James L. Monro, FRCS, FECTS (1939-2013)
Hoy me he reconciliado mentalmente con la Inglaterra que tenía en mi cerebro. Esa Inglaterra que estudiamos de pequeños y que de alguna manera caló mas en mi en los tiempos en que, estudiando inglés o haciendo el internado, pasé junto a otros españoles como Ignacio Camacho, Juan Piris, Martín Roca, Juan Carlos Garcia-Polledo o Carmen Villate entre muchos otros, en esa localidad universitaria llamada Oxford. Tiempos también difíciles por muchas razones y en los que pintar la habitación a la patrona permitía abonar una parte importante de la mensualidad. Huelgas del carbón y electricidad tan solo disponible 8 de las 24 horas del día y por riguroso sistema rotatorio que conllevaba temperaturas bajas, muy bajas, en numerosas noches de la semana.
Pero en esa Inglaterra dura, a veces intransigente con el ridículo empleo de su idioma y especialmente a quienes veníamos de países mas cercanos al norte de África, ese país de espesa niebla y humedad que penetraba hasta los huesos, traslucía una casta, la de quienes había forjado una nación culta, organizada, democrática, rica y avanzada aun cuando persistían en conducir los automóviles por el lado equivocado o usar la ducha tan solo una vez a la semana. Una sociedad estudiosa y dialogante, organizada y eficiente a la vez que trabajadora y elegante.
Y esa Inglaterra, por razones que ignoro, y al margen de excelentes colegas e individualidades fuera de serie de cuya amistad sigo disfrutando, la había perdido de vista. No la encontraba, no la veía. Esta mañana, algunos me decían que el hecho de ir a Londres con tanta frecuencia y tanta prisa sin poder disfrutar de la campiña inglesa y de sus gentes, hace ver otra imagen, una imagen ciertamente plural en la que predominan personas de fuera de Inglaterra. Indios y paquistaníes en gran número, griegos e italianos, rumanos y polacos…chinos y africanos de diferentes países…un conglomerado de razas, colores y personalidades. Una imagen muy diferente a la de una sociedad caucásica y homogénea como se acostumbraba a perfilar a la sociedad inglesa. La City, con sus chaqués y bombines, era quizás un reducto en la capital, pero evidentemente, no es la banca y el gobierno un sitio donde nosotros, cirujanos, acostumbremos a frecuentar.
Hoy he asistido a las exequias, aquí les llamamos así, de un amigo, un colega, un cirujano extraordinario y una persona con una cualidades, por desgracia, fuera de lo normal: James Lawrence Monro.
James L. Monro nació en 1939 en Singapore, donde trabajaba su padre y residía la familia. Jim, como al poco de conocerle te pedía le llamaras, se formó entre otros pero de manera especial con Sir Brian Barratt-Boyes, en el Green Lane Hospital de Auckland en Nueva Zelanda. Pasó también cierto tiempo en Estados Unidos visitando numerosos centros médicos en los que, gracias a las puertas que le abría su formación con Sir Brian, pudo ver en directo las mas recientes técnicas quirúrgicas tanto para paliar o corregir las cardiopatías congénitas (se dice que operó a mas de 1000 niños) como a todo el abanico de la patología del adulto. A su vuelta del continente americano, James Monro terminó recalando en el Western Hospital de Southampton donde junto a Sir Keith Ross llevó a acabo una ingente labor asistencial, publicó numerosos libros, mas de 150 artículos científicos, trabajó arduamente en una mejor planificación en la formación de los residentes y dónde se jubilaría hace pocos años tras mantener una permanente batalla con el cáncer que al final acabó con su vida.
Una obsesión por mantener actualizada la información sobre lo que realizaban en quirófano y en el postoperatorio le llevó a promover la primera base de datos en cirugía cardiaca pediátrica en el Reino Unido ya desde finales de los 70 en Wessex. Tras el conocido escándalo de Bristol, Jim Monro escribía: “Probably the most important lesson to be learned is the necessity to keep an accurate record of all operations and their outcome…It therefore behoves all cardiac surgeons, to have a central database into which every patient who undergoes surgery or intervention is entered. The outcome must be noted and hopefully risk stratification and the detailing of complications will be achieved in due course but initially early mortality would be a good start”.
Importante mensaje, y mas tras la publicación del estudio realizado por los Dres. Josa y Cortina que pone de manifiesto la imprescindible necesidad de disponer de datos de calidad para poder ofrecer a los pacientes el mejor tratamiento a sus dolencias y no el de quien mas chilla.
James L. Monro, llegó a Presidente de la Society for Cardio-Thoracic Surgery in Great Britain and Ireland y fue uno de los pioneros en la fundación de la European Association for Cardio-Thoracic Surgery de la que llegó a ser su Presidente en 2003. Alto, educado, elegante, bien vestido y con una amabilidad exquisita daba forma a una personalidad que reflejaba, además de su calidad como cirujano y como científico, a un modelo al que, sin duda, muchos cirujanos mas jóvenes intentaron emular. En Europa y en América, donde fue también miembro de la American Association for Thoracic Surgery.
Esta mañana, en la abadía de Romsey, a pocos kilómetros de su casa conocida como Rolle House en Lockerley, se ha celebrado una entrañable ceremonia de despedida. Jane, su esposa, sus hijos, innumerables familiares, amigos, colegas e incluso muchos pacientes y familiares de éstos han dado su adiós a un auténtico gentleman, a una gran persona. Una ceremonia como él, sobria y elegante, alejada de falsos sentimentalismos y donde la sonrisa provocada por historias relatadas por algunos de sus mas próximos colegas ha superado en todo momento el dolor por su pérdida. Con seguridad, muchos cirujanos españoles le han conocido y algunos han podido disfrutar de sus enseñanzas y, sobre todo, de su amistad.
Quienes procedentes de diversos países representábamos a la EACTS en esa despedida hemos podido constatar esa otra Inglaterra que sigue existiendo, que desde, en ocasiones, detrás del escenario sigue unas tradiciones que no se pueden confundir con lo arcaico sino con el respeto a las personas que hicieron mucho y, a veces, dejaron su vida para permitirnos disfrutar de un legado que muchos, desgraciadamente, tan siquiera han conseguido digerir y lo tildan, en lugar de intentar entenderlo, simplemente de pasado de moda.
La británica es una sociedad muy diferente a la latina. Y por ello, importante conocerla, analizarla y valorarla en su justa medida. Y conocer a sus miembros es una forma de empezar.
James Lawrence Monro fue, sin duda, un ejemplo de profesional y de persona que dignifica cualquier sociedad.
José L. Pomar, Lockerley, Inglaterra, 23 Agosto 2013