership.

This refers to the current situation of the country within a regional environment like the European, in which mandates the fear to what happens or will happen. The fear to see the economic and social disaster confirmed. A disaster caused by obscure forces, totally unknown to the average citizen. This is why it seems mandatory to refer, not marginally, to the gale of facts that for some time, hit this disgraced country which seems to be a broken toy in the hands of heartless individuals that in all areas of action and influence have made their best for the country to sink into a black hole from which we cannot guess how deep is and for how long we in free fall will be. We already announced this from these pages7. The crude reality is that if we then talked about a big disaster, now we cannot imagine its real dimensions. The quantities managed in the media are overwhelming. The feeling of the average citizen of this country, as the one who writes this, is a mix of impotence, anger, deception, swindle and sadness when realizing that is a puppet not only in the hands o politicians –elected by us and that in our environment have already shown their incompetence and individual and partisan interests– but also at the mercy of those who handle the country from outside politics and that, of course, are not elected by the citizens.

We are then controlled by usurers, those who practice usury as defined by the Real Academia Española and the Diccionario Panhispánico de Dudas, as the excessive interest in any commercial activity8,9. And the average citizen of our country suffers the consequences of such usury. Banking scandals, the lies of the politicians and usurers of any color and tendency, the lack of liquidity, the extremely negative impact on our country's image and state and a very long list of pseudocriminal activities made public on television and other media have depicted a dark reality, with the citizen condemned to pay for the invoices generated by some, those who run our country elected by us according to the democratic process and procedure, and others, the usurers, squandering the general population and to who the general population will bail out. Recent examples are available from the US, Iceland, Ireland and now in our own Spain. And not of small dimensions. Simply of a magnitude that goes far beyond the limits of obscenity and fun. Despite of all positive warnings sent to us when it is very clear that everything is a big lie, our feeling is that we are very close to what happened in Argentina more than a decade ago. Which may the consequences be? The common fact is the complete lack of assumption of responsibilities and that those who are responsible never paid for what they do. And the worst is not that, as the aftermath of all of the above, the citizens have lost their trust on the parties and its politicians, the real worst is that we cannot even trust the institutions, which is much more serious. And in a profoundly ridiculous situation the executive, legislative and judiciary are found. Evidence, there is.

Usury has led to the degradation of the system. And although we all must analyze and recognize where we have failed, what can be improved and where we have gone too far, it is crystal clear who can be declared guilty. Guilty are those who inappropriately managed public funds as if they were they own and guilty are those who, by their continuous practice of usury have contributed to the economic and social collapse of the country. Our recent history confirms that we have reached this almost no return point due to the lack of control and denial of responsibilities, including regulatory bodies. In science and in the healthcare sector we are now familiar with drastic restrictive measures, more or less justified or simply not justified at all. In any case, they arrive late and in bad shape. When we referred some time ago to the severe criticisms of the prestigious journal Nature to the last minister of Education from the replaced socialist cabinet10, nobody paid attention to the impact on image and the future of the country that a severe reduction in the budget for research and development. And for anybody who leaves a position like this, we are still paying these people on a life-long basis which seems unjustified. This writer humbly says this as in the event I quit my company, I will not be paid from the following day. The reduction in budget for research and development then accounts for the younger generations to flee the country looking for better opportunities. The future will confirm that the brain drain and the lost of qualified workers will sink us more on conceptual and practical misery that the State should never permit. And if, on top of this, we add a 50% unemployment rate among younger than 30, there is no need for additional discussions. These are statistics not invented by the one who writes this.

Usury has led, as it happen in the Russia of B.N. Yeltsin at the beginning of the nineties of the XX Century, to degrees of economic and social inequality not remembered in this country. A 25% overall unemployment rate, the increased in the social services provided by non-governmental charity organizations, the unstoppable increase in the number of homeless, the fast slowdown of the engine of the country, namely the middle class and its small and middle companies, the threat that the collapse of the financial system may swallow the life savings of the average citizen and border policies that has led to an uncontrolled increase of the non-productive population in a country that cannot give anything for free anymore are some of the ingredients of a recipe that will definitely not get any Michelin star. Meanwhile, we are the laughingstock of the Financial Times, The Wall Street Journal and The Economist to say just a few of influencing media. We still have no violence in the streets because of a significant proportion of our economy is black economy; if these was not the fact, we may probably be in war. The only reality is that the old untimely comment of a former prime minister before holding office back in 1982 when he shouted “… we have to share the crust of stale bread…” has become a reality. He also had significant responsibility in the genesis of the problem despite the years that have already passed and it is also true that people will deny the truth of the words of the one who writes this despite being these words recorded on tape. In addition, the current contenders for the medal of the salvation of the country, those who run the country not by their own merits but by the lack of merits of the others, have also contributed to the despair because of their lies and the way to handle the crisis.

The damage to the healthcare system, an international reference in public healthcare, is felt by all of us in daily practice. There is no need to further discuss such a hot topic which already impacted in some communities. The professional feels it, the receiver of services feels it, and the international community feels is, too5. The ultimate consequences in quality and results will sooner or later become public despite we all may think that we still have the best; the first that will be affected will be teaching and transfer of knowledge. In summary, the current panorama has all of the characteristics of a second post-war period. Those, like me, who were born in families that lived the post-war are fully aware of the disastrous post-Civil War situation that our parents confronted, we know the tremendous efforts they did to grow up their children and the punishments and deprivations they had to guarantee that we had a better future. The difference, the big difference, is that our “post-war” had no actual war; we are in a similar situation due to usury, negligence and individual and partisan interest, and this includes all political parties.

The crust of stale bread of our former prime minister reminds us of the shortages of a time of the Spanish history which are clearly defined in one of the beautiful masterpieces of the Spanish literature. The words of the Licenciado Cabra to his pupils in La Vida del Buscón llamado Don Pablos, of Gómez de Quevedo y Villegas11, a illustrious writer from Madrid, when he saw his inmates were fighting for a chickpea and a turnip falling from a bowl containing a broth of doubtful quality and origin and told them “… please eat as I enjoy watching you eating…”, seem to be real in current times again some centuries later. In other words, if this has no remedy, we will end like the Licenciado Cabra himself, extremely poor and miserable11. This is a sad reality. And if education and healthcare are heavily punished, it will be even sadder.

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No turning back.
Nature, 462 (2009), pp. 137-138
[11.]
Quevedo F. Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños. 1626.
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